“Creo que eso es la melancolía femenina: una indagación interna que se convierte en una rebelión contra la violencia y los malos tratos.”
— Michelle Zauner
Entre los actos que más nos emocionan de este Hipnosis 2025 es sin duda el que nos tiene preparado Michelle Zauner, la mente detrás de Japanese Breakfast, quien es de esas voces que no solo canta desde la herida, también desde el filo que queda después. Su música respira entre la ternura y la rabia contenida, en ese lugar donde el dolor deja de ser una carga y se convierte en un lenguaje propio. Con Japanese Breakfast, la melancolía es digna de sentirse a través de cada poro, que se mira al espejo y decide hablar con su propia voz.
Japanese Breakfast: El temblor es una forma de fuerza
Hay una energía particular en las canciones que se atreven a mirar hacia adentro sin buscar redención. Zauner parece entender que la fragilidad, cuando se asume, puede ser una forma de dominio. Su voz tiembla, pero el temblor no es debilidad, sino una tensión que revela lo que el silencio nunca podría.
Esa cualidad se siente con claridad en “Boyish”, donde el deseo se mezcla con la vergüenza, y la inseguridad se vuelve una manera de reconocerse. La canción no pide consuelo; simplemente describe la incomodidad de querer y no sentirse suficiente. En ese gesto hay poder, porque Zauner no dramatiza su tristeza: la expone como quien coloca una pieza de cristal bajo la luz, dejando que se multiplique en reflejos impredecibles.
El movimiento como defensa
En las composiciones de Japanese Breakfast, el cuerpo no es solo vehículo del deseo, también es un territorio que se defiende. Cuando Zauner canta, no solo confiesa: se desplaza. Ese movimiento —a veces físico, a veces emocional— se convierte en un modo de supervivencia.
En “Road Ahead”, la carretera funciona como metáfora del desprendimiento. Es un trayecto hacia adelante donde la artista se permite existir sin la necesidad de ser mirada, deseada o aprobada. No hay destino final, solo tránsito: un gesto de autonomía que surge de la decisión de marcharse, de conducir sin mapa porque quedarse sería aceptar la inmovilidad que otros esperan de ella.
La dulzura como exigencia
De ese tránsito interior nace otra tensión: la de querer ser amada sin tener que suavizar los bordes. Zauner juega con esa contradicción como si fuera un acorde disonante que se niega a resolverse.
Un ejemplo de esto es “Be Sweet”, dónde usa el pop para convertirse en un disfraz para el reclamo. La melodía es luminosa, casi juguetona, pero el fondo vibra con una necesidad de reciprocidad que roza la exigencia. No es una súplica de cariño, sino un recordatorio de que la ternura también puede ser un derecho. Lo dulce, en su voz, no busca complacer: busca equilibrio.
El duelo como arquitectura
Todo ese recorrido —del temblor al movimiento, de la dulzura al reclamo— construye una poética del duelo que no se conforma con llorar. En Psychopomp y Jubilee, la pérdida se vuelve materia prima, una sustancia que Zauner moldea hasta convertir en forma, ritmo y color.
Las guitarras brillantes y los sintetizadores suspendidos no son un intento de ocultar la herida, sino de iluminarla desde dentro. Cada canción se comporta como un espacio donde el dolor puede respirar sin pedir disculpas. Y en ese respiro hay algo profundamente político: la voluntad de convertir la introspección en movimiento, la melancolía en un gesto de reconstrucción.
Una rebeldía hecha de sutileza
La obra de Michelle Zauner desmantela la idea de que la tristeza femenina es pasiva. Su música no espera consuelo ni aprobación: avanza con la paciencia de quien ha aprendido a habitar la incomodidad. Su rebeldía no grita, se filtra; no busca destruir, sino reordenar.
Esa es su forma de resistencia: sentirlo todo y seguir.
Porque en la melancolía, tal como la entiende Zauner, la emoción no es una cárcel, sino una herramienta. Y al convertir el dolor en lenguaje, demuestra que la sensibilidad —cuando se ejerce con lucidez— puede ser la más radical de las revoluciones.
Japanese Breakfast en Hipnosis 2025
Michelle Zauner llevará esa melancolía luminosa al escenario de Hipnosis 2025 para abrir un espacio donde la emoción se escucha sin filtro, donde la vulnerabilidad tiene ritmo y las guitarras saben llorar con sutileza.

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