Por Ricardo Pineda Aguilar | Fotos: Alejandra Arteaga

Hay algo que comparten todos los eventos de dub y drum and bass: son muy específicos y kilométricos. Su público es uno de los más fieles y segmentados en la ciudad, la del dub es una escena sana que se da cita religiosamente en los lugares más under del DF. Por ello, resultó toda una suerte de evento crucial la noche del pasado 14 de junio, en la que lo mismo fans de la música electrónica y la producción, adeptos del sonido Jamaica y morenos Rasta se congregaron al unísono para festejar lo que prometía ser una noche de las mejores noches de dub, con beats lentos, caribeños y ponedores, y un cartel de antología.

DUKAS

El primero en abrir apetito en punto de las 21:00 horas fue Dj Dukas del colectivo mexicano Bungalo Dub, quien con su selección fue amenizando lo que parecería una noche de armonía reggae, dub de alto calibre con un buen audio y mucho humo de bisteces en el anafre, al pie de la playa calurosa, remojada en cerveza fresca y espumosa. Una noche de amigos en torno a la temática jamaicana, en la que el plato fuerte correría a cargo de un inglés brutal del género (Adrian Sherwood) y el alumno más avanzado de Scratch Lee Perry, Mr. Mad Professor, consentido de casa y nombre recurrente en las mejores fiestas de dub de nuestro país.

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Dukas cumplió con tino y pertinencia. Unos consentidos del sello Steppas haría su aparición en punto de las 21:50 horas. Dub Dinasty comenzó a prender la vibra, el Plaza Condesa llegaba poco a poco al 50 por ciento de su capacidad y el baile eterno ya se veía venir. También el olor y humo de los bisteces haría su tímida aparición en un lugar en el que muchos asiduos con dreadlocks se percibían un tanto sacados de onda, fuera de lugar.

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El combo de veteranos del Roots y Dub, Alpha & Omega, aunados a la maestría de un joven Alpha Steppa calentaron macizo sólo medianamente. El problema quizás fue la vibra que se vivía abajo, en donde el cuerpo de seguridad se jaloneaba violentamente con algunos comensales fans del bisteck. Históricamente, el dub es una música que en su lógica misma y sonido lleva un maridaje con los bisteces y su humo. Las leyes son claras, sin embargo sería absurdo pensar que en una bisteciza no habría bisteces. La tensión cohibió a los fumadores tímidos y muchos comenzaron a verse impacientes ante el set largo de veras de Dub Dinasty, invariable, sumamente repetitivo. Sólo los fans de hueso colorado lo aguantaron.

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Ya para las 23:30 horas, uno de los estelares de la noche haría su aparición detrás de unos controles sumamente complejos. El inglés Adrian Sherwood, discreto en sus formas levantaría el humo del anafre y pondría a todo el Plaza en sintonía con las capas sonoras y rítmicas. Sherwood es un elegante dj y polimórfico productor. No se limita a la “pureza” de un set bailable; de repente mete bichos ajenos al dub, algo de su electrónica inteligente para no variar sin perder el hilo. Es impresionante ver, escuchar y sentir el dub pervertido y deconstruido de Adrian, leyenda viviente que sigue manteniendo ese prestigio del que es poseedor. Para entonces, la bisteciza había alzado vuelo y parecía que la seguridad se había sensibilizado con el hecho de que la combinación dub-bisteck-playa nunca puede salir mal. Quizás alguien subido de copas, tal vez, pero alguien hasta el tope de “bisteck”, jamás.

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Impresionante Sherwood, su versión de “Black Panta” de Lee Scratch & The Upsetters fue magistral, bajando aún más el beat, para meter un zape de velocidad con un jungle de alto calibre pasada la media noche. La hora mágica de Sherwood sería memorable y dejó a todos bien atentos para las clases del “Profesor Chiflado”.

Con un Plaza Condesa ya medio borracho y lleno de bisteces, el Mad Professor llegó con su emblemático foquito en la frente y su buen humor para dar cátedra de dub al público cansado pero aguerrido. Como mencionamos al inicio, el Professor quizá ya no sea novedad entre los asiduos recurrentes a las noches de dub en nuestra ciudad. Sin embargo, al Mad Professor se le sigue queriendo en el DF, y mucho. Porque deconstruye con maestría, porque es un artesano de la consola y confecciona cuidadosamente ese dub que él solo sabe hacer, siempre imitado pero con una impronta genuina.

Al final, la fidelidad demostró por qué el reggae es más una cultura y una suerte de religión (en el sentido más positivo del término), que un solo género musical capaz de mover masas. El dub no; el dub mueve otras fibras que no son multitudinarias y que no prepondera otro tipo de cosas, como el costo del boleto, lo ajeno de un lugar físico o las dificultades para tener una buena bistecisa. El dub se para de pie solo y por debajo de la tierra.