Por Ricardo Pineda | Fotos: Fabián Zugaide y Jerónimo Luna

 

Domingo nublado, ligera amenaza de lluvia en el cielo, y pese al cansancio del sábado, los ánimos se percibían un grado más arriba; el cartel prometía un poco más que el sábado en cuanto a número de actos importantes se refería, sin embargo, la afluencia de gente también se percibió sustancialmente menor a la de otras emisiones (¿El efecto miedo al lodo? ¿La curaduría irregular del Corona Capital? ¿El tipo de cambio reflejado en el que ha sido su emisión más variopinta? ¿Qué fue?).

Desde temprano, las jóvenes propuestas fueron reveladas: a su escasa edad, Shamir demostró que tiene swag, flow, soul y puede poner a bailar hasta al más tieso con su ensamble que nada le pide a bandas con colmillo y años de experiencia, sin duda la revelación de todo el Corona Capital, nos recordó mucho a Blood Orange y a Hercules and Love Affair. Un pequeño titán.

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En el escenario Corona Light vimos a Circa Waves, cuestionándonos qué tan imperante es poner bandas nóveles con un sonido tan genérico, pensando en que el inicio de un festival siempre se piensa hacia una dinámica y experiencia extramusical: llegar tarde, estar acostado, entretenerse en las activaciones comerciales, consumir alimentos y bebidas hasta que llegue nuestra banda favorita. Sería bueno repensar llenar esos huecos no con bandas de renombre (por algo son headliners), pero sí con mayor sustancia y propuesta, este año hubo un desatino notable en ese rubro. Sin decir agua va, el Reino Unido se volvió a coronar vía The Charlatans, encantando a una pequeña multitud que descansó en paz al ver a una de sus bandas favoritas, en un rock que aún sigue sonando preciso y con actitud, contemporáneos de The Stone Roses y toda la movida de Manchester, otros titanes pero escoceses salieron a reventar un rock a volumen indecente con letras ídem. Primal Scream salió a roquear, a despedazar con sus décadas a cuestas, sin dos integrantes habituales pero sin perder contundencia alguna. Bobby Gillespie sigue siendo de nuestros frontmans favoritos y  además traía un viaje que le reventaba cada que podía conectar con la gente, que siempre ha gustado de los autores del Screamadelica pero nunca han sido los más. En sus tres visitas a México, Gillespie y compañía se han tenido que ganar esa conexión. Esta ha sido la mejor de esas tres.

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Hubo confirmaciones que nos apuntan la diversidad y grandeza del Corona Capital, como el set de Miami Horror, el cual comenzó cerca de quince minutos tarde por un contratiempo técnico, en un show que la banda ya tiene bien planchada: bailes ensayados, riffs de fórmula, canciones que no salen del efectismo bailador y el sonsonete hedonista, etc. Con todo y todo, Miami Horror se echó al público a la bolsa, en un set que conectó, puso, fue, vino e hizo lo que quiso en el escenario manejando la energía como si fuera una masa de plastilina.

Un ambiente más sosegado que en otras emisiones y escenarios a los cuales podías llegar hasta adelante sin demasiadas molestias como en ocasiones pasadas, nos hacen recordar que pese a que los grandes festivales estén pensados para grandes públicos, multitudes enfocadas a las experiencias potenciales de consumo extramusical, a veces menos es más y la música siempre es la que sale avante de todo castigo: que si la lluvia, el lodo, los costos, el cansancio, el abuso en la prestación de ciertos servicios, las malas actitudes o los riesgos aledaños a las inmediaciones del evento. Al final uno se avienta todo eso porque está preso de un set tan inolvidable como el que dio Spoon, o de una melancolía arraigada en la guitarra como con los Pixies, The Libertines, Fatboy Slim o The Charlatans. Al final, lo monumental y mainstream puede ser…sólo bien, palomita circunspecta y de vuelta a lo nuestro. Buena emisión, no la mejor que han tenido, pero cumplió las expectativas que traía en el papel. Habrá que ver hacia dónde evoluciona el Corona Capital, en un entorno de exigencia y diversidad de un público que ya creció y maduró, o de cara a un público de mayor nivel adquisitivo, al que le gusta la fiesta y lo que se les recete siempre y cuando les permita saltar, beber, bailar, platicar y sonreír. Habrá que ver y escuchar.

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Por Joan Escutia

El domingo era el día que se encontraba mucho más dirigido a la pista de baile de lo que pudiera parecer. Claro, ahí estaban leyendas como los Charlatans, Spoon o los Pixies, sin embargo lo que más había en el cartel de ese día eran actos que estaban específicamente diseñados a brindar a los asistentes una fiesta que parecía embonar perfecto con el público objetivo al que ahora parece estar dirigido el festival. La experimentación parece ser cada vez menos y parece haber mucho más espacio para proyectos ya comprobados en una multitud de gente como lo es la que asiste al Corona Capital. Eso no es ninguna cosa mala, al contrario, habla de que el festival cada vez se encuentra mejor diseñado en cuanto a target y que está haciendo lo que requiere para hacerlo notar.

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La mezcla de Foodtrucks y cocinas gourmet dentro del festival no es ninguna coincidencia, como tampoco lo eran las activaciones de marcas cada vez más pensadas para hacer juego perfecto con el resto del cartel y de las actividades alrededor de él. Musicalmente pudimos encontrar una conexión meticulosamente planeada para hacerse escuchar hasta en cualquier rincón. Los nombres ahí estaban puestos, lo único que faltaba era observar si realmente hacían justicia a su público y si verdaderamente había sido un acierto exhibirlos. Todo eso se cumplió y el domingo fue un día para bailar y no dejar de saltar.

El día comenzaba a ponerse bueno desde temprano. En la carpa de Claro Música (la cual se encargó de reemplazar al inolvidable Bizco Club) Tokimonsta dio un show tremendamente bueno en donde logró mezclar mucha de la música bailable contemporánea con música de club que cualquier amante de la fiesta terminaría por abrazar, no solo eso sino que también logró incluir aquella versión en español de Hotline Bling que por fin se escuchó como un verdadero hit instantáneo al que le hace falta más justicia. Una fiesta que parecía extrañamente bien en conjunto con Mew, el legendario grupo que tocaría justo terminando el show de Tokimonsta y que haría derramar lágrimas a más de uno en el público. El grupo es querido en la sociedad mexicana y cada nota de su conmovedora música hacía que ese cariño aumentara cada vez más. Fue un show lleno de una nostalgia particular de la mano de una ejecución impecable y una de las voces más memorables que tenemos hoy en día. ¿Lo mejor de todo? Apenas iba comenzando a agarrar color el domingo.

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El resto fue una fiesta interminable. Desde los primeros acordes de Sleater-Kinney  con cada uno de sus versos que demuestran a la perfección de lo que todo el girl power debe de contener comenzó a gestarse un ambiente lleno de una adrenalina y emoción con los mejores soundtracks detrás. Fue un regreso impresionante el de Sleater-Kinney en el escenario:  demostraron que en el mundo de la música no debe haber distinción de género, ni tampoco estereotipos baratos de antaño, mientras que también daban cuenta de ser uno de los mejores grupos de los últimos quince años, continuando activas y sintiéndose frescas como solo ellas saben. Fue el previo perfecto para dar paso a Fatboy Slim, quien también es ya uno de los actos comprobados en el país y quien trajó consigo un set lleno de un sentimiento raver que a todos encantó, no solo eso, sino que también se hizo de unos visuales espectaculares que brillaban por sí solos y que iban desde un cálido paisaje en la playa hasta una fotografía de Tony Soprano en su mejor momento, con todo lo que pudiera traer consigo en ese recorrido.

Cerca del final de la noche el domingo se ponía mucho más duro. Desde las poderosas guitarras de Ratatat hasta la fiesta de clausura que fue Calvin Harris, todo ese último tramo del último día del festival fue como estar frente a un rave de nuestros tiempos. O por lo menos lo más cercano que pudiera parecer. Las personas estaban vueltas locas en cada uno de los actos y pocas veces se observaba a alguien completamente estático mientras los grupos hacían su trabajo. Fue un día triunfal, con las fallas cotidianas (retrasos, audio, complicaciones) pero que cumplió con lo prometido a todos aquellos que esperaban vivir una fiesta previa al lunes de escuela y oficina.

Al final del día la edición 2015 del Corona Capital se trató de una de las ediciones más cálidas de los últimos años. Probablemente el cartel no lucía tan sólido en el papel, pero en la experiencia logró conjuntar perfecto a un púbico que parece estar cada vez más acostumbrado al festival, uno cada vez más pensado para ellos y con nuevas ideas implementándose conforme las ediciones avanzan. Como dice Ricardo en la conclusión, habrá que ver qué es lo que el Corona Capital tiene pensado en mente para los años venideros. Lo que pasó este fin de semana no estuvo nada mal, ojalá podamos hablar así de todo lo que va a venir después. La pasamos bien, es hora de volver a la vida real a recordar.