Si algo define a Chase Clarke, es su capacidad para convertir lo extraño en belleza y la sombra en un lenguaje propio. Desde Halifax, Nova Scotia, este artista emergente ha construido un universo donde el rock se tiñe de estética gótica, nostalgia ochentera y una honestidad emocional que corta como un filo. Chase no le teme a la mutación: su sonido cambia, se retuerce y evoluciona, pero siempre mantiene esa esencia dramática y oscura que ya lo distingue dentro de la escena alternativa.
Conocido por su paso en proyectos como The Flakes y Acid Wash, su etapa como solista marca el inicio de una identidad más cruda y personal. Su debut con Alien Woman reveló el primer destello de este nuevo capítulo, pero fue su álbum DARKSTAR el que dejó en claro que Chase Clarke no está aquí para repetir fórmulas, sino para romperlas.
En DARKSTAR, Chase explora temas que orbitan la soledad, lo sobrenatural y el caos interno, siempre con esa vibra retro que lo conecta con el rock ochentero más inquietante. Y justo cuando parecía que ya había empujado lo suficiente los límites, llegaron los sencillos SLIVER y DON’T MIND THE SKELETONS IN MY CLOSET, donde se adentra aún más en territorios turbios, ruidosos y emocionalmente densos. Su música no se escucha: se siente como un descenso a un sótano iluminado por luces de neón rotas.
Este año, Chase presenta Ain’t My Kind of Heaven, un tema con una estética ochentera impecable, guitarras afiladas y un mood que conecta con una audiencia que busca algo más que un simple hit. Chase apuesta por atmósferas, por historias torcidas, por la vulnerabilidad envuelta en sombras.
“Ain’t My Kind of Heaven”
“DON”T MIND THE SKELETONS IN MY”
“SLIVER”
Quien entra a su universo, difícilmente sale igual.
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