Con la celebración de la vigésima edición del Festival Vive Latino en puerta, es necesario regresar a la raíces y recordar su origen, mismo que lo tiene ahora como el festival más importante de México; sí, es probable que les atraiga más el discurso y la personalidad de otros, pero su trascendencia es innegable.
Ahora la oferta de festivales es muy grande, a lo largo del año sobran opciones, y eso tal vez es un sinónimo de lo sana que está la escena, aunque no sabemos hasta cuando será demasiado.
En 1998 el contexto era totalmente diferente, lejos de redes sociales y con la inmediatez cocinándose, era momento de reconocernos, de que la música latinoamericana se apropiara de algo y por qué no, al mismo tiempo, gestar un gran negocio, y así salió a luz el primer cartel del Vive Latino.
“¡Dos días de puritito rocanrol!” era la leyenda que se leía en el cartel, mientras que los rostros de los protagonistas lo adornaban, presumía que además de música, los asistentes disfrutarían de pantallas gigantes (algo común ahora), la presencia del Tianguis Cultural del Chopo, una exhibición de patinetas (Vans Warped Tour), y que la música se disfrutaría en tres escenarios, todo esto en el Autódromo Hermanos Rodríguez y el Foro Sol.
Sobre las bandas que se presentaron, era espectacular, el mismo cartel puede repetirse ahora y muchos estarían satisfechos (saque usted sus conclusiones), el viernes 28 de noviembre se apoderaron de los escenarios, Control Machete, Illya Kuryaki and The Valderramas, Molotov, Café Tacvba, Titán, Tijuana No entre otros.
Mientras que el domingo sobresalía la presencia de Los Tres, Santa Sabina, Julieta Venegas, Juan Perro, Miguel Mateos, El Tri, La Gusana Ciega o Ritmo Peligroso.
Al final, esta primera edición fue un éxito, si bien hubo problemas de logística, como la falta de agua, se podía entender, se estaba empezando a hacer festivales de esta clase, y de alguna manera había que aprender, de igual forma el público tuvo que ir mutando, ya que en las primeras ediciones hubo abucheos, insultos y muestras de intolerancia para algunos artistas, como Natalia Lafourcade quien tuvo que bajar del escenario en 2003 por la basura que le aventaban y sin embargo en este momento es muy querida y necesaria para el festival, ahora vivimos las presentaciones de Los Ángeles Azules, Los Tigres del Norte o Bronco con tremendo éxito; el festival y el público han ido madurando.
Pero el Vive Latino no solo representa los inicios de los festivales en México, si no va más allá, es sinónimo de la profesionalización del rock en este país, de darle a las bandas las condiciones necesarias para una buena presentación, fue empezar a consolidar la industrialización del nicho, ahora disfrutamos de los frutos de eso, aunque todavía hay mucho en qué trabajar. ¡Larga vida el festival!