Fotos cortesía: Chino Lemus / OCESA
Valdría la pena preguntarse ¿qué es lo que hace inolvidable un show en vivo?, ¿qué factores entran en juego para que un concierto sorprenda y siga perdurando en la memoria? Tras un año de larga espera, Depeche Mode, una de las bandas más entrañables del público mexicano, por fin regresó a México como parte su Global Spirit Tour, en un saldo milimétrico, apoteósico y contundente, tal y como se esperaba.
Y es que rumbo a las cuatro décadas de trayectoria artística, Depeche Mode sigue sorprendiendo a hordas de aguerridos fans y nuevos adeptos, por una cosa que en apariencia luce como lo más natural pero que ha llevado años y evolución musical conseguir: traducir la esencia del synth pop en un poderío rock endiosado a la hora de montarlo en vivo.
Pocas agrupaciones como la comandada por Martin Gore, Dave Gaham y Andy Fletcher, quienes entran sin problema alguno en la cancha multitudinaria de convocatoria de los Rolling Stones, U2, Metallica o The Cure, pero que a diferencia de los antes mencionados Depeche Mode tiene la frescura electrónica como carta fuerte en sus conciertos. Amén del animal histriónico que es en vivo, y que a sus 55 años logra absorber a las multitudes para rebotar la misma energía que se le carga. Impresiona ver lo que ya se sabe: vitalidad sublimada; Gaham es una bestia sexual, es ternura cándida y demonio travieso de rango amplio y diverso. También fue comandante de otra noche atesorable, para miles de aficionados que se reunieron religiosamente la pasada noche del domingo 11 de marzo, en el primero de dos conciertos en el Foro Sol de la Ciudad de México.
Hoy en día, algunas personas prefieren la sorpresa, el error y la variedad cuando de una noche de conciertos se refiere. Pero la cancha, nivel y maestría que se maneja Depeche Mode no da pie a errores: sonido impecable, interpretación poderosa y un setlist que casi no ha cambiado un ápice en lo que va de la gira, equilibrando las certezas sin margen de error: 20 canciones, apenas una tripleta de Spirit (2017), su más reciente disco, una parte bien recargada en el Ultra de 1997 (“Home”, “It’s No Good”, “Barrel Of A Gun”, “Useless”, “Insight”), el siempre eficaz e invencible Violator (World in my Eyes, “Enjoy the Silence” y el cerrojo de peso “Personal Jesus”), entre algunos clásicos ochenteros, un par del Playing the Angel (2005) y esos dos portentos que son “Walking in my shoes” e “In your Room” del Songs of Faith and Devotion (1993).
Un show impecable que raya en lo milimétrico, sin dejar de largo la fascinación mutua entre Gaham y su público mexicano, una relación de amor que sólo se entiende en noches como la que vivimos, en la que lo sorprendente e invaluable es justo lo que se espera, lo que se conoce y se atesora, como los viejos y buenos compadres: rolas potentes que detonan una intimidad entre una multitud entregada y una banda aún consistente en su ejecución, aunque ya con sus arrugas en la voz de Gaham y Gore, con sus intervalos tranquilos cada vez más marcados. Con el gusto que da envejecer a la par, dentro de los márgenes invisibles de las certezas y la dulzura de la perfección.
Setlist:
Going Backwards
It’s No Good
Barrel of a Gun
A Pain That I’m Used To (‘Jacques Lu Cont remix’)
Useless
Precious
Play Video
World in My Eyes
Cover Me
Insight
Home
In Your Room
Where’s the Revolution
Everything Counts
Stripped
Enjoy the Silence
Never Let Me Down (‘Split Mix’)
Encore:
Strangelove
Walking in My Shoes
A Question of Time
Personal Jesus