Por Ricardo Pineda (@Raika83)
La pregunta en torno al concierto del pasado sábado 13 de julio en el Pasagüero debería ser así:
– ¿Qué tal el concierto de A Place To Bury Strangers?
– Del 1 al 10 ¿qué tan sordo te quedaste?
En punto de la media noche, ahí donde las cosas que no se dicen en el día suceden, el trío neoyorquino de noise rock, A Place To Bury Strangers se subió al pequeño escenario de un Pasagüero nutrido, casi lleno, para dar más que un concierto o una cátedra de algo, una suerte de ritual, secta o congregación privada en un concierto bastante peculiar, donde el gusto y el fanatismo por la banda prevalecieron, y no el comercio, el hype o la escena nocturna de los clubs del DF, como va siendo costumbre.
Bandtastic se volvió a anotar un diez con un concierto conciso y breve (apenas una hora y quince minutos), en donde los autores del poderosísimo Worship (2012) del homónimo de 2007 recetaron un macanzaso cada vez más atronador que el otro, en medio de una nube de hielo seco, con ese guiño a Joy Division pasado por una batería seca y perfectamente microfoneada para reventar tímpanos.
Otro win win de la noche fue el público, gozando a tope, viendo a su banda favorita golpear su bajo y guitarras, todos descarapelados, disfrutando el rock oscuro y cochambroso, apenas comprensible en sus letras. Hipnotismo y entrega por parte de los asistentes.
Un show seco, parco si se quiere, pero en contraste se pagó con contundencia, desde la abridora `Deadbeat´ hasta el broche de oro con `Ocean´, ambas de sus segundo opus “Exploding Head” (2009) el cual dejó de patente que es el disco favorito del público a la fecha.
Zumbido en los oídos que duran días, un set sin parar lleno de puros temas efectivos es algo que se ve cada vez menos, y que el trío ejecutó como todas unas divas rockeras enchamarradas, en la mejor vena de Black Rebel Motorcycle Club o The Black Angels pero con ese toque más gandallón y motorizado de los Bury Strangers. Esa noche estaban los fans de verdad, quienes trajeron a A Place To Bury Strangers sin intermediarios que llenan los venues con socialités con ganas de charlar en medio de un concierto de rock. Lo de la noche del 13 de julio en el Pasagüero fue otra cosa, fue una noche entre cercanos, una noche en donde el bajo y la distorsión de las guitarras sonaron secas y potentes, como pocas veces se aprecia así de bien en el recinto de Motolinía, en el Centro Histórico.
Un concierto potente de una banda noise rock se medirá en la cantidad de días que te dure ese zumbido poderoso y lo mucho que recuerdes lo macizo que roqueó A Place To Bury Strangers en nuestro país. Un pasón.