Si entraste a esa nota pensando que encontrarías información sobre la famosa cadena de yogurts o sobre esos deliciosos jugos que te compraba tu mamá saliendo de la escuela (que para empezar se llamaban frutsis, no tutti fruttis) o bien, algo que tenga que ver con golosinas o chicles, lamentamos decepcionarte, probablemente eres muy joven y no escuchaste hablar del legendario bar underground de la Ciudad de México, el Tutti Frutti. Pero, aquí mero te ponemos en contexto.
¿Qué fue el Tutti Frutti? Un legendario venue para el rock de los ochenta
Para hablar de este mítico lugar que vio nacer a grandes exponentes del rock mexicano nos remontaremos décadas atrás, en específico a los años 80’s, una época en donde no existía el internet ni el marketing por Instagram, una época en donde la banda alternativa que remaba en contra corriente a las modas de los jóvenes de ese tiempo tenía que encontrar su lugar de boca en boca, de puerta en puerta.
Brisa Vásquez de entonces 19 años y Danny Yerna de 21, quienes eran unos verdaderos fanáticos de la cultura punk y hacía poco habían podido conocer la escena en Europa, decidieron abrir este espacio para poder compartir sus gustos.
El Tutti Frutti fue ese recinto que le dio lugar a todos aquellos que amaban la música, y no nos referimos a “amar la música” como se entiende hoy en día, los autodenominados “alternativos” y “melómanos” de ese entonces eran esa bandita que se dedicaba a buscar la versión de vinilo más extraña de ese disco de grudge noruego que nadie conocía, en esa época la gente que asistía al Tutti Frutti no sólo iba por las bandas que se presentaban, había un interés genuino por platicar sobre música underground e intercambiar experiencias con los compitas que te encontrabas por ahí, era un lugar seguro para todos aquellos que se querían salir del molde, un lugar alternativo en su máxima expresión.
Aquí cabían todos aquellos que no encontraban donde encajar, donde escuchar música que no estaba en ningún lugar, aquí se gestaron los sonidos que eventualmente consolidaron la escena del rock nacional.
En espacio seguro para lo alternativo
Ubicado en la colonia Lindavista en el 5130 de la Av. Politécnico, justo arribita del restaurante “Apache 14” operó el bar Tutti Frutti, este recinto se volvió parte de la cultura mexicana no sólo por el misticismo que conllevaba llegar a él (pues no todas las personas sabían su ubicación exacta) incluso en los volantes que el bar utilizaba como marketing en la época sólo había una pequeña leyenda que decía “búscanos”, y en efecto sólo pocos se decidían a emprender la búsqueda del lugar, sólo aquellos que realmente estaban interesados en la música) o por su carácter clandestino (que muchas veces daba pie a múltiples actividades que no te imaginarías que pasarían en un bar, como perforarte o tatuarte adentro del recinto) sino porque era el punto de encuentro de mucha gente que buscaba ser escuchada y comprendida.
Básicamente el Tutti Frutti fue para la CDMX lo que el CBGB era para Nueva York.
El Tutti también fue punto de encuentro para muchas otras personas que luego serían claves para la cultura en México, como pintores, escultores, cineastas, fotógrafos, bailarinas, actrices y actores.
Las personas venían de todos lados de la ciudad para convivir con bandita que era igual que ellos, era un lugar en dónde todos ahí compartían algo, su espíritu alternativo, y esto mismo dio paso a que no sólo los asistentes del bar se sintieran cómodos en su propia piel, incluso los músicos encontraron un lugar de exposición para el arte que parecía no tener cabida en esa época, bandas como Café Tacvba, La Maldita Vecindad, Las Insólitas Imágenes de Aurora, entre otras, tuvieron sus primeras presentaciones en este lugar, sentando los precedentes para lo que pronto sería el boom del rock mexicano.
El final de una era
Sin embargo, como todo en esta vida, los tiempos cambiaron y la clandestinidad del bar (y el ascenso de otros géneros musicales) poco a poco comenzó a cobrar factura, volviéndose el ambiente más violento de lo que los asistentes y los organizadores podían tolerar. El Tutti Frutti cerró sus puertas a principios del año 93, marcando a toda una generación de morros y morras rebeldes y alternativos que llevarían su recuerdo como una leyenda en la cultura colectiva mexicana. Si te interesa sabe más sobre este lugar que unió muchas personas a lo largo de 8 años puedes consultar el documental “Tutti Frutti: El templo del underground” que habla a profundidad sobre todas las dinámicas que ocurrían fuera y dentro de este gran lugar.