Definitivamente, algunos festivales surgen para cerrar círculos, reunir afectos y demostrar que una escena puede sostenerse sin necesidad de una maquinaria externa. Muertos de Día, el evento encabezado por Los Blenders este 8 de noviembre en el Pabellón Oeste de la Ciudad de México, pertenece a esa especie: una fiesta organizada por músicos que entienden que el ruido también puede ser comunidad.

Entre amigos y fantasmas: el espíritu colaborativo detrás de Muertos de Día

Un cartel tejido con vínculos reales

A primera vista, el cartel de Muertos de Día se siente como una red de amistades. Ahí conviven Aiko, El Grupo desde Madrid, Margarita Siempre Viva desde Medellín, The Red Pears desde California, y proyectos nacionales como Belafonte Sensacional, Sgt. Papers y los propios Los Blenders.
Cada nombre tiene historia compartida: colaboraciones pasadas, giras cruzadas o afinidades estéticas que trascienden el algoritmo. Más que competencia, hay acompañamiento. Es el tipo de curaduría que sucede cuando los anfitriones conocen de primera mano lo que significa levantar una banda desde la independencia.

Los Blenders como anfitriones de su propia escena

Para Los Blenders, este concierto es algo más que un show grande. Es el gesto simbólico de quienes crecieron dentro del circuito DIY y ahora utilizan su visibilidad para abrir espacio a otros. La banda podría haber optado por un cartel seguro —nombres consolidados del indie local—, pero eligió algo más arriesgado: un mosaico que refleja la diversidad emocional del nuevo pop alternativo iberoamericano.

En lugar de centrarse en jerarquías, la gráfica del cartel los coloca en un mismo plano visual, reforzando la idea de colaboración horizontal. Aquí nadie “telonea”; todos participan en una misma celebración sonora. Esa postura se siente coherente con la ética que ha caracterizado al grupo desde sus inicios: autogestión, humor y una mirada afectiva hacia su entorno.

El título Muertos de Día sugiere una contradicción luminosa: hablar de muerte desde la vitalidad. En ese sentido, el concierto no sólo honra el calendario de Día de Muertos, sino también la memoria de una generación que ha visto desaparecer foros, proyectos y hasta medios independientes.
Reunir a estas bandas es una forma de resistir el olvido, de seguir construyendo comunidad en medio de la precariedad estructural de la música alternativa latinoamericana.

Cada invitado representa una coordenada distinta del mapa emocional que Los Blenders han trazado durante la última década: el punk nostálgico de Sgt. Papers, la poesía urbana de Belafonte Sensacional, el shoegaze emocional de Margarita Siempre Viva o el indie urgente de Aiko, El Grupo. Juntos forman un altar sonoro que suena a presente.

La escena como familia extendida

Hablar de colaboración en la música suele quedarse en clichés de “hermandad artística”, pero en este caso se trata de algo tangible. Detrás del evento hay técnicos, fotógrafos, diseñadores y gestores que se han cruzado una y otra vez en festivales pequeños, giras autogestionadas y foros improvisados.
Muertos de Día es, en esencia, un punto de reencuentro. Una fecha que permite volver a ver a quienes sobrevivieron a la pandemia, al cierre de recintos y al desgaste del circuito independiente. No hay egos: hay memoria compartida.

Más que un concierto, un ritual

El 8 de noviembre en el Pabellón Oeste, las guitarras y los sintetizadores ocuparán el lugar de las ofrendas. No será un funeral ni una fiesta tradicional, sino algo intermedio: un ritual de pertenencia. La música de Muertos de Día no busca resucitar fantasmas; los invita a bailar un rato con nosotros antes de volver a descansar.

En un tiempo donde los festivales tienden a homogenizarse, Los Blenders proponen un modelo distinto: uno donde la amistad también es curaduría, y donde el espíritu colectivo se siente tan vivo como el ruido que lo acompaña.