Vivimos tiempos en los que mucha de la música se encuentra saturada de fórmulas y discursos vacíos, Nicolas Jaar ha logrado erigirse como un creador inclasificable. Nacido en Nueva York en 1990, pero profundamente marcado por sus raíces chilenas, ha desarrollado un lenguaje sonoro que desafía los moldes tradicionales de la música electrónica. Productor, compositor y artista conceptual, Jaar convierte el sonido en una forma de exploración emocional y también de resistencia.
Desde su debut con Space Is Only Noise (2011), el compositor ha tejido una obra cargada de simbolismo, silencios significativos y estructuras que se alejan de la convención. Lejos de la pista de baile tradicional, su música se mueve entre lo íntimo y lo político, como si cada track ocultara una carta secreta destinada al oído más atento.
Nicolas y la intimidad como código
La obra del artista se sumerge en lo íntimo sin recurrir a la confesión evidente. En discos tales como su debut o Cenizas (2020), Jaar compone con fragmentos de memoria y emoción. En “Colomb”, una voz femenina susurra en francés: “Je suis née à Medellín, Colombie”.
Se trata de su madre. Esa voz materna, repetida como mantra, se convierte en símbolo de pertenencia, de origen, de raíz. No hace falta una narrativa explícita: basta esa frase para construir un universo de nostalgia y afecto.
En “Cenizas”, Jaar expresa: “Te fuiste, me dejaste solo, en esta casa vacía”. Un lamento crudo en medio de una producción atmosférica y opresiva. El compositor no teme mostrar vulnerabilidad, pero lo hace siempre en clave, como si cada emoción fuera también una pregunta.
Lo personal que se vuelve político
El arte de esconder (y resistir). La música de Jaar no se queda en lo introspectivo: también incomoda. También señala. En Sirens (2016), su álbum más político hasta ahora, el compositor expresa su preocupación por los sistemas de poder y la memoria histórica, especialmente vinculados a la dictadura chilena. En la canción “No”, repite esa única palabra sobre un ritmo tenso: “No”. Una negación que se convierte en afirmación. Un eco del plebiscito chileno de 1988, pero también una postura ante cualquier forma de control autoritario.
En “Three Sides of Nazareth”, canta: “I see you, I see you / I see you but I don’t know who you are”. La frase suena como una reflexión sobre la vigilancia y la despersonalización. Jaar no denuncia directamente: insinúa, incomoda, perturba.
Del cuerpo al pensamiento
Incluso en su faceta más accesible, como en el proyecto Against All Logic, Jaar no abandona su mirada crítica. En el aclamado álbum 2012–2017, utiliza samples de soul y funk para componer piezas más bailables, sin perder profundidad.
En “This Old House Is All I Have”, el loop vocal repite: “This old house is all I have”. La frase, que podría sonar nostálgica, toma un matiz político al ser colocada sobre un beat que no da tregua. ¿Se trata de una historia de despojo? ¿De desplazamiento? Jaar deja que el oyente lo interprete. En su obra, la danza también puede ser denuncia.
Escuchar como acto político
Escuchar a Nicolas Jaar no es un acto pasivo. Es un ejercicio de atención, de lectura entre sonidos. El oriundo de Nueva York pero con alma latinoamericana, formación literaria y sensibilidad política ha creado una música que no solo se siente: se descifra y Jaar elige el enigma. Su lenguaje secreto no es evasión: es resistencia. Y, quizás, también una invitación para que aprendamos a escuchar de nuevo: desde lo íntimo, hasta lo político.
Prepárate para dos noches inolvidables con un evento fuera de lo ordinario
Nicolas Jaar regresa a la Ciudad de México, esta vez con una propuesta que trasciende el formato de concierto tradicional. El productor chileno-estadounidense presentará por primera vez en vivo su más reciente obra experimental, Archivos de Radio Piedras, en uno de los recintos más simbólicos de la capital: el Polyforum Siqueiros. Las fechas marcadas para esta experiencia son el 24 y 25 de julio de 2025.

Este no será un show convencional, Jaar propone una sesión de escucha, una inmersión sensorial donde el relato y la textura sonora se entrelazan en un plano casi cinematográfico.








