Si bien Colombia siempre ha sido un hervidero de grandes propuestas sonoras, epicentro mundial de la mejor cumbia del mundo y un ejemplo constante de cómo el talento y las identidades más arraigadas pueden encontrar un cauce genuino con las influencias más diversas del resto del mundo, su cosmos más alternativo y propositivo había pasado por una suerte de hiato, el cual dibujaba algo así como una suerte de hoyo negro desde finales de los noventa a la fecha. Hasta hace poco.

Así, tuvieron que pasar prácticamente dos décadas para que tuviéramos noticias realmente frescas del poderío colombiano, y no es que los Aterciopelados, Superlitio o La Pestilencia fueran la panacea ni lo peor de la tierra de las champetas, el bullarengue, el porro y el son sabanero y palanquero, pero hasta principios de los 2000 poco le habían dado en el clavo.

Sucede con frecuencia que cuando conocemos algo interesante fuera de su país, la regla indica que aquello lleva gestándose de mucho más atrás en su lugar de origen. Es así como el proyecto del músico, compositor y arreglista Eblis Álvarez, Meridian Brothers, data de 1998 a la fecha, expandiéndose, desdoblándose y apuntalando lo que hoy es ya un crisol sonoro en sí mismo, una suerte de árbol ramificado e interseccionado en varios injertos, que hoy son el referente más certero de la pléyade de músicos más arriesgados e interesantes de Colombia, quienes recuperan, procesan y regurgitan de forma suprema y genuina, por decir lo menos, las bases de su folclor, sin miedo a pasarlo por el tamiz del rock, la psicodelia, el jazz, el punk o el metal y más allá…mucho, mucho más allá y de vuelta.

Autogestión, arriesgue, chingo de trabajo y mucha visión sobre lo que se desea escuchar, es lo que nos han entregado algunos de los proyectos más poderosos y cada vez más recurrentes. Mange, Ojeda, Galeano y el mismo Álvarez son el caleidoscopio musical infinito por el cual atraviesa la luz de un sinfín de proyectos maravillosos, proyectando las múltiples formas de la música colombiana contemporánea.

Aquí compartimos las ocho claves principales para entrarle al cosmos colombiano del futuro, cosa que es sólo una contraseña de partida hacia nuevos horizontes.

Porro con sábanas: 8 claves musicales del presente colombiano

1. Meridian Brothers

Resulta peculiar rastrear la evolución de Meridian Brothers, hoy un quinteto articulado por Eblis Álvarez, César Quevedo, Mauricio Ramírez, Alejandro Forero y María Angélica Valencia. Su sonido ha ido y regresado desde las postrimerías de la cumbia y el rock psicodélica, pasada por una purificación experimental contemporánea, siempre con el espíritu tropical en constante prueba de resistencia. Incluso, en fechas más recientes se han estado metiendo en la cocina cochifrita de la salsa bogotana. Siempre con humor y una calidad compositiva y ejecutoria que no ha hecho sino mejorar a pasos agigantados. Grandes bribones. Sello de calidad.

 

https://www.youtube.com/watch?v=KhdMqT6wDnQ

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2. Los Pirañas

Hace casi dos décadas vio la luz el primer trabajo de Los Pirañas, un rostro más agreste y roquero proveniente del talento de Eblis Álvarez, Mario Galeano y Pedro Ojeda, quienes encarnan a su vez una búsqueda y transformación de sus raíces en una jungla espesa, harto viajosa, con la cumbia por delante.

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3. Chúpame el Dedo

Este es el rostro tropical de la oscuridad, una humorada bien en serio sobre satanás. Si el metal y su cosmogonía cayera por error en un balde turbio e hirviente de influencias cumbieras, y Eblis Álvarez y Pedro Ojeda fueran los brujos-cocineros obtendríamos como resultado la razón de ser de Chúpame el Dedo, quienes de paso han lanzado recientemente uno de los mejores discos de música hecha en América Latina de 2019.

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4. Romperayo

Quizás la cara más frenética y poderosa del universo de Pedro Ojeda, quien comanda desde la batería y lleva a este proyecto hasta la locura, con una mezcla dura de cumbia no menos rocosa, una psicodelia setentera bien sabrosa de su teclado (Ricardo Gallo) y unas guitarras que lo mismo vendrían bien en un rock cincuentero rompeculos que en las espuelas de una improvisación jazz de la escuela neoyorquina. Delicia análoga a mil por hora. Cumbia punkeada o punk devorado por la cumbia, una locura. Este año también le cayeron con nueva producción que seguro nos va a durar lo que le queda al 2019.

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5. Ondatrópica

Con una visión global y amplia del limbo tropical, en donde la negritud se encuentra en una sintonía completamente accesible, este proyecto fue orquestado originalmente por el productor Will Holland (Quantic) y Mario Galeano, pero con frecuencia abre sus puertas a la participación de entes sonoros como Juan Carlos Puello, Luis Bravo, o Rafael Benítez. La genialidad aquí es que Galeano contribuye mucho a hacer de lo a veces críptico o enraizado algo completamente afable y directo. Cuerpo, inteligencia y corazón en frecuencias que viajan en lanchita por los siete mares.

Porro con sábanas: 8 claves musicales del presente colombiano

6. Frente Cumbiero

Justo como su nombre lo indica, esto es cumbia como máquina de guerra. Algo así como que el baile sea la bala y la música el fusil. Mario Galeano encabeza con soltura, tino e ingenio una reconfiguración brutal, a veces al lado de Marco Fajardo y a veces con la participación de otros, Eblis incluído, para darle vida a uno de los combos más poderosos de su género en la actualidad: Frente Cumbiero.

Proyecto letrado, instruido y nada forzado que de alguna manera sirve como un mapa imersivo para comprender los linderos de la cumbia y sus conecciones con el reggae, el dub o eso que al final Galeano tiende a llamar la guaracha transnacional.

Porro con sábanas: 8 claves musicales del presente colombiano

7. Ensamble Polifónico Vallenato

Este es de los menos sonados pero de los más emblemáticos y longevos. La leyenda versa más o menos así: Mario Galeano se iba en bus hasta la universidad cuando entró al departamento de música de la Javeriana a finales de los noventa. Los trayectos, que duraban cerca de una hora de ida y otra de regreso, iban acompañados por los últimos hits vallenatos de Los Diablitos o Las Diosas del Vallenato, aunque también le pegaba macizo el rock progresivo, al igual que sus compañeros de carrera Pedro Ojeda, Eblis Álvarez y Javier Morales.

La génesis del proyecto es y parece ser la misma en todas las mutaciones polimórficas de su cosmos creativo: subvertir las postrimerías tropicales, dándole una forma ruidosa y atonal a las cosas. ¿El resultado? Cinco piezas provenientes de finales del 99 y los albores del 2000 con un matiz completamente experimental, pesado y por momentos ácido desde el folclor colombiano más arraigado, hoy vista como una piedra angular de culto.  

8. El Ombligo

No es rabia jazzera del Tonic, hermano; es cumbia salvaje jazzeada desde el Matik-Matik, marica. Santiago Botero, Ricardo Gallo y Pedro Ojeda potencian esta hermosa brutalidad proveniente desde el catálogo más excelso de Festina Lente, uno de los sellos más increíbles y sui generis de toda América Latina, con sesgo experimental y avant garde. Sí, también bien pinche y amorosamente colombiano.

En el caso de El Ombligo hay cumbia, free jazz, vallenato sabanero e improvisación. El proyecto que comanda Botero transfigura el rostro del universo de figuras como Landero y lo conecta con las espuelas de reminiscencias Tzadik, a través de algunos de sus partícipes intermitentes como Marco Fajardo, María Valencia, Kike Mendoza o Juan Ignacio Arbaiza, entre otros.

Resulta maravilloso hablar del momento de bonanza cultural que sigue más vigente que nunca en el subterráneo bogotano, porque ineludiblemente se habla de una escena pujante con personajes maravillosos del calibre de Benjamin Calais y el Matik-Matik, de músicos increíbles como Damián Ponce, César Quevedo, Alejandro Forero o combos como el de Kike Mendoza Trío o Asdrubal. También de sellos como La Distritofónica o el trabajo periodístico imprescindible de Luis Daniel Vega hasta llegar a los recientes puentes tendidos entre Colombia y España, como lo hecho entre Eblis y El Niño de Elche. ¡Larga vida a la Colombia musical!