Antes de que la electrónica mexicana tuviera nombre, escena o espacios dedicados, Titán ya estaba ocupando ese terreno con una mezcla extraña de humor, ruido, máquinas y una actitud que no buscaba caber en ningún lado. Era 1999 y, mientras muchos proyectos seguían las rutas tradicionales del rock nacional, Titán decidió moverse en la dirección contraria: sintetizadores agresivos, estructuras rítmicas que desafiaban la intuición y una estética que parecía una transmisión interceptada desde otro lugar.

No eran futuristas por pose; simplemente no pertenecían a su tiempo. Y justo por eso terminaron transformando el modo en que la música electrónica podía entenderse dentro de México.

Un sonido que funcionaba por riesgo, no por fórmula

La mezcla que proponían no respondía a reglas. Había capas electrónicas abrasivas, vocales que parecían sacadas de un experimento fallido de pop, y una manera de construir ritmo que no existía en la radio, ni en los bares, ni siquiera en los círculos alternativos más flexibles.
Ese desorden organizado, que en teoría no debería funcionar, terminó siendo su sello. Lo que para otros habría sido un accidente, Titán lo convirtió en identidad.

Lo más particular es que no buscaban validación. Su estética no partía del gusto colectivo; salía de una idea interna que se mantenía intacta aunque desconcertara a muchos. Esa independencia conceptual fue—y sigue siendo—su mayor aporte.

La influencia que se dispersó sin necesidad de anunciarse

La escena electrónica nacional no nació con una declaración; nació con proyectos que abrieron caminos sin intención de fundar nada. Titán ocupa justamente ese tipo de lugar.
Muchos proyectos posteriores adoptaron la libertad con la que abordaban el sonido, el sentido del absurdo, el juego performático y la ruptura con las estructuras pop más previsibles. No se trataba de imitarlos, sino de darse permiso de explorar sin pedir instrucciones.

La presencia de Titán funcionó como una señal: era posible hacer electrónica en México sin ajustarse a estándares internacionales ni replicar escenas europeas. Ese fue un giro importante, aunque no siempre explícito.

Un proyecto que regresa porque nunca terminó de irse

Cada reapertura en su historia trae consigo una nueva versión de la banda. No buscan reproducir lo que ya hicieron; avanzan hacia texturas distintas, producciones más densas o atmósferas más pulidas.
Cuando volvieron con Dama, quedó claro que no trabajaban desde el recuerdo, sino desde una inquietud que sigue en movimiento. El disco no miraba hacia los noventa ni hacia su propia mitología interna: estaba plantado en el presente, con una claridad estética que no necesitaba nostalgia.

En sus presentaciones en vivo se percibe esa misma lógica. No se comportan como una banda que celebra su legado; se presentan como un proyecto que sigue teniendo algo que resolver en el escenario.

Una historia que no busca cierre

Titán no encaja en los modelos tradicionales de éxito musical en México. No son un fenómeno masivo, no están diseñados para agradar y no basan su permanencia en estrategias convencionales.
Su relevancia está en otro lugar: en haber ampliado las posibilidades de lo que un proyecto mexicano podía hacer con la electrónica antes de que la electrónica fuera aceptada, comprendida o celebrada aquí.

Ese gesto —intencional o no— sigue siendo una de las grietas más importantes en la música alternativa del país. Y mientras continúen moviéndose desde esa libertad incómoda, su presencia seguirá ofreciendo una ruta distinta para quienes no quieren repetir fórmulas.

Cuernavaca Sunrise 2025: Titán, La banda que abrió un camino que México todavía sigue intentando descifrar

Este próximo 29 de noviembre, la banda ofrecerá el concierto maravilloso en formato de festival en nada más y nada menos que el Festival Cuernavaca Sunrise 2025, donde tambien podrás ver otros proyectos como Little Jesus, Caifanes, DLD, Porter y más. aún puedes ser parte de este show comprando tus boletos aquí.