Fotos cortesía: Salvador Bonilla / OCESA
La noche de ayer se presentó en el Pepsi Center de la Ciudad de México Slash, uno de los guitarristas más famosos, considerado uno de los mejores de todos los tiempos, ícono del rock y miembro del Salón de la Fama del Rock and Roll, en resumen, una leyenda viviente. Como el primero de tres conciertos que dará en México para presentar su más reciente producción discográfica “World on Fire”, en la que se acompaña de Miles Kennedy and The Conspirators, el ex integrante de la legendaria banda Guns N´Roses llegó dispuesto a volarnos la cabeza con el despliegue de todo su virtuosismo en el manejo de las seis cuerdas.
La banda encargada de calentar el escenario fue Motor, alrededor de las 8:30, con su rock duro y serio –como ellos definen su sonido— hizo al público mover la cabeza desde el primer instante. La afluencia de los asistentes fue poca, el Pepsi Center lucía vacío, sin embargo, la atmósfera estaba cargada de grandes expectativas y un gran ambiente, emoción pura a punto de desbordarse. Algunas personas, ataviadas como el guitarrista del sombrero de copa y los largos risos negros, estaban dispuestas a sacrificar toda su energía en pos de la tocada. El público estaba integrado por gente de todas las edades, desde niños y adolescentes que fueron seducidos por la idea de ver a la leyenda viviente, hasta adultos entrados en años, quienes seguramente vivieron toda la etapa de las rosas y las pistolas. A las 9 pm, la banda telonera abandonó el escenario dejando una euforia bastante encendida.
Parte de aquella euforia se diluyó un poco debido a que Slash, Miles Kennedy and The Conspirators tardaron en arribar al escenario. Eran las 9:30 cuando comenzó a sonar la poderosa batería y los primeros acordes de “Wicked Stone”. Seguida de “Too Far Gone”, “Automatic Overdrive” y “Wintered Deliah”. De pronto su clásica Gibson café se encendió en llamas, sonaban los excéntricos solos de “Shadow life”, “Stone Blind”, “Benath The Savage Sun”. Las canciones eran coreadas y cada garganta estaba bien conectada con los roqueros. No fue hasta que los acordes de “Welcome to the Jungle” reventaron la energía acumulada, el público comenzó a saltar y la energía se iba acumulando en la cabeza, parecía que de algunos cráneos se desprendía una nube de humo, pero pese a la alarma de pocos sólo eran los cigarrillos que ya se fumaban. Slash y el bajista Tood Kerns lucían como en trance, en la mera sintonía con la energía del público. “Battleground” fue la rola que se encargó del momento sensual de la noche, ese momento melodramático que no puede faltar. Las canciones siguieron “Iris of The Storm”, “Bent to Fly”, “Avalon”.
El largo solo de “Safari Inn” comenzó a sonar, el momento del solo interminable inició, desgarrador e hipnótico, el sonido de las cuerdas iba adhiriéndose en la piel, las pulsiones eléctricas haciendo un eco brutal en la cabeza. Apoteosis total, el solo se desprendió de su materia orgánica y Slash comenzó a improvisar una sorpresiva sucesión de pulsiones brutales que erizaban la piel y tensaban los músculos del cuello, más de diez minutos de acumulación de sonidos hasta que un helicóptero comenzó a volar a lo largo de un bosque de árboles de cristal. El virtuoso guitarrista dominaba a la bestia de las seis cuerdas, el demonio eléctrico dormía en sus brazos, ya ni siquiera tocaba la guitarra, simplemente su mano se deslizaba sobre el acero, apretaba lentamente el cuello de una amada.
La noche ya estaba bien encendía cuando sonó “World On Fire”, canción que da nombre a su más reciente producción discográfica. El concierto estaba finalizando pero la energía se renovaba con cada nuevo acorde. De pronto Slash sacó una guitarra doble y conquistó al público con la belleza cruel de “Anastasia”. El público estaba rendido a sus pies.
Después vino la canción que terminó por volar la cabeza de todos, “Sweet Child O’ Mine”. El público no quería dejar ir a su ídolo, pero el concierto tuvo que finalizar, dejando una andanada de pulsiones eléctricas en el cerebro de cada uno de los asistentes a esa noche de solo magníficos.