Fotos cortesía: Fernando Aceves / OCESA
Hace días aterrizó el Ed Force en el Aeropuerto Internacional Adolfo López Mateos de la ciudad de Toluca, la aeronave Boeing 747-400 piloteada por el vocalista Bruce Dickinson hizo su arribo sobre la tarde del martes. ¿El motivo? Iron Maiden se presentaría el 3 y 4 de marzo en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México como parte del The Book Of Souls World Tour 2016 que diera inicio el pasado 24 de febrero en el BB&T Center de Florida, Estados Unidos.
Con motivo de dicha gira la doncella de hierro se presentó en el Palacio de los Deportes para promocionar su más reciente producción discográfica “The Book Of Souls” y tras visitar ciudades como Denver y Monterrey, llegaba el momento de verlos en la capital mexicana, donde cumplieron con un concierto el día tres de marzo afinando detalles técnicos para una segunda fecha, la cual fue programada de último momento para que ningún fan quedase desahuciado.
Es ya muy común oír ciertas crónicas de inconformidad sobre la calidad del sonido y la mala acústica en el Palacio de los Deportes. Por ello era de esperarse que tras una noche imperfecta el jueves, pero con una banda que dejó todo en el escenario, las cosas cambiasen para el segundo día y así fue, los ingenieros sacaron partido tanto del hecho de que los británicos repetirían setlist así como de las mencionadas imperfecciones del lugar haciéndolo temblar literalmente junto con 17,800 almas que por segundo día consecutivo abarrotaron el domo de cobre hasta el último asiento de la última grada.
Con un clima mucho más benévolo que el día anterior, en las calles ya se divisaba una clara unión de generaciones sólo equiparable a una premiere Star Wars, sobre las aledañas avenidas Río Churubusco y Viaducto Miguel Alemán se podían ver niños acompañados de sus padres, contingentes de hasta treinta jóvenes, parejas de todas las edades y muchos hombres mayores que sin duda son testigos a ultranza de los inicios de Iron Maiden por allá en los setenta, todos ellos con su respectiva playera que daba cuenta de qué álbum era su favorito.
La mesa estaba puesta para una noche mágica y sobre las 8:30 p.m. el grupo de trash-metal norteamericano Anthrax había cumplido su misión de calentar a los espectadores con un exceso de volumen y un set decidido a destrozar los tímpanos como es costumbre en bandas de este sub-género. Los asistentes rugieron con fuerza cuando pasadas las 9:00 p.m. escucharon el tema “Doctor Doctor” de “UFO”, las luces se apagaron y un estruendoso murmureo unísono daba la entrada al show de una de las bandas más influyentes de la historia del heavy-metal.
El escenario que estaba adornado con temática prehispánica tenía dos partes, la alta en donde se encontraba una caldera humeante con dos antorchas en cada lado y la baja en donde se encontraba la batería y los monitores. De pronto una luz verde ténue iluminó el centro de la parte alta para que atrás de la caldera apareciera Bruce en sudadera negra y pantalón beige entonando las primeras notas de “If Eternity Should Fail”, corte abridor del nuevo LP.
Las cuatro antorchas se encendieron e irrumpieron en el escenario Steve Harris, Dave Murray, Adrian Smith, Janick Gers y Nicko McBrain, el baterista que desde el inicio aguardaba en la obscuridad listo con sus baquetas para hacer el conteo introductorio mientras las luces se centraban en Bruce durante la introducción.
“If Eternity Should Fail” hizo saltar sobretodo a quienes se encontraban en la sección más próxima al escenario, con algunas fallas en el volumen de los hi-hat que pasaron desapercibidas.
Los asistentes dieron una acogedora bienvenida a la banda que tras concluir la primera canción dio paso a “Speed Of Light”, segundo corte del nuevo álbum que con un intro erguido sobre intervalos propios del rock and roll , con un Steve animando al público a hacer palmas y con un Dave que se plantó con autoridad en el centro del escenario para ejecutar su solo, permitió que la noche comenzara a tornarse épica.
Bruce aprovechó para saludar al público capitalino mientras el staff colocaba una guitarra electroacústica en la parte izquierda del escenario, dicho saludo del polifacético frontman dio inicio a “Children Of The Damned”, tema en el que la voz lució un nivel magnánimo que se vio endulzado por el solo de Adrian que utilizó la técnica de tapping.
Por primera vez en la noche el escenario se iluminó en su totalidad y cambio su fondo temático por la cara de Eddie para que el grupo interpretara “Tears Of A Clown”, tema que en lo personal es el mejor del nuevo álbum y en el cual Murray cambió la Fender Strat’ que estaba utilizando por una Gibson Les Paul, nuevamente Adrian y su espectacular solo hicieron enchinar la piel del respetable.
Apenas culminó “Tears Of A Clown” y tanto el escenario como las pantallas laterales se tornaron en color rojo para que Harris tocara el intro de “The Red And The Black”, otro track del nuevo disco que encarna cuestionamientos que le hicieron a la banda en álbumes como “Dance Of Death”, en los que se dijo sobretodo por parte de la crítica especializada e historiadores de rock que Iron Maiden alargaba temas sin justificación musical alguna.
“The Red And The Black” dio un bajón generalizado en el público durante sus trece minutos de duración, en los solos las guitarras sufrieron un desbalance de volumen en el que Janick se escuchaba muy por encima de Dave y Adrian en partes en las que debía cumplir con labores rítmicas o de armonización de apoyo, fue así como culminó la una tercera parte de la que prometía ser una noche inolvidable… y así fue.
Como si fuera un plan para llevar los ánimos del público en un viaje emocional y nostálgico a través del largo andar de Iron Maiden en la música, el escenario y el fondo cambiaron estrepitosamente a una temática propia del álbum “Piece Of Mind” (1983) para que Bruce apareciera con un uniforme rojo y la bandera de la Gran Bretaña entonando un himno al conflicto entre británicos y rusos, “The Trooper”.
Podemos decir que “The Trooper” era el primer clásico fuerte que sonaba en la noche, la gente así lo sentía y así lo cantó, la energía con la que la banda interpretaba el tema hacía transportarnos a los ochenta, cuando Harris y compañía se encontraban en la plenitud física de sus vidas. En tanto todos recordábamos y Dave interpretaba la versión perfeccionada de su solo mientras Bruce cubría la cara de Janick que realizaba sus típicas piruetas y bailes sobre el escenario, así entre puños al aire y gritos de guerra terminó el que sin duda había sido hasta el momento el clímax de la noche.
Apenas culminó “The Trooper” cuando se nos vino encima otro tema emblemático “Powerslave”, del disco del mismo nombre (1984). Durante “Powerslave” Bruce apareció con otro cambio de ropa y una máscara de Blue demon para dejar salir su “scream for me Mexico!” más potente previo al solo de Dave en el cual el público marcó uniformemente la rítmica para finalmente corear la melodía central del tema.
Posteriormente cayó otro track del más reciente LP, “Death Or Glory”, el cual fue nuevamente recibido de manera extraña por los asistentes, a momentos se sentía la vibra de “The Red And The Black” y de pronto se encendían los ánimos y así, con una intermitencia aleatoria que estaba en modo prendido para cuando finalizó la canción. Adrian utilizó un slide para tocar el solo de “Death Or Glory”, mientras Harris y Dickinson se multiplicaban en el escenario para motivar al público.
Tras finalizar “Death Or Glory”, Bruce se quedó sólo en el escenario y se sentó sobre los monitores frontales, ahí miró durante varios segundos a los asistentes mientras soltaba una que otra sonrisa de emoción. Mientras el staff colocaba la guitarra electroacústica de Janick, Bruce tomó el micrófono y volvía a dirigirse al público para presentar el tema que da nombre al nuevo álbum “The Book Of Souls”.
“The Book Of Souls”, sería el último tema de dicho LP, con él se redimió cualquier tipo de sentimiento encontrado sobre el disco más reciente, de los nuevos temas éste fue el mejor recibido tras observar dos antorchas de dimensiones colosales y la caldera con humo en acción. Apenas nos dábamos cuenta de que Dave volvía a tomar su Fender Strat’ cuando de pronto apareció un Eddie de tres metros que simulaba una lucha con Bruce que culminó cuando el cantante le sacó el corazón de su gigante cuerpo para posteriormente echarlo a la caldera.
Posteriormente para entrar en la recta final del concierto Nicko dio la entrada del tema que es una oda al sentir de un hombre con sentencia de muerte, “Hallowed By Thy Name”, dicha canción fue interpretada por Bruce utilizando una soga en el cuello que durante los solos terminaría azotando contra el suelo a modo de lamento actuado.
El público aún no se reponía de tan tremenda descarga de adrenalina cuando de pronto comenzó a sonar el intro de “Fear Of The Dark”, tema que literalmente hizo temblar al Palacio de los Deportes, llevándose la noche gracias a la conexión espiritual lograda entre el público y la banda, lo cual nos hizo olvidar por completo cualquier detalle o problema técnico.
El tema que lleva el nombre de la banda y funge como himno de culto para los fans de la doncella sonó con fuerza, hablamos de un corte de composición primitiva que evocan por completo a los inicios de la banda. Posteriormente apareció a la izquierda de Bruce un inflable muy realista y gigantesco de la bestia, momento para que todos recitaran el verso introductorio de “The Number Of The Beast”, que además de ser otro clásico de Maiden encendió aún más a los presentes cuando al tiempo de cantar el golpeado coro “six… six, six!” cada una de las calderas soltaba fuego siguiente la rítmica.
“Wasted Years”, tema que sirvió en antaño como el abridor, ha sido elegido por Iron Maiden como el último que estará sonando durante está gira que recién comienza y que ciertamente va viento en popa, misma que le depara algunas paradas en sudamérica en los próximos días a Eddie y compañía. Lo único que queda decir ante tan tremenda entrega es, ¡gracias Maiden!