Fotos: Miguel Ángel Luján

Dentro de todo el círculo de festivales nacionales, el que organiza la revista Marvin parece encontrarse en un punto, sino distinto, sí menos genérico que muchos de sus contemporáneos. De entrada, el formato en el que se lleva a cabo contrasta con el resto de sus similares: un conjunto de venues distribuidos a lo largo y ancho de Roma y Condesa que albergan un montón de artistas tocando en vivo. No sólo eso, también es un lugar en donde convergen distintas formas de arte y entretenimiento dentro y fuera de todos esos lugares. Es un festival de la ciudad y para los amantes de la misma en su más artística representación.

En este 2015 el festival volvió a experimentar con adiciones que incentivaban la curiosidad de quiénes ya habíamos estado ahí antes. Con varios lugares nuevos, la inclusión de la disciplina del stand up dentro de sus actividades y con un cartel enfocado a las virtudes de la música iberoamericana como una escena global a destacar, el Marvin se llevó a cabo entre mucho calor, mucha cerveza, algo de lluvia y, sobretodo, mucho cotorreo que habrá que recordar. Fue una edición en donde, al parecer, todo sucedió de la manera más memorable posible.

Su cartel estaba conformado, claramente, por una ola de nombres latinoamericanos que se veía como una fiel muestra de respeto y admiración a sus logros. Con Os Mutantes de Headliner (los Raveonettes y los Cocodriles eran los otros dos), esa región dominaba por donde se le viera. Si hay algo que agradecer de esta edición fue precisamente eso, su valentía de apuesta por talento latinoamericano y el buen resultado que esa decisión trajo consigo al final del día. Fue un sábado de descubrimientos, de sorpresas y de reafirmaciones de talento. Todo lo que un festival puede ofrecer dentro de su cartel.

Entre los que mejor lo hicieron –que también son algunos de los que pudimos ver ese día- estuvieron nombres emergentes, otros completamente bien establecidos y muchas sorpresas. Se puede hablar de la energía y psicodelia que Rising Sun receta con cada canción que tocan en vivo, pero al mismo tiempo se puede aplaudir que una tradición como Juan Cirerol siga escuchándose tan bien como la primera vez. El festival nos dio para mucho y todo lo disfrutamos.

Hay que hablar tan bien de lo bien que todo mundo se la pasó cuando los de Ave Negra subieron a destrozar el escenario y los tímpanos de los asistentes, así como hacer mención especial a la fiesta llena de cumbia, tribal y reggaetón a la que el Sonido Satanás le dio vida durante su set en donde todos estábamos llenos de sudor destrozando la madera del lugar. La apertura del festival permite vivir esos momentos y terminar todo debajo de la lluvia recordando lo bien que un grupo como Vaya Futuro entiende una presentación en vivo como una experiencia de complemento entre el espectador y el que está arriba del escenario. Fue un día en donde los oídos y los pies quedaron demasiado satisfechos.

La falta de tiempo, de fuerzas en las piernas y el estado del que escribe impidieron darle satisfacción al morbo con alguna de las rutinas de stand up que estaban programadas, pero por la gente que se encontraba afuera del lugar parece que también fue todo un acierto. Al final del día uno se encuentra debajo de la lluvia cotorreando lo bien que se la pasó en todas las horas anteriores, recordando la prisa por llegar a un escenario, la delicia de tacos en Álvaro Obregón y las paradas reglamentarias en cada minusúper de la zona para la rehidratación. Al final del día uno se encuentra dos horas adentro de un taxi buscando hotel para dormir, con un paquete de cervezas y una cabeza que no deja de dar vueltas. Así creo yo que terminan los buenos momentos. Y festival Marvin 2015 no fue la excepción.