Durante más de una década, Deafheaven ha sido una anomalía dentro del metal y una revelación para la música alternativa. Su presencia en Hipnosis 2025 no sorprende tanto como confirma algo: que la psicodelia ya no solo se mide en delays o sintetizadores, sino también en la capacidad de una banda para expandir la experiencia emocional a través del ruido.
Desde su debut en 2011, los californianos rompieron una frontera que muchos creían inamovible. En discos como Sunbather o New Bermuda, la banda funde la crudeza del black metal con la sensibilidad del shoegaze y la intensidad del post-rock. No lo hace por eclecticismo, sino por una necesidad expresiva: en su sonido hay dolor, pero también una búsqueda luminosa, casi espiritual.
Escuchar a Deafheaven es presenciar una paradoja: gritos que suenan melancólicos, guitarras distorsionadas que parecen brillar, una batería que golpea con furia pero mantiene una elegancia matemática. Es una experiencia física, pero también introspectiva. No en vano, Sunbather —con su portada rosa pastel— se convirtió en un ícono de contraste, una declaración visual de que lo extremo también puede ser bello.
En el contexto de Hipnosis 2025, su inclusión encaja con precisión quirúrgica. El festival ha construido una identidad basada en explorar los bordes de la psicodelia: no como un estilo, sino como un estado mental. En ese sentido, Deafheaven representa la psicodelia del siglo XXI, una que no busca escapar de la realidad, sino confrontarla. Su muro de sonido no invita al trance por repetición, sino por inmersión total.

El metal siempre fue un territorio de catarsis, pero pocas bandas han logrado como ellos transformar la agresión en contemplación. En sus canciones, los crescendos funcionan como respiraciones largas, las disonancias se convierten en texturas, y los silencios entre riffs pesan tanto como los gritos. Hay una arquitectura emocional detrás de cada pieza, una planificación que acerca su música más al arte sonoro que al metal convencional.
Cuando Deafheaven toque en el escenario de Hipnosis, probablemente será una experiencia más cercana a mirar una pintura en movimiento que a asistir a un concierto.
En un cartel donde conviven nombres como Pavement, Dinosaur Jr., Crumb o Molchat Doma, Deafheaven aporta una dimensión distinta: la de la intensidad emocional como forma de psicodelia. Su música es un recordatorio de que lo hipnótico no siempre es suave ni luminoso; a veces proviene de la confrontación, del vértigo y del desborde.
Si Hipnosis 2025 es un viaje entre la vida, la muerte y la distorsión, Deafheaven representa la etapa intermedia: el instante en que la oscuridad se vuelve color y el ruido se convierte en consuelo.
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