La relación más compleja que uno tiene, es con su propio reflejo – y más siendo mujer. Esto es La Hermanastra Fea.
Por Irma Duarte.
Una nunca sabe si se percibe de manera correcta, sobre todo hoy en día cuando el espejo te dice una cosa mientras que la cámara de tu celular te dice otra. Esto, acompañado de todas las ideas de que no nos vemos como somos, que nadie te percibe de la misma manera y que cada vez la exposición a imágenes altamente editadas es mayor… ¿a qué nos lleva? A que las presiones que las mujeres previamente sentían por apegarse a un estándar, ahora son mucho mayores y cada vez más irreales —y es que, después de todo, ¿cómo compites con una intervención quirúrgica? Aún peor, ¿cómo compites con una imagen editada o, en casos, generada por inteligencia artificial? ¿Cómo compites con lo que no existe?
La respuesta “deconstruida” es obvia: no compites. Empiezas un viaje de autoaceptación y entiendes que todos son bellos a su manera. Lamentablemente, para muchas, esto no es así —y quedan atrapadas en un ciclo de disforia corporal, baja autoestima y en la eterna persecución de la belleza.
Ahora bien, sería erróneo pensar que esta reflexión es nueva —tristemente es una que ha atormentado a mujeres por cientos de años, al grado que este pesar ha sido capturado en distintas obras de arte. Es tan variado el tratamiento, que no es algo atrevido el preguntarle a alguien qué makeover de una chick flick en la que una mujer “no atractiva” se transforma en una “atractiva” es su favorito (¿acaso es el de Devil Wears Prada? ¿o quizá Princess Diaries?).
Mientras que en los géneros románticos no es algo nuevo el explorar el concepto de “la belleza es más allá de lo físico”, lo es hasta cierto grado el explorarlo a través del body horror, o al menos, de uno tan gráfico. Tan es así, que la exploración que hizo The Substance el año pasado causó conmoción y generó una conversación acerca de lo que estamos dispuestos a hacer con tal de ser percibidos como bellos y/o atractivos. Es así como surge esta vertiente moderna a la que ahora se une la ópera prima de la directora noruega Emile Blichfeldt, Den Stygge Stesøsteren (La Hermanastra Fea).

La Hermanastra Fea sigue la clásica historia que conocemos de Cenicienta, pero enfocándose en el personaje que da nombre a la cinta. En esta película, ella se llama Elvira. Ella, junto con su hermana Alma y su madre, Rebekka, se mudan a la casa de Agnes y su padre Otto después de un matrimonio apresurado que buscaba cubrir las carencias económicas de ambos lados. Sin embargo, con la repentina muerte de Otto sale a relucir el hecho de que ningún lado tenía dinero —hundiendo a la nueva familia en una miseria que no les permite ni enterrar el cadáver del difunto. Esto lleva a que Rebekka, desesperada, se obstine en someter a su hija Elvira a procedimientos estéticos muy primitivos y violentos con tal de lograr que el Príncipe Julián se enamore de ella y que con su fortuna los salve de su miseria. Esta misión desencadena una serie de sucesos en los que Elvira, obstinada por cumplir con su objetivo, pierde cada vez más la cordura.
En la película, acompañamos a Elvira en este viaje desde el momento en el que se percata por vez primera de cómo es que el mundo la percibe a ella: la ven como un objeto, uno asqueroso y que no merece ni siquiera atención. En otras palabras, la ven como una mujer fea y, por ende, como alguien sin valor que además merece ser maltratado. Es por esta percepción que ella se obstina cada vez más en llevar al límite su búsqueda por ser bella y finalmente ser la elegida del príncipe, a quien también ella ama —culminando en que ella misma se corta los dedos del pie con tal de encajar en la zapatilla de la doncella misteriosa (la cual, obvio, todos sabemos que es su hermanastra, Agnes, la Cenicienta de esta historia).
La historia no sorprende, sobre todo si leíste la versión de Cenicienta de los hermanos Grimm. Sin embargo, ver plasmado en pantalla de manera tan explícita lo que somos capaces de hacer por ser considerados bellos para el otro, nos recuerda que igual no hemos cambiado mucho como sociedad desde la concepción de este cuento.
La directora Blichfeldt da un tratamiento muy onírico a la historia, haciendo así que las secuencias de horror se sientan aún más tajantes (además de explícitas). Ella maneja la violencia a forma de crescendo, llegando al auge de ésta con el corte de los dedos. Es digno de reconocer que Blichfeldt no suelta ni cambia el tono después de este pico, al contrario, continúa con éste hasta que la palabra “FIN” aparece en pantalla.

La Hermanastra Fea es una película altamente estética, que denota un claro respeto al cine (los tributos a Kubrick son muy notorios, por un lado, la secuencia de las pestañas postizas te remite a A Clockwork Orange y existe un leitmotif en la banda sonora que hemos escuchado antes en los pasillos del Hotel Overlook en The Shining), al género de body horror y, sobre todo, una fuerte aportación a la conversación de los estándares de belleza.
De los mejores logros de la película, además de lo previamente mencionado, es el intrínseco diseño de producción que tiene elementos asincrónicos que te remiten a lo que hoy en día es considerado como bello. Asimismo, la interpretación de Lea Myren como Elvira es espectacular, pues en gran parte de la cinta Elvira no habla, casi todo es pantomima, y es así como Myren nos transmite, sin decir mucho, el dolor y tormento tan profundo que su personaje carga. Personalmente, mi detalle favorito es, sin duda, el uso del reflejo de Elvira como recurso. Cuando inicia su viaje, su reflejo es deforme, apegándose a su propia percepción de su persona. Ya hacia el final, cuando ella está en un declive, pero sintiéndose bella, finalmente se ve de manera correcta en su reflejo. Es un detalle sutil, pero que aquellos que nos hemos enfrentado a nuestra imagen en el espejo no pasamos por alto.
Se podría argumentar que Blichfeldt también hace un comentario acerca del personaje de Cenicienta. Mientras que en otras versiones es un personaje casi angelical, en ésta ella es una mujer que es capaz de lastimar a otros. Uno no puede evitar pensar si es la manera en la que la directora ahonda más en el tema de cómo es que la belleza se convierte en una herramienta social transaccional. O tal vez, cómo la directora percibe que ser bella no es equivalente a ser amable, pues, fuera de nuestra protagonista Elvira, todas las mujeres que cruelmente la someten a la violencia son canónicamente bellas —incluso algunas remiten a los looks que se consideran bellos hoy en día.
La Hermanastra Fea es una película que, sin duda, dará pauta a muchas conversaciones entre las asistentes acerca de lo que uno ha hecho o querría hacer con tal de ser considerado como “convencionalmente atractivo”. Ésta toca todas las fibras sensibles de la autopercepción y nos recuerda cómo esta “lucha” en muchos casos sólo lleva a nuestra autodestrucción. También nos enfrenta con el hecho de cómo al participar en esta búsqueda, nos convertimos nosotros en los agresores que buscan perpetuar lo inalcanzable, posicionándonos en un papel paradójico en el que ejercemos la misma violencia que nos oprime.

La Hermanastra Fea llegará a cines mexicanos el próximo 11 de septiembre, para recordarnos a las asistentes que no hay peor horror o peor villano, que un reflejo que no se apega a lo que tu consideras como perfecto. Le agradecemos mucho de nuevo a nuestros amigos de Cine Caníbal por la invitación, no se pueden perder esta película en cines.








