En pleno 2019 se dice que el punk murió y por instantes pareciera ser cierto. En las calles ya no se ve tan constantemente chicos con moicanos de dos pisos, botas negras y muchos estoperoles o chicas con falda militar y medias rotas. Aunque debemos decir que solo estaban ocultos bajo un horario Godín.
La prueba fue él show de Bad Religion en Pepsi Center. Para comenzar rompiendo las reglas nos citaron en lunes, a las 7 de la noche se abrieron las puertas. En las afueras los típicos puestos de merch esperaban un público que parecía no llegar. Los que arribaron temperaron entraron directo al lugar, resguardándose del frío.
Así se vivió el show de Bad Religion en el Pepsi Center
En las cercanías estaban otros más buscando una cerveza de un Oxxo. Muchos recordando tiempos en que hacían eso sin preocuparse por el policía que aquejaba la esquina o la mañana siguiente en la que tienen que trabajar. El Pepsi Center empezó a llenarse de bullicio, aquellos digital boys ya no eran adolescentes pero con suerte habían sacado sus mejores outfits con botas militares después de su trabajo, los que no, llegaban con lo contrario a lo que cantaron esa noche.
No importaba como, todos estaban listos para ver a Greg Graffin y compañía y adentro la cerveza les había hecho olvidar las responsabilidades de un lunes. Grupos de amigos se reencontraban para ponerse al día mientras de fondo DeNalgas nunca encontró la generación a la que está acostumbrados.
Entre los asistentes la escena musical mexicana también se dio cita desde María Daniela hasta La Tremenda Korte. Todos atentos a lo qué pasaba en un escenario que aunque ya han pisado lucia muy diferente. En el escenario 5 hombres mayores de 50 saludaban un público que no llenó el foro pero lo inundó de energía.
La noche avanzaba y Greg cada vez intentaba hablar más en español comenzado con un simple hola, hemos vuelto. Hasta un “son un público genial” cada palabra pronunciada en español alebrestaba a un público que ya se había quitado la camisa y entraban al slam.
Esos círculos abiertos tenían el suelo lleno de cerveza pero a todos con el puño en alto. Era gracioso observar que aquellos valientes ya no eran los chavos sin miedo, algunos más Niño siquiera tenían la capacidad respiratoria para seguir adentro pero aunque con cansancio y dificultades se quedaban ahí para resguardar el pedacito de pasado que les regalaron. Los más prudentes fueron saliendo con sus dolores a empujar aunque fuera desde las orillas.
Así, entre cerveza, botas militares y punks que se han convertido en oficinistas, Bad Religión dio un recordatorio de lo necesario que sigue siendo el punk en el mundo pero sobre todo que vale la pena sacrificar unas horas del lunes para volver a conectar con eso.