Por: Irais Fernández y Jorge Torres
Cada vez que se hace un festival dentro de la ciudad de Puebla o Cholula es sorprendente la reacción de la gente a la que asiste a estos eventos: A veces tiene demasiada convocatoria, otras no tanta, en algunas ocasiones hasta su comportamiento es un punto reflejante de lo tan bueno o malo de seguir teniendo conciertos alternativos y no sólo quedarse con las opciones de siempre. Un buen ejemplo fue el Día de Campo Albino.
Muchos factores estuvieron inmiscuidos en el segundo festival grande que organiza está empresa poblana independiente de entretenimiento (recordando con afecto al Festival 72810), ya que esta vez se contó con 22 bandas que vinieron de diferentes partes del país: D.F., Monterrey, Guadalajara, Mexicali e incluyendo a las que locales poblanas y cholultecas.
14 horas de música nos esperaban durante un viernes donde no se contaba con un puente feriado. Estar a la expectativa de ver a tantas bandas y de diversos géneros se pintó como un buen experimento: Desde bailar con surf presentado por Santísimos Snorkels, el rock-pop de Tak, el revival de Los McAllister, el punk de Los Sex Sex Sex, los ritmos tropicales de Little Jesus, rock & roll de Comisario Pantera, la psicodelia progresiva de URSS Bajo el Árbol, el electro-folk de Verano Peligroso, la electrónica a cargo de Bufi, el synth-pop de Quiero Club, el math de Vicente Gayo hasta el pop Carla Morrison.
No nos podíamos quejar de la organización, de los alimentos, ni de los precios, ni los baños, ni nada de la logística. Tal vez el único inconveniente fue el retraso que ocasionó a las bandas empezar desde las 12:30 pm. Albino casi siempre destaca en ese ámbito, es raro cuando uno de sus proyectos no llena ese tipo de expectativas.
Algo que si debemos de resaltar es el hecho de la llegada de la gente: Pocos se citaron puntual en el Jardín El Fresno (eso se puede entender por la fecha y hora de comienzo,) pero se llegó la avalancha alrededor que llegaba la participación de Carla Morrison. Sorprendentemente, más que la actuación de la proveniente de Tecate, Baja California, muchos asistentes se comenzaban a retirar después de que la última canción de ella sonó.
Todavía en la Angelópolis se vive esto: Festivales, conciertos o actuaciones especiales que sólo buscan acercar a la gente a una escena alternativa están creciendo poco a poco en esta zona del país. Pero todavía nos encontramos en que no todos se quieren comer ese pastel. Sí, el evento tenía una carta fuerte, no lo podemos negar. Lo malo es que no hay curiosidad por entrarle a nuevos sonidos, dejarse sorprender por agrupaciones desconocidas, ni mucho menos el querer tener nueva música favorita. Eso le falta a Puebla, querer conocer.
¿Quién sabe? Tal vez alguna vez podremos ver un evento de una gran magnitud, y no sólo por las bandas. Eso queda en nosotros como aficionados a la música o simplemente como buenos espectadores que, de vez en cuando, se atrevan a arriesgarse a escuchar. Pero se está avanzando en nuestra bella urbe… Se está avanzando.