Era 2002 cuando 4 jóvenes inexpertos pero apasionados, oriundos de Sheffield, Inglaterra, comenzaban a reunirse con instrumento en mano, para tocar música. De ahí, ninguno se imaginaría que se irían labrando un camino dentro de la monstruosa industria, mucho menos que las cosas funcionaran de tal manera, que terminarían consagrándose como una de las bandas más influyentes de la música actual. Así fue la cosa para Arctic Monkeys.
Aquellos adolescentes (en ese entonces) supieron consolidarse en uno de los mejores sitios dentro del rock contemporáneo, y desarrollaron un estilo etéreo que plasmaron en cada compilación, desde su álbum debut, Whatever People Say I’m, That’s What I’m Not del 2006.
Pero dentro de los beneficios de ser joven, (pese a lo que cualquier banda ya experimentada y entrada en años podría pensar), está la capacidad de reinventarse, y eso es algo que define a Arctic Monkeys.
Ninguno de sus discos suenan idénticos, y es de reconocerse el hecho de poder adoptar diferentes géneros sin perder el estilo que ya forma parte de su firma.
Algo similar a lo que hacían The Beatles, cuarteto posiblemente adelantado a su época, pero que supo arriesgarse y esto siempre trajo excelentes resultados.
Esta ha sido la evolución musical de Arctic Monkeys
Sabemos como va la cosa con Arctic Monkeys, pues cuando viene el cambio, lo hacen de la cabeza a los pies, con toda la seriedad que esto conlleva. Los hemos visto evolucionar desde el outfit, los escenarios, sus instrumentos, hasta el sonido.
La banda que apreciábamos en la época del Humbug, con un cabello desaliñado y un atuendo casual, no fue la misma del aclamado por unos, odiado por otros AM; con un peinado engominado y exóticos atuendos conformados por bikers negras y jeans ajustados, aderezados con expresiones faciales al mero estilo “bad boys”.
Por supuesto que los Arctic Monkeys de esas épocas tampoco son los mismos que se nos presentan en esta nueva era, gobernada por el más reciente lanzamiento del cuarteto, Tranquility Base: Hotel & Casino: con indumentaria retro, cabellos largos, luego cortos, barbas y minimalismo en su máxima expresión.
Además, debemos hacer mención de la cantidad de bajos, guitarras, amplificadores, pedales y sets de batería que han desfilado en cada época del grupo, además de la incorporación de uno que otro instrumento, como el órgano.
La innovación en los rasgos musicales y extramusicales es un aspecto que los caracteriza.
Alex Turner y compañía demostraron, con fundamentos, que la clásica belleza de la Fender Jazzmaster no solo es para el punk, Nick O’Malley dejó en claro su versatilidad con el bajo, de sus ya reconocibles tintes de rock psicodélico, nos regala notas de hip-hop. El trabajo de Matt Helders nos reitera que la fuerza de la simplicidad suele ser subestimada, y Jamie Cook aprendió a prescindir de su Telecaster para adentrarse en un sonido más robusto, cuidando a su vez las modulaciones que lo caracterizan.
Entonces es momento resaltar lo que encontramos en Tranquility Base: Hotel & Casino, álbum que salió a la luz el año pasado y, llevándole la contra a las criticas que lo destruían por ser “sumamente calmado”, logró colarse entre los mejores discos del 2018.
El sonido que esta compilación posee es tan limpio como chill, lo que nos hace fácil comprender la razón por la que una parte importante de los fans no quedaron cautivados por el mismo. Muchos esperaban riffs potentes, percusiones ensordecedoras, pero se toparon con un cambio musical bastante maduro.
Este material se convirtió en la bofetada con guante blanco al AM, álbum que en su momento fue también criticado, principalmente por sonar “demasiado comercial”, y de paso les permitió dejar en claro que ni de broma seguían siendo los mismos muchachitos veinteañeros de los que el mundo se enamoró.
No, señores. Arctic Monkeys tenían que crecer y seguir puliendo su esencia.
La banda británica tiene una cita con el público mexicano este próximo 24 de marzo en el imponente Foro Sol, con invitados especiales como lo son Miles Kane y The Hives, es la oportunidad perfecta para contemplar en vivo el resultado de la metamorfosis de su sonido.