En la historia del K-Pop hay una delgada línea entre el brillo y la desaparición. En un género donde la juventud es moneda de cambio y la perfección un requisito implícito, pocos grupos han logrado envejecer con dignidad. Super Junior no solo lo consiguió: lo convirtió en su sello. Dos décadas después de su debut, la boyband que definió la segunda generación del K-Pop continúa llenando estadios y lanzando música con la misma energía que cuando cantaban “Sorry, Sorry” en cada programa de televisión del continente asiático.
Pero su permanencia no se explica solo por nostalgia. Super Junior sobrevivió a todo lo que suele fracturar a una agrupación de idols: cambios en la alineación, escándalos públicos, largas pausas y las obligatorias interrupciones por el servicio militar. Cada obstáculo se convirtió, de alguna manera, en una parte esencial de su identidad.

De la gloria al desafío
Durante los primeros años, Super Junior fue el modelo ideal del pop coreano: múltiples integrantes, coreografías precisas y un carisma transversal que seducía a todas las edades. Sin embargo, la fórmula también trajo consigo el peso de la exposición. Entre 2009 y 2015, varios miembros enfrentaron controversias personales y periodos de inactividad. En una industria donde la imagen lo es todo, muchos pensaron que ese sería el fin del grupo.
Pero la respuesta fue distinta. En lugar de disolverse o reinventarse por completo, Super Junior eligió resistir. Cuando uno se ausentaba, otro lo suplía; cuando el foco mediático se desviaba, los proyectos en solitario mantenían la llama encendida. Cada regreso a los escenarios funcionaba como una reafirmación de que el tiempo no los debilitaba, sino que los templaba.
El servicio militar: pausa o reinicio
En Corea del Sur, el servicio militar obligatorio suele marcar un antes y un después para los idols masculinos. Muchos pierden relevancia, sus grupos se disuelven o sus fans migran hacia nuevas sensaciones. Super Junior vivió ese proceso de forma escalonada: mientras unos servían, otros seguían promocionando, manteniendo viva la marca. Cuando el último miembro regresó, no hubo silencio ni decadencia, sino una nueva etapa más madura y cohesionada.
Esa sincronía fue su mayor logro. Con cada comeback, demostraron que no se trataba de conservar la fama, sino de sostener una relación con el público basada en la lealtad mutua.
El poder de evolucionar sin traicionar su esencia
A diferencia de muchos grupos contemporáneos que cambian drásticamente de imagen o género para adaptarse a las tendencias, Super Junior encontró el equilibrio entre evolución y coherencia. Desde los sonidos dance-pop de Bonamana hasta los tintes latinos de One More Time, cada era reflejó su deseo de experimentar sin perder su identidad original.
El resultado es un legado de longevidad artística pocas veces visto en el K-Pop: un grupo que creció junto a su audiencia, que aprendió a reírse de sí mismo y que convirtió las heridas en parte de su narrativa.
Ídolos que aprendieron a ser humanos
La historia de Super Junior no es solo la de una banda pop, sino la de un grupo de hombres que sobrevivieron a su propio mito. En un panorama donde la juventud es efímera, su permanencia se siente como un acto de resistencia cultural. Han demostrado que ser idol también puede significar madurar, equivocarse y seguir de pie.
Y quizás por eso, cuando hoy se escucha a miles de fans coreando “Sorry, Sorry” o “Black Suit”, no se trata solo de nostalgia. Es una celebración a la constancia, al compañerismo y a la posibilidad —rara en el K-Pop— de envejecer sin desaparecer.
Una celebración de dos décadas que llegarán al Palacio de los Deportes
Veinte años no son cualquier cosa en la industria del K-Pop. Lo que para muchos grupos representa una vida completa, para Super Junior ha sido una travesía que combina resiliencia, carisma y una conexión inquebrantable con su público. Este 2025, los legendarios íconos de la segunda generación celebran su 20th Anniversary Tour: Super Show 10, y México volverá a ser testigo de la magia que los convirtió en una de las agrupaciones más queridas del continente.

Super Show 10 es la prueba de que su viaje apenas comienza, y que todavía saben cómo encender un escenario y hacer que todos, de cualquier generación, sean parte del espectáculo.
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