Fotos: Óscar Villanueva Dorantes (OVD) / Cortesía
Afuera de El Plaza Condesa, una pareja de amigos de aproximadamente 40 años está a punto de entrar al concierto de James, que empezaría en punto de las 21:00 horas. Uno le dice al otro: “estoy sorprendido, no entiendo por qué a estas alturas, una banda como James sigue siendo sold out. Sobre todo aquí”. Su amigo le espeta para hacerlo entrar en contexto: “Ah, es que aquí en México, James es una banda muy querida”.
Y es que justo el arraigo que detona Tim Booth y compañía en México, se identifica claramente en puntos neurálgicos: su álbum más conocido, Laid (1993), tiene un enganche clave con personas que hoy ya rebasan los 30 años, gente que imperó en el concierto de la noche del miércoles del 29 de marzo en El Plaza. Además, su primera visita a México en 2008 en el Auditorio Nacional sentó las bases para ser uno de los actos que serían bien recibidos a posteriori.
James se encuentra en un momento notable de su carrera. Por un lado, se encuentran cosechando el cariño de la gente, tras varios años de confeccionar grandes canciones. James son ocho tipos que desquitan el sueldo a golpe de melodías y armonías pop de forma increíbles, dispuestas a ser cantadas, emotivas. Siempre himnos ingleses de calidad. En ese sentido, el grupo logra que sus canciones puedan ser atendidas con todos los sentidos encausados a apreciarlos o para lavar ropa si se quiere hacer otra cosa.
Y es que la historia sería otra si los años se notaran como se percibe en muchas bandas que llevan más de veinte años de carrera, en donde el paso del tiempo, el deterioro de las voces y la disminución del beat son las primeras señales del declive. En su lugar, James suena mejor que nunca, claritos, amarradas, un grupo que se nota que aún ensaya y monta un espectáculo digno. Los fans mexicanos son diversa índole socioeconómica, pero todos son pasionales, como barra de futbol: gritan, cantan, toman fotos y se saben al pie de la letra las canciones.
Desde la abridora “Out to get you”, la cual tocan muy poco en esta gira, y hasta el final de las 18 piezas que tocaron ante un Plaza abarrotado, James nunca dejó un punto flojo, trabajando algunos de sus éxitos más fuertes en un sesgo acústico. La gente sólo podía corresponder de una forma, con la alegría y pasión que brinda una banda que lleva trabajándose una obra de perfil elegante sin fisuras.
Hay una división clara de públicos de James, ya que están los que se dan toda la obra y aplauden incluso los discos flojos de los últimos cuatro años, los que saben que su mejor época terminó con el Millionaires de 1999, y los que sólo se paran por los hits, ya que James si algo tiene bien identificado es que buscan siempre la canción potente, cantable, permanente e incluso radiable. Y los de Manchester tienen la solvencia y el profesionalismo suficientes como para tener contento a todos.
El set más equilibrado en la historia de James: “To my surprise”, “Curse curse”, “Ring the bells”, “Interrogation” y “Moving on” dieron pie a la gran mitad de la noche con la trilogía de potencia con “Say something”, “Trouble”, “She’s a star” y “Just like Fres Aistaire”. Una banda lista y sensible que sabe dar a su público un set de altura sin recurrir a “Laid”, su mayor éxito en su historia, pero que de alguna forma también soslaya cosas como “Runaground”. Luego se fueron para arriba con “Surfer´s song”, “Sound”, “Attention”, “Tomorrow” y “Come Home” (increíble). El cierre de un set que tuvo momentos buenos y otros no tanto pero que nunca perdió el embrujo, llegó a su fin con “Sometimes”, “Nothing but love”, “Waltzing along” y “Sit down”.
La del miércoles fue una noche sin fisuras para la gran mayoría, una de las mejores que ha dado el conjunto en nuestro país, ante un público maduro al que le gusta gritar, sonreír, beber cerveza y tomar fotos todo el tiempo. No hay problema, porque la voz se unificó, las pasiones se unieron y los amigos de siempre, los antes jóvenes de los noventa se volvieron a ver los rostros. Memorable.