Y en el teatro Metropólitan, con sendas fechas impecables, como ha sido la regla desde hace décadas. Las presentaciones en México del que quizás sea hoy en día el baluarte supremo del rock progresivo vivo por antonomasia han sido algo que supera con creces una tradición o un ritual; hablamos de una cofradía de enterados y apasionados, especialistas del detalle y exigentes de las minucias, es un porcentaje considerable de los adultos aferrados del Tianguis del Chopo, sus hijos, músicos y rockeros que, sin importar la cantidad de las fechas o incluso la calidad, están al pie del cañón para los despliegues y expansiones del corpus creativos de “el rey carmesí”.
Aunque por la calidad, hablando del nivel de ejecución y sonorización de Robert Fripp y compañía, la repetición del set no es un problema mayor, al contrario: para los fans, ver la ejecución en vivo de nueva cuenta de “Indiscipline”, “Epitaph”, “The Court of the Crimson King”, es una oportunidad más de apreciar la maestría, el detalle y la grandeza de las mejores composiciones jamás hechas, amén del conocimiento y el desborde de calificativos y elogios.
King Crimson es insuperable e incuestionable, y esa sea quizás su virtud pero también su “fisura”, que ante los fans aguerridos sólo hay amor y perfección, pero en perspectiva podríamos decir que esta última temporada estuvo un poco más… desgarbada, por decirlo de algún modo.
Un set casi idéntico al de su pasada visita, a mediados de 2017, con tres baterías poderosas al frente, una alineación de lujo (aunque no como aquella icónica cuando estaba Bill Bruford y Adrian Belew) y un set poderoso, que aunque sustituye baladas por íconos (la primera fecha sin “21st Century Schizoid Man” sí se resintió), mantiene sin un ápice de diferencia la experiencia completa: mismos gags, mismo orden e incluso mismas bromas para los locales (“tequila”).
Y no es que ello tenga un ápice de queja, vamos, se entiende: King Crimson es un ente mayor de precisión y calidad, hacer cambios bruscos al set o el orden implica un esfuerzo y recursos notables. Y si el de la banda inglesa es un público fiel, entregado y de nicho, no hay mayor problema no tema sobre la mesa, ya que las leves imperfecciones y dislocaciones no premeditadas son acogidas incluso con gusto.
Sin embargo, y lo hemos apuntado en varias ocasiones, en un nuevo contexto en donde las herramientas tecnológicas y la sobreoferta abruman y difuminan a partes iguales, la singularidad y la diferencia es un activo superior y considerable. Es decir: hablar hoy en día de un concierto inolvidable, un festival histórico o una presentación legendaria, es en sí mismo una anomalía sobre la regla.
Fue quizás ese intervalo corto lo que no dio tregua al extrañamiento, sumado a un set casi a calca y una cofradía entregada y desperdigada sobre las butacas de Metropolitan, lo que dio al traste con una concierto, sí de suma calidad, pero de menor contundencia respecto a las visitas anteriores. Y en ocasiones la vida es así, incluso con aquellas cosas que prometen ser perfectas. Aunque, de acuerdo con los doctores en la materia, el verdadero diablo está en los pequeños detalles, cambios de intro y cadencias. Ojalá la vida nos dé para ver de nueva cuenta al rey, con otro traje y otras verdades. Y recordar que, los puntos flojos también son parte de la contundencia.
Setlist, viernes 23 de agosto de 2019, Teatro Metropólitan
Set 1
1.Larks’ Tongues in Aspic, Part One
2.Suitable Grounds for the Blues
- Red
- Epitaph
- Larks’ Tongues in Aspic (Part IV)
- Cirkus
- EleKtriK
- Frame by Frame (New Introduction)
- One More Red Nightmare
- Indiscipline
Set 2
- Drumzilla
- Radical Action I
- Meltdown
- Radical Action II
- Level Five
- Moonchild (With cadenzas)
- Islands
- Easy Money
- Starless
Encore:
- The Court of the Crimson King (With Coda)
Fotos cortesía de la banda