Por: Raúl Salazar
¿Qué sucede cuando se mezcla un oso, cocaína y una directora que sabe lo que quiere el público? La respuesta es Cocaine Bear, una película totalmente consciente de si misma que sólo busca entretener al espectador con una trama escabrosamente ridícula. Es como si Werner Herzog filmara su versión de Grizzly Man pero esta vez con Pablo Escobear como protagonista.
La extravagante comedia del absurdo que funciona a la perfección
La historia gira en torno a un oso que ingiere accidentalmente una cantidad brutal de cocaína y se vuelve completamente loco. El caos y la sangre no tardan en aparecer en escena, creando una comedia de terror que sabe cómo lidiar con el humor y el terror durante todo el largometraje. Todo esto en un escenario de bajo presupuesto ochentero. La película tiene un concepto extravagante y un título absurdo, pero a pesar de todo, logra ser entretenida y divertida. Los momentos de farsa y los asesinatos son el sello distintivo de Cocaine Bear, una película que se regodea en el salvajismo de ver a un oso en modo Tony Montana enloquecer en Blood Mountain.
Aunque la trama puede resultar insulsa en algunos momentos, la dirección y el guión de Elizabeth Banks mantienen el ritmo acelerado y furioso de la película, logrando sorprender al espectador de manera permanente con situaciones más o menos familiares tomadas de films más convencionales.
La actuación de Keri Russell y Ray Liotta (evocando su papel en Good Fellas) añaden atractivo a esta película de serie B, demostrando que es posible hacer una película de terror con osos y cocaína sin tomárselo demasiado en serio, convirtiendo una extraña historia real en una hilarante comedia de terror.
Cocaine Bear es un ejercicio totalmente absurdo pero muy divertido. Y a pesar del lastre del último acto, donde se intenta poner seria-lacrimogena con temas familiares, Cocaine Bear es un auténtico bombazo de sangre (visceras) y comedia negra que tiene serias posibilidades de convertirse en un filme de culto.