Gabriel Orozco se encontraba curioseando entre los pasillos de la Zona Maco 2014, ese espacio que mucho tiempo llegaron a soñar artistas, galeristas y público, el mismo espacio que ha venido criticándose con fuerza en ediciones pasadas para denotarlo como un escaparate más de marcas y como una hoguera multitudinaria de vanidades. Orozco va de stand en stand, caminando como si no fuera el artista mexicano contemporáneo de mayor peso, saludando gente con sensible esfuerzo y con una sonrisa difícil. Un reportero de Milenio se anima a romper ese relativo halo que protege a Gabriel del resto de los normales, y la pregunta va fácil y directa, sin elucubraciones de alto calibre: ¿qué te parece el evento, Gabriel? Orozco se anima, cordial, a responder.
Orozco es muy positivo en sus apreciaciones, muy general y nada comprometedor, sin embargo arremete para hacer el apunte de que a los críticos y al público ya le toca, también. Si en México se están haciendo cosas complejas e interesantes, por qué los críticos de arte y los periodistas culturales no se han puesto a la altura de la discusión, de saber leer la obra del artista y no al artista. Periodicazo blanco en el hocico, pienso yo.
Jornada extramusical, de lunes a domingo. Todos invitados
Es una obviedad decir que el Festival NRMAL se encumbra e a poco como uno de los más importantes a nivel no sólo nacional, sino continente. El esfuerzo titánico de sus organizadores es tan palpable como verlos desvelados, tronándose los dedos de cara a las fechas y con una sonrisa de orgullosa satisfacción, al saber que las actividades que diseñan fuera del programa musical tienen eco. No son muchas manos, ni un despliegue enorme de voluntarios, los directores son multitaskers afanosos, gente que cree que se puede romper un yugo monopólico de décadas para dar pie a un evento con identidad y más propositivo.
Nodo, Comilona, diseño de cartel, propuesta musical, mascotas musicales, seguridad menos invasiva, todas esas cosas que le dan un plus al festival estuvieron de menos agradables, mejoradas y curiosas dejando a muchos clavados en los temas, con contactos, referencias y en varios casos hasta acuerdos amarrados. Este año, el NRMAL decidió aventarse el tiro de realizar su quinta edición por partida doble en el DF, repitiendo la locación del año pasado pero mejorando notablemente las cosas: la carpa y el piso en el escenario Red Bull, sus servicios y sobre todo la logística de lo que se promete.
El 28 de febrero, con un sol pasadito de rosca para el DF, cerca de las 14:00 Hrs. arrancó el NRMAL. Uno que otro valiente se animó a ver a los chilenos Congelador, que si bien no cautivaron con su rock melódico, pesado y emotivo vaya que tienen lo suyo. Una pequeña concurrencia acalorada presenció la maravilla dramática-humorística de Jerry Paper, quien tiene demasiado que agradecerle a David Byrne. Una belleza.
De cara a las 15:00 Hrs. la cosa tomó sabor. Los Boogarins lograron amarrar bien y conectar bien con los fans de la psicodelia y el pop multicolor, un poco de la impronta que estaría estratégicamente diseminada a lo largo del cartel del sábado. Mientras tanto, en la carpa Red Bull, Simspon Ahuevo ya sudaba la gorda para hacer mover el culo de los asistentes. Pese a que el entusiasmo era notable, la respuesta aún era ligeramente tímida, y la concurrencia aún no se animaba a conectarse por entero con los actos. Interesante fue ver ese contraste de estilos, temáticas y rap de distinto cuño entre Simspon Ahuevo, para dar pauta a Bocafloja, quien con su discurso de conciencia que trasciende la rima y las bases dio un show de primera, acompañado de un ensamble y coristas llenos de sabor afrolatino a tope. Quizás el revestimiento de estos elementos acaban por comerse a “Boca” como rapero, pero esa es también su tirada al decir en sus líneas que no quiere ser un rapero underground más de la lista.
Nuestros pies y ansiedades agradecen profundamente a los organizadores, el poner los escenarios tan bien distribuidos, sobre todo para poder haber visto al power trio Metz, quienes no le hacen fama al cliché canadiense tocando un rock duro, poderosísimo y con unos huevotes digno de cualquier metalero legendario, pero en pos de un rock-punk más basicón y contundente. Bocas abiertas, ansias apaciguadas y quizás uno de los primeros actos con mayor consenso y conexión de lo que iba de la tarde.
El escenario doble principal vio desfilar actos con los que hubo mística y azote: Primero vino todo el poder nihilista y agreste de Kirin J Callinan, al que muchos no le agarraron para nada el patín, pero que otros aplaudieron con ganas. El Último Vecino es una banda que conectó con todos los entusiastas de Joy Division y The Smiths, pero a la española y los Peaking Lights apaciguaban el fuego para descansar, hipnotizarse y bailar en una tarde que aguardaba varias sorpresas.
Negro Leo, los Metz, los Holy Waves que se presentaron en el showcase del Austin Psych Fest el jueves anterior, y mucho del talento que todavía no tocaba, se paseaba por el festival, curiosos, amables y sin pena, como si no supieran que sus actos fueran increíbles. NRMAL brinda esa impresión de lo que un festival sí es: una festividad, un festejo, una desproporción de cosas, un goce. Algunos ya están bailando sin importar la chamuscada solar, otros no salen del área de los foodies, encantados de que un festival no brinde sólo comida de cajita. Los que tiran odio y crítica sin pies y cabeza también están sonando: “todas estas bandas quieren ser como…, copian a…, me cagaron porque me recordaron a…”. También pululan los medios que están armando un drama que ni los artistas estelares, rostros compungidos por el ruido atronador de los Ghost Magnet Roach Motel, y uno que otro sacado de onda porque aún no amarra que la idea del festival es más de ir a escuchar y que la música te encuentre y te sorprenda. El sábado continúa.
Chain & The Gang son todos los clichés del rock en una cosa desgarbada y rabiosa. La calma de los Peaking Lights le dio coherencia y sentido al levantamiento de ola que implementó Chain & The Gang. Una maravilla. En la carpa, Huerco S. y Majical Cloudz recetaba su medicina a los especializados, al público clavadélico que siempre existe y que goza de la intimidad, el sonido como formas plásticas y conceptuales o que sencillamente el cuatro cuartos ya no le pone.
Mientras Rebolledo recetaba baile a la vieja usanza vinílica, Fatima & Eglo Band sorprendía a quienes pensaban que el NRMAL sólo podía ser alternativo, experimental y muy underground. Jazz funk de primerísimo orden, auditivamente impecables y técnicamente bien ejecutado. Apaciguar sensualmente nunca fue tan agradable. Por su parte, Porter volvió a levantar cejas y sonrisas, dividiendo opiniones, generando ánimo descontrolado y comparaciones que iban dirigidas más a la cábula que al rango creativo de la banda del bajío. “Innecesariamente prehispánicos, qué onda con sus macetas, el vocalista peor que el anterior, son como Caifanes pero más chafas…”. Al parecer, la gente va a los festivales también a pasarla mal o soplarse cosas que no les gusta, a darle vuelo a su divertimento social. Como dijimos, un festival también es una desproporción.
Pese a que la noticia de la cancelación de Machinedrum dejó a muchos desolados, el cierre de la noche fue apoteótico, con un Chancha Vía Circuito en esplendor creativo y de conexión con la gente. Fue quizás el más gozado y aplaudido de la noche. Y mientras The Black Angels limpiaban esa rara impresión blanda y repetitiva que dejaron en DF durante su visita anterior, acá demostraban que eran un ave nocturna, que con el aceite y el audio adecuados dan canapés de voltios roqueros de vieja cepa al respetable, enseñando de qué va el rock y la psicodelia. Unos capos del motor.
El cuerpo ya dice basta pero los ojos y oídos aún salivan, apenas agarran vuelo. Phantogram se amarra como una de esas bandas muy queridas por la gente, su idea de canción es pop y refinada, entendiendo su show en estudio y como un montaje. Son bárbaros, excelentes para cerrar. Pero el lado b de la noche apenas afilaba la daga. En la carpa de al lado Las Brisas hipnotizaron a los que cachan el misticismo de su electrónica de club pervertida con ruido, discurso dadá y violencia dosificada en frecuencias. De lo mejor definitivamente. Mouse on Mars siguió el tono, mantuvo la abstracción y el vértigo. Con esas dos sensaciones nos fuimos a remojar las plantas de los pies en agua caliente.
Domingo de ramos
Menos gente, más calor y energías que guardar. Hay que decirlo en el mejor de los ánimos nocturnos, ¿guardar energías para quién? Para Swans. Una nieve, un par de cervezas y aguas frescas sirven para soportar el calorón, a que la banda caiga y sin decir agua va, Baby Hitler abre el escenario rojo con brutalidad, tino y harto ruido chingón. Mariel Mariel hacía de la sensualidad y el Caribe sus armas en la Carpa, Juan Wauters puso la sonrisa en el rostro de varios que lo esperábamos. Un tipazo carismático sin duda.
Para las tres de la tarde, los Twin Peaks partió el primer gran queso de la noche, dándole la mayor parte a los veinteañeros entusiastas de guitarras y cotorreo y aventando pedazos a los treintones que cheleaban en las gradas o a las sombras, aguardando energías para ya saben quién.
Diosque puso a menear cadera con su pop sintético, chenchual y humor ligeramente dramatizado. Una genialidad que sirvió de buen transistor para el sabor, calentura y despliegue ondeado de los Meridian Brothers, que no tocan ni salsa, ni rock, ni chicha ni bugalow, sino todo lo contrario, en un cocktel de vuelos soberbios a la par de la discreción de su soltura y colmillo caribeño. Son bárbaros, definitivamente otros grandes de la tarde que comenzaba a calmarse.
Tops era garantía y dio lo que buscaban las chicas y los chavos sensibles: sensualidad pop, inocuidad melódica y melosa. Adecuada para entregarse a los canadienses y soñar que amamos un domingo interminable, perfecto, imaginar que no estamos ligeramente cansados y que no hay que trabajar ni ir a la escuela al día siguiente.
Otra gran esperada: Buscabulla. Raquel Berrios y su banda traen toda la onda encima, y pese a que la puertorriqueña apenas va amarrando vuelo con su conjunto, amos del bajo la sensualidad y el pop jazzy funkeado caribeñeado, podemos decir sin que nos tiemble la tecla: Buscabulla está refrescando el pop en español y la música latinoamericana. Esperamos con muchísima atención que su EP no sea una llamarada de petate, que la ironía de Luis Miguel no sea sólo un detalle, una onda y un recursito para amarrar. Su show en vivo es bueno, sólido y a muchos nos voló un diente, pero sí se percibe que hay que extender, amarrar y consolidar con ese material que en disco suena a calibre del puro.
HTRK wow, textura, electrónica maduro rico, de ensueño todo. Otros grandes discretos que suelen perfilar en la curaduría más intrínseca del NRMAL, que para entonces ya mostraba a buena parte de su crew chamuscada por el sol, inflamada de los pies pero con la satisfacción de congregar a una pequeña multitud ávida de cosas nuevas, cansada ya de festivales kilométricos con cuatro headliners y convenciones medianonas. Aunque, como en todo festival, los negros arroceros son incontenibles: leves retrazos, algunas saturaciones de audio y uno que otro fotógrafo que no estuvo en lista para la parte frontal se tuvo que fletar, aunque había chicas con perro echando el celular delante de la barrera de contención. Al final no conozco festival perfecto, son parte y también se comen esos negritos, y el festival seguía manteniendo el estandarte bien alto.
Sobre todo para el cierre, en donde Whitest Taino Alive puso el perreo en el mero clímax de la noche. Y mientras Future Islands se llevaba la noche y se embolsaba al público que se entregó macizo, El Guincho quedaba a deber tantito en un DJ Set que seguía en desfase de horario en la carpa. Mientras aquello se extendía, los Swans preparaban la masacre.
Michael Gira y compañía fueron de a poco, dando un set que para los entendidos y extraños superó la barrera de todo. Dos horas incansables, en la que no todo mundo aguantó, ya que el daño a los oídos fue considerable. Gira y compañía van de menos a más, son violentos, aguerridos e increíbles, adultos que saben su negocio y que no dieron tregua a nadie. El público comenzaba a esparcirse tras la primera hora, pero los seis individuos barbados seguían machacando con embrujo y una ejecución de primer nivel. Altos decibeles, percusiones, trombón, violín eléctrico y capas de sonido como olas de agua negra, en la más oscura de tus noches. Lo que hizo Swans fue histórico, apoteótico y para la memoria. Bárbaro.
Quien osará levantar un dedo, tenía al costado una aún nutrida carpa Red Bull con Dj Dodger Stadium, electrónicos clubbers que dieron paso al Mc más querido de Oriente Medio, Omar Souleyman, amo y maestros de las bodas y el baile cadencioso. Su tecladista es un hombre orquesta que le pega sabor a esas flautas de pan sintetizadas en su caja infinita de sonidos. El baile que detona Souleyman en vivo, y lo saben quienes lo vieron en DF el año pasado, es lo más cercano a una fiesta pagana, una desproporción mayúscula en la que los prejuicios intentan descarnarse de sus atavíos habituales.
El NRMAL se vuelve a apuntar un diez como festival, como punto de encuentro entre exploradores culturales, con una propuesta única en su género en el DF y que intenta la preponderancia del concepto y la multiplicidad ideosincrática, sobre el spot publicitaria. Un festival pensado en la gente, con áreas adecuadas para disfrutar y no sólo sobrevivir la jornada, con oferta suficiente como para ampliar nuestra gama de experiencia y reducir la del prejuicio. Animales, activaciones eco friendly, música nueva increíble, propuesta gastronómica de primer nivel. ¿Qué pasa? Si los celulares en el aire están disminuyendo y las propuestas de alto calado van en aumento, ¿por qué aún hay quien se queja sin siquiera irse a dar una vuelta? Yo creo que hay tarea conjunta, como lo apunta el artista mencionado al inicio de este texto, a esa prensa que suele hacer un RP disfrazado de reseña con los grandes, y a ese público que sólo pasa por un festival para vivir en la barra o que desestima un cartel sólo por no conocer los nombres, yo creo que también ya les toca, vivir todos los ángulos del lente, hablar con causa y ser más articulados en lo que se quiere. Ojalá el NRMAL se entienda más como un virus que como un festival. Larga larga vida esa bactería increíble llamada NRMAL.
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