Fotos: Miguel Ángel Luján

Hay mujeres a las que se les permite de todo y no abusan de esas libertades, incluso se lo merecen. Charlyn Marshall, alias Chan, alias Cat Power, tenía un par de años sin presentarse en nuestro país (la última fue en aquel Corona Capital de 2012 y la primera en 2006 en el desaparecido Ex Nafinsa) y algunos ayeres sin pisar escenario alguno. Una de nuestras cantantes favoritas había dejado un extraño sabor de boca desde aquel difícil e irregular Sun, último placazo con algunos temas interesantes que la trajo por acá. Paciencia, tesón y buenas canciones es lo que nos hizo permitirle a Chan darse la licencia de tocar un lunes frío de diciembre en plan solista.

Cat Power en El Plaza

Los asistentes parecían poco entendidos o entusiastas, sin embargo bastaron un par de acordes para que El Plaza Condesa se fuera nutriendo de a poco pasadas las diez de la noche, y se entregara al embrujo de una Cat Power que venía sola en escena, con toda la disposición de entregar una de esas noches irrepetibles y kilométricas como sólo ella sabe dar, acompañada tan sólo de su piano de cola y dos guitarras.

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Noche de sorpresas: Chan está embarazada, lleva seis meses y todo comentario y canción son a flor de piel; esa magia interna que sólo las madres pueden experimentar decantó en un set variado, entregado, desgarrador a ratos y muy ad hoc con la intimidad que permeaba en El Plaza. Cat Power sabe ir del Sun al The Greatest, y hasta el oscuro y maravilloso Moon Pix, y de vuelta sin que se sienta en vivo el paso de estilos, acordes y matices. De hecho Chan hace parecer toda su presentación como un devenir natural, una sola canción que abreva del blues más negro y la balada más dolida, como su periplo dramático de vida, sus nervios con los que no deja de luchar arriba de la tarima, sus constantes irregularidades técnicas y disculpas ante el público, que ya son marca de casa en ella. Son parte de su corpus artístico, no importa. Esas licencias se compensan con el embrujo en vivo.

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Un set de primerísimo orden a dos micrófonos, como era su vieja usanza de joven, entro recio y sin decir agua va para después pasarse al piano y sumergirnos en su mood enrarecido, interviniendo con comentarios políticos pertinentes, criticando la abulia de un público que sólo va  a escucharla cantar pero sin ser descortés con el mismo. Chan cambia de sitio su ya clásica taza de té y arremete de nuevo: “Maria”, “Colors and The Kids”, “The Greatest”, “I don´t Blame You”, todo es sentimiento a flor de piel, bajar montañas vocales desgarradas y avejentadas prematuramente por el cigarrillo y los viejos años de alcohol, para entregar flores entre los peñascos.

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¿Quién pidió temas para fans y quién hits? Para todos hubo, la noche fue larga y el tiempo se detuvo ante un set que alcanzó poco más de dos horas: “Say”, “Good Woman”, “The Moon” y el cerrojo de peso con “Sea of Love”. Chan entiende que los años han pasado y que si bien el artista arriba del escenario termina por asumirse como un entertainer, también tiene la opción de crear un momento especial e irrepetible, su apego con México es palpable y se entrega con todas las de la ley, denotando que está más cerca de Karen Dalton y Lal Waterson, que de Liz Phair o Iron & Wine.

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Uno no sabe lo que va a pasar, y una de las semanas más frías del inicio de fin de año comenzó con garra, dulzura y una Cat Power cambiada en muchos aspectos, cosechando en profundidad y sinceridad y dejando de lado la gloria sureña en conjunto de The Greatest, entendiendo que al final siempre ha sido ella y su voz. Increíble noche.