La poesía es quizá uno de los géneros literarios más hermosos que existen, el cual se caracteriza por escribirse en verso o prosa de una forma bastante estética, pura y muy bella. Incluso la poesía nos puede ayudar mucho a expandir las fronteras del lenguaje mismo. Hoy en día existen bastantes géneros, están los poemas de amor, de amistad, desamor y hasta filosóficos.
Desde hace siglos, se crearon muchos estilos poéticos a través de diferentes culturas, por poner un ejemplo, en Japón nacieron los Haikus, los cuales son poemas muy cortos, que tienen la particular característica de contar solamente con 17 sílabas y solo tres versículos iniciales (5,7 y 5 sílabas en sus tres únicos versos). Estos poemas generalmente abordan temas relacionados con la vida cotidiana y la naturaleza, como ejemplo, un Haiku puede hablar de cuando estás mirando la lluvia por la ventana o cuando vez como se va deshojando un árbol.
En Grecia nació La Oda, los cuales se caracterizan por estar escritos siempre en verso y son muy meticulosos con la métrica, lírica y composición, muy parecido a escribir la letra de una canción. Estos pueden hablar de temas religiosos, filosóficos o amorosos.
No fue hasta principios del siglo XX que la poesía tuvo una evolución, desarrollándose en una corriente vanguardista que amplió el panorama poético y poco a poco se fue permitiendo la incorporación del verso libre, dejando a un lado la regla de la rima, incorporando nuevos panoramas y diversos mecanismos, los cuales ayudaron mucho a relacionarnos más con el lenguaje. Este tipo de poesía es el que impera hasta la fecha.
A lo largo del tiempo han surgido bastantes poetas que han abordado el amor y el romance de una manera exquisita, casi perfecta. Su dominio de la metáfora y rima les llevo a crear grandes obras de arte y su trabajo a pasado a la historia, siendo reconocidos en el mundo entero y en diferentes idiomas. es por ello que hoy les traemos una selección de poemas de amor que han pasado a la historia. si eres nuevo en esto, o quieres adentrarte al maravilloso mundo de la poesía, quizá este artículo es lo que estabas buscando.
Poemas de amor que todo el mundo debería conocer
Puedo escribir los versos más tristes está noche – Pablo Neruda
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche esta estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque este sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.
El Regalo – Clementina Suárez
Quisiera regalarte un pedazo de mi falda,
hoy florecida como la primavera.
Un relámpago de color que detuviera tus ojos en mi talle
-brazo de mar de olas inasibles-
la ebriedad de mis pies frutales
con sus pasos sin tiempo.
La raíz de mi tobillo con su
eterno verdor,
el testimonio de una mirada que te dejara en el espejo
como arquetipo de lo eterno.
La voluble belleza de mi rostro, tan cerca de morir a cada instante
a fuerza de vivir apresurada.
La sombra de mi errante cuerpo
detenida en la propia esquina de tu casa.
Un abejeante sueño de mis pupilas
cuando resbalan hasta tu frente.
La hermosura de mi cara
en una doncellez de celajes.
La ribera de mi aniñada voz con tu sombra de increíble tamaño,
y el ileso lenguaje que no maltrata la palabra.
Mi alborozo de niña que vive el desabrigo
para que tú la cubras con la armadura de tu pecho.
O con la mano aérea del que va de viaje
porque su sangre submarina jamás se detiene.
La fiebre de mis noches con duendes y fantasmas
y la virginal lluvia del río más oculto.
Que a nivel del aire, de la tierra y el fuego,
el vientre como abanico despliega.
La espalda donde bordas tus manos
hinchadas de oleaje, de nubes y de dicha.
La pasión con que te desgarras
en el lecho del mismo torrente inabarcable
como si el mismo corazón se te hiciera líquido
y escapara de tu boca como un mar sediento.
El manojo de mis pies
despiertos andando sobre el césped.
Como si trémulos esperaran la inexpresada cita
donde sólo por el silencio quedaron las cadenas rotas.
Y en tus dedos apresado el apremio de la vida
que en libertad dejó tu sangre,
aunque con su cascada, con su racha,
los árboles del deshielo, algo de ti mismo destrozaran.
La cabellera que brota del aire
en líquidas miniaturas irrompibles
para que tus manos indemnes hagan nido
como en el sexo mismo de una rosa estremecida.
La entraña donde te sumerges como buscando estrellas
o el sabor a polvo que hará fértiles nuestros huesos.
La boca que te muerde
como si paladeara ríos de aromas;
o hincándote los dientes
matizara la vida con la muerte.
El tálamo en que mides mi cintura
en suave supervivencia intransitiva,
en viaje por la espuma difundido
o por la sangre encendida humanizado
el mundo en que vivo
estremecida de gestaciones inagotables.
El minuto que me unge de auroras
o de iridiscencias indescriptibles.
Como si el ritmo de tu efluvio soberano
salvaras el instante de miel inadvertida;
o dejaras en el mágico horizonte de luces apagadas
el tiempo desmedido y remedido.
en que apresados quedaran los sentidos
y al fin ya sin idioma, desnudos totalmente.
Como si ensayando el vuelo se quemaran las alas
o por tener cicatrices se extenuaran los brazos.
La piel que me viste, me contiene y resuma,
la que ata y desata mis ramajes.
La que te abre la blanca residencia de mi cuerpo
y te entrega su más íntimo secreto.
Mi vena, llaga viva, casi quemadura,
huella del fuego que me devora.
El nombre con que te llamo
para que seas el bienvenido.
El rostro que nace con la aurora
y se custodia de ángeles en la noche.
El pecho con que suspiro, el latido,
el tic-tac entrañable que ilumina tu llegada.
La sábana que te envuelve en tus horas de vigilia
y te deja cautivo en él duerme, sueño del amor.
Árbol de mi esqueleto
hasta con sus mínimas bisagras.
El recinto sombrío
de mis fémures extendidos.
La morada de mi cráneo, desgarrado lamento,
pequeña molécula de carne jamás humillada.
El orgullo sostenido de mis huesos
al que hasta con las uñas me aferro.
Mi canto perenne y obstinado
que en morada de lucha y esperanza defiendo.
La intemporal casa
que mi polvo amoroso te va ofreciendo.
El nivel del quebranto
o la herida que conmigo pudo haber terminado.
El llanto que me ha lavado
y que este pequeño cuerpo ha trascendido.
Mi sombra tendida
a merced de tu recuerdo.
Prehistoria – José Emilio Pacheco
A la memoria de Jaime Sabines
1
En las paredes de esta cueva
pinto el venado
para adueñarme de su carne,
para ser él,
para que su fuerza y su ligereza sean mías
y me vuelva el primero
entre los cazadores de la tribu.
En este santuario
divinizo las fuerzas que no comprendo.
Invento a Dios,
a semejanza del Gran Padre que anhelo ser,
con poder absoluto sobre la tribu.
En este ladrillo
trazo las letras iniciales,
el alfabeto con que me apropio del mundo al simbolizarlo.
La T es la torre y desde allí gobierno y vigilo.
La M es el mar desconocido y temible.
Gracias a ti, alfabeto hecho por mi mano,
habrá un solo Dios: el mío.
Y no tolerará otras deidades.
Una sola verdad: la mía.
Y quien se oponga a ella recibirá su castigo.
Habrá jerarquías, memoria, ley:
mi ley: la ley del más fuerte
para que dure siempre mi poder sobre el mundo.
2
Al contemplar por vez primera la noche
me pregunté: ¿será eterna?
Quise indagar la razón del sol, la inconstante
movilidad de la luna,
la misteriosa armada de estrellas
que navegan sin desplomarse.
Enseguida pensé que Dios es dos:
la luna y el sol, la tierra y el mar, el aire y el fuego,
O es dos en uno:
la lluvia / la planta, el relámpago / el trueno.
¿De dónde viene la lumbre del cielo?
¿La produce el estruendo? ¿O es la llama
la que resuena al desgarrar el espacio?
(como la grieta al muro antes de caer
por los espasmos del planeta siempre en trance de hacerse).
¿Dios es el bien porque regala la lluvia?
¿Dios es el mal por ser la piedra que mata?
¿Dios es el agua que cuando falta aniquila
y cuando crece nos arrastra y ahoga?
A la parte de mí que me da miedo
la llamaré Demonio.
¿O es el doble de Dios, su inmensa sombra?
Porque sin el dolor y sin el mal
no existirían el bien ni el placer,
del mismo modo que para la luz
son necesarias las tinieblas.
Nunca jamás encontraré la respuesta.
No tengo tiempo. Me perdí en el tiempo.
Se acabó el que me dieron.
3
Ustedes, los que escudriñen nuestra basura
y desentierren puntas
de pedernal, collares de barro
o lajas afiladas para crear muerte;
figuras de mujeres en que intentamos
celebrar el misterio del placer
y la fertilidad que nos permite seguir aquí contra todo
-enigma absoluto
para nuestro cerebro si apenas está urdiendo el lenguaje-,
lo llamarán mamut.
Pero nosotros en cambio
jamás decimos su nombre:
tan venerado es por la horda que somos.
El lobo nos enseñó a cazar en manada.
Nos dividimos el trabajo, aprendimos:
la carne se come, la sangre fresca se bebe,
como fermento de uva.
Con su piel nos cubrimos.
Sus filosos colmillos se hacen lanzas
para triunfar en la guerra.
Con los huesos forjamos
insignias que señalan nuestro alto rango.
Así pues, hemos vencido al coloso.
Escuchen cómo suena nuestro grito de triunfo.
Qué lástima.
Ya se acabaron los gigantes.
Nunca habrá otro mamut sobre la tierra.
4
Mujer, no eres como yo
pero me haces falta.
Sin ti seria una cabeza sin tronco
o un tronco sin cabeza. No un árbol
sino una piedra rodante.
Y como representas la mitad que no tengo
y te envidio el poder de construir la vida en tu cuerpo,
diré: nació de mí, fue un desprendimiento:
debe quedar atada por un cordón umbilical invisible.
Tu fuerza me da miedo.
Debo someterte
como a las fieras tan temidas de ayer .
Hoy, gracias a mi crueldad y a mi astucia,
labran los campos, me transportan, me cuidan,
me dan su leche y hasta su piel y su carne.
Si no aceptas el yugo,
si queda aún como rescoldo una chispa
de aquellos tiempos en que eras reina de todo,
voy a situarte entre los demonios que he creado
para definir como El Mal cuanto se interponga
en mi camino hacia el poder absoluto.
Musa – Roberto Bolaño
Era más hermosa que el sol
y yo aún no tenía 16 años.
24 han pasado
y sigue a mi lado.
A veces la veo caminar
sobre las montañas: es el ángel guardián
de nuestras plegarias.
Es el sueño que regresa
con la promesa y el silbido.
El silbido que nos llama
y que nos pierde.
En sus ojos veo los rostros
de todos mis amores perdidos.
Ah, Musa, protégeme,
le digo, en los días terribles
de la aventura incesante.
Nunca te separes de mí.
Cuida mis pasos y los pasos
de mi hijo Lautaro.
Déjame sentir la punta de tus dedos
otra vez sobre mi espalda,
empujándome, cuando todo esté oscuro,
cuando todo esté perdido.
Déjame oír nuevamente el silbido.
Soy tu fiel amante
aunque a veces el sueño
me separe de ti.
También tú eres la reina de los sueños.
Mi amistad la tienes cada día
y algún día
tu amistad me recogerá
del erial del olvido.
Pues aunque tú vengas
cuando yo vaya
en el fondo somos amigos
inseparables.
Musa, a donde quiera
que yo vaya
tú vas.
Te vi en los hospitales
y en la fila
de los presos políticos.
Te vi en los ojos terribles
de Edna Lieberman
y en los callejones
de los pistoleros.
¡Y siempre me protegiste!
En la derrota y en la rayadura.
En las relaciones enfermizas
y en la crueldad,
siempre estuviste conmigo.
Y aunque pasen los años
y el Roberto Bolaño de la Alameda
y la Librería de Cristal
se transforme,
se paralice,
se haga más tonto y más viejo
tú permanecerás igual de hermosa.
Más que el sol
y que las estrellas.
Musa, a donde quiera
que tú vayas
yo voy.
Sigo tu estela radiante
a través de la larga noche.
Sin importarme los años
o la enfermedad.
Sin importarme el dolor
o el esfuerzo que he de hacer
para seguirte.
Porque contigo puedo atravesar
los grandes espacios desolados
y siempre encontraré la puerta
que me devuelva
a la Quimera
porque tú estás conmigo,
Musa,
más hermosa que el sol
y más hermosa
que las estrellas.
Asunción de ti – Mario Benedetti
1
Quién hubiera creído que se hallaba
sola en el aire, oculta,
tu mirada.
Quién hubiera creído esa terrible
ocasión de nacer puesta al alcance
de mi suerte y mis ojos,
y que tú y yo iríamos, despojados
de todo bien, de todo mal, de todo,
a aherrojarnos en el mismo silencio,
a inclinarnos sobre la misma fuente
para vernos y vernos
mutuamente espiados en el fondo,
temblando desde el agua,
descubriendo, pretendiendo alcanzar
quién eras tú detrás de esa cortina,
quién era yo detrás de mí.
Y todavía no hemos visto nada.
Espero que alguien venga, inexorable,
siempre temo y espero,
y acabe por nombrarnos en un signo,
por situarnos en alguna estación
por dejarnos allí, como dos gritos
de asombro.
Pero nunca será. Tú no eres ésa,
yo no soy ése, ésos, los que fuimos
antes de ser nosotros.
Eras sí pero ahora
suenas un poco a mí.
Era sí pero ahora
vengo un poco de ti.
No demasiado, solamente un toque,
acaso un leve riesgo familiar,
pero que fuerce a todos a abarcarnos
a ti y a mí cuando nos piensen solos.
2
Hemos llegado al crepúsculo neutro
donde el día y la noche se funden y se igualan.
Nadie podrá olvidar este descanso.
Pasa sobre mis párpados el cielo fácil
a dejarme los ojos vacíos de ciudad.
No pienses ahora en el tiempo de agujas,
en el tiempo de pobres desesperaciones.
Ahora sólo existe el anhelo desnudo,
el sol que se desprende de sus nubes de llanto,
tu rostro que se interna noche adentro
hasta sólo ser voz y rumor de sonrisa.
3
Puedes querer el alba
cuando ames.
Puedes
venir a reclamarte como eres.
He conservado intacto tu paisaje.
Lo dejaré en tus manos
cuando éstas lleguen, como siempre,
anunciándote.
Puedes
venir a reclamarte como eras.
Aunque ya no seas tú.
Aunque mi voz te espere
sola en su azar
quemando
y tu sueño sea eso y mucho más.
Puedes amar el alba
cuando quieras.
Mi soledad ha aprendido a ostentarte.
Esta noche, otra noche
tú estarás
y volverá a gemir el tiempo giratorio
y los labios dirán
esta paz ahora, esta paz ahora.
Ahora puede venir a reclamarte,
penetrar en tus sábanas de alegre angustia,
reconocer tu tibio corazón sin excusas,
los cuadros persuadidos,
saberte aquí.
Habrá para vivir cualquier huida
y el momento de la espuma y el sol
que aquí permanecieron.
Habrá para aprender otra piedad
y el momento del sueño y el amor
que aquí permanecieron.
Esta noche, otra noche
tú estarás,
tibia estarás al alcance de mis ojos,
lejos ya de la ausencia que no nos pertenece.
He conservado intacto tu paisaje
pero no sé hasta dónde esté intacto sin ti,
sin que tú le prometas horizontes de niebla,
sin que tú le reclames su ventana de arena.
Puedes querer el alba cuando ames.
Debes venir a reclamarte como eras.
Aunque ya no seas tú,
aunque contigo traigas
dolor y otros milagros.
Aunque seas otro rostro
de tu cielo hasta mí.
Otros cinco poemas para Cris – Julio Cortázar
I
Todo lo que precede es como los primeros momentos
de un encuentro después de mucho tiempo:
sonrisas, preguntas, lentos reajustes.
Es raro, me pareces menos morena que antes.
¿Se mejoró por fin tu tía abuela? No, no me gusta
la cerveza. Es verdad, me había olvidado.
Y por debajo, montacargas de sombra, asciende despacio otro
presente. En tu pelo empiezan a temblar las abejas, tu mano
roza la mía y pone en ella un dulce algodón de humo. Hueles
de nuevo a sur.
II
Tienes a ratos
la cara del exilio
ese que busca voz en tus poemas.
Mi exilio es menos duro,
le sobran las defensas,
pero cuando te llevo de la mano
por una callecita de París
quisiera tanto que el paseo se acabara
en una esquina de Montevideo
o en mi calle Corrientes
sin que nadie viniera
a pedir documentos.
III
A veces creo que podríamos
conciliar los contrarios
hallar la centritud inmóvil de la rueda
salir de lo binario
ser el vertiginoso espejo que concentra
en un vértice último
esta ceremoniosa danza que dedico
a tu presente ausencia.
Recuerdo a Saint-Exupéry: «El amor
no es mirar lo que se ama
sino mirar los dos en una misma dirección».
Pero él no sospechó que tantas veces
los dos mirábamos fascinados a una misma mujer
y que la espléndida, feliz definición
se viene al suelo como un gris pelele.
IV
Creo que no te quiero,
que solamente quiero la imposibilidad
tan obvia de quererte
como la mano izquierda
enamorada de ese guante
que vive en la derecha.
V
Ratoncito, pelusa, medialuna,
caleidoscopio, barco en la botella,
musgo, campana, diáspora,
palingenesia, helecho,
eso y el dulce de zapallo,
el bandoneón de Troilo y dos o tres
zonas de piel en donde
hace nido el alción,
son las palabras que contienen
tu cruel definición inalcanzable,
son las cosas que guardan las sustancias
de que estás hecha para que alguien
beba y posea y arda convencida
de conocerte entera,
de que sólo eres Cris.