¿Cuántos de nosotros no hemos escuchado leyendas de terror cortas o cuentos de terror cortos contadas por nuestros abuelitos y familiares en alguna comida o reunión?, muchas de ellas sin duda son espectaculares. Es por eso que en esta ocasión les traemos algunas leyendas mexicanas cortas que seguramente les van a enchinar la piel, ideales para contarlas en esas reuniones o en las festividades de Halloween y Día de muertos. Nada como una buena historia de terror, esas que a todos nos sacaban un susto de pequeños y nos quitaban el sueño por noche. Estas son algunas leyendas de terror mexicanas que tal vez no conocías, y de las cuales no sabías la historia completa.
Leyendas de terror mexicanas para contarle a tus conocidos
La Llorona
Una de las leyendas de terror mexicanas más populares hasta el día de hoy. Cuenta que en un lugar lejano vivía una mujer junto a sus tres hijitos. A esta familia le iba muy bien, todos eran felices, y el amor se hacía presente siempre.
Un día, en una noche de invierno, se desató una gran lluvia y ocurrió algo terrible.
Aquella noche, el padre de esta familia regresó tras muchos años de haberlos abandonado. Sin él, ellos habían vivido muy felices, ya que este tipo siempre estaba gritando y andaba siempre en borracheras, por otro lado, castigaba sin sentido a los niños, así como también, a la madre.
La mujer rezaba siempre para que este hombre no regresara nunca más, pero lastimosamente sucedió lo contrario.
Cuando llegó este mal hombre, tiró la puerta de una patada, y gritó por qué no lo habían recibido. Los niños muy asustados, se escondieron y la madre por defender a sus hijos, se enfrentó a su esposo, pero lamentablemente, la mujer fue golpeada y se desmayó por varias horas.
Cuando ella despertó, buscó a sus hijos por toda la casa, pero no los encontró ni a ellos ni a su esposo. Decidió continuar con su búsqueda muy asustada, corrió fuera de la casa bajo la tormenta, llorando y gritando sus nombres por varios días, meses, años, pero nunca los encontró.
Un día, después de tanto buscar, la madre murió de tristeza, tampoco se supo nada de los niños, y nadie los vio jamás, no aparecieron sus cuerpos o alguna señal del hombre que se los llevó.
Desde aquel entonces, se dice que el espíritu de esta madre no descansa y todas las noches se le oye llorar y lamentar con mucha tristeza por los alrededores de los pueblos.
Las mujeres al oír los lamentos y gritos, corren asustadas tras sus hijos para esconderlos de ella, ya que se dice, que si los encuentra, La Llorona se los puede llevar para siempre”.
La ira de la muerte
Esta leyenda cuenta que un joven vivía a lado de su madre, él creció y decidió vivir solo, su madre al comprender su decisión se puso triste y se fue a vivir a otro lugar.
Una noche, tocaron la puerta de la casa del joven, pero como ya era muy noche, él estaba dormido, y entre sueños, escuchó que era su madre insultándolo y aborreciéndolo.
Al día siguiente, el hombre fue a preguntarle a su mamá de el porque se había comportado así, llevándose la sorpresa de que su mamá no había sido.
Entonces, la siguiente noche ocurrió lo mismo, él no hacía caso, pero a la tercera noche que su madre le decía que ella no había sido, decidió salir a ver quién era.
Al abrir la puerta se escuchó un fuerte ruido que despertó a todos, él estaba en su casa agonizando y con cara de mucho terror por lo que había visto.
Lo que se dice es que la muerte estaba buscando a su madre, y al no encontrarla se enfureció y se ensañó con él.
El Novio de la Muerte
Cuenta la leyenda que Verónica era una joven alegre, que era de novia de Fernando, habían planeado casarse y una semana antes, ella viajó fuera de la ciudad para entregar sus invitaciones.
Cuando llegó el día del matrimonio, ella aún estaba en otra ciudad, pero decidió vestirse ahí y llegar de frente al matrimonio.
Subió presurosa al auto y sin saber por qué, empezó a tener una extraña sensación que la puso un poco inquieta. Su tía que iba con ella, lo notó pero le dijo que los matrimonios siempre son así.
La mañana era triste y el clima muy malo, pues estaba lloviendo con regular intensidad, cuando ya estaban a 20 minutos de llegar a la ciudad, en un tramo lleno de curvas, el conductor, inmerso en la idea de llegar temprano a la boda, aceleró y no pudo controlar el auto que cayó a un barranco. La joven novia murió instantáneamente.
Años más tarde, un compañero de su colegio tuvo que viajar solo, por la carretera donde sucedió el accidente. Eran las 12 de la noche, y antes de pasar por la curva donde murió Verónica, miró por el espejo retrovisor de su auto, y no le fue difícil reconocer en aquella mujer que estaba sentada en el asiento de atrás. Era el mismo rostro de Verónica, pero éste estaba desfigurado. Sintió tal terror que le hizo perder el control de todo y se estrelló, muriendo en el acto.
Se dice que si viajas solo por esta carretera, no debes de mirar tu espejo retrovisor, pues Verónica siempre está sentada en el asiento trasero, tratando de conseguir victimas que sufran igual que ella.
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La Pascualita
Detrás del aparador de un local llamado La Popular, una tienda de Chihuahua encargada de hacer los famosos vestidos de novia de la zona, está la Pascualita.
El maniquí permanece ahí desde 1930, cuando la dueña la adquirió luego de llegar de Francia porque además de ser sumamente bella y de aspecto realista, se parecía bastante a su hermana y a ella.
Según se cuenta, desde el primer día en que la novia de cera estuvo en la La Popular tuvo mucho éxito entre los transeúntes puesto que era distinta a los demás maniquís de la época: tenía un mejor acabado en la cera, sus ojos eran de cristal, su pelo y sus pestañas eran implantes de genuino cabello humano, y su expresión, a diferencia de las de tantos maniquís de mirada inerte, era viva y reflejaba emociones, como si tuviera alma.
En la década de los 70, surgieron rumores de que la novia de cera estaba viva y era capaz de moverse de noche cuando no había nadie en el local, o que sonreía a las personas que pasaban por ahí.
Los rumores se hicieron más fuertes cuando la dueña falleció, las personas dijeron que La Pascualita los seguía con la mirada o que por breves segundos le aparecían venitas rojas en los ojos.
Algunas empleadas renunciaron porque la vieron llorar o moverse, y otras se negaban a vestirla porque, supuestamente, le aparecían venas verdosas en las piernas, que posteriormente desaparecían.
Esta es una de las leyendas de terror mexicanas más populares, y que ha pasado de generación en generación.
El Ánima de la Anacahuita
Esta leyenda se remonta al año 1915, en el enfrentamiento revolucionario entre villistas y carrancistas. La leyenda surge porque en ese hecho hubo mucha mortandad.
Entre las víctimas, queda un soldado insepulto de nombre Roberto Cisneros Jaramillo, a la vera del Camino Real. Como en aquel entonces se movilizaba un ferrocarril, resulta que un carretero que se desplazaba a los demás ranchos en su carreta, se atasca con su medio de transporte en el cruce ferroviario. Él, entonces, se encomienda al ánima para que le ayude a sacar la carreta con sus animales antes de que llegue el tren y promete dar sepultura a los cadáveres de los soldados que habían quedado a flor de tierra.
Así comienzan estas leyendas de terror mexicanas, en donde el ánima de la anacahuita, que siempre estaba florida, aunque el verano fuera seco. El carretero hizo la tumba de piedra del soldado que había quedado insepulto. Pasa el tiempo, 20, 30, 40 años y a la tumba se le hace un altar rudimentario. Actualmente el árbol ya no existe, pero si la capilla en donde se venera a aquel soldado.
El Charro Negro
Esta leyenda comienza con Adela, quien era una joven despreocupada para su época, mientras las mujeres permanecían en casa atendiendo a los hombres de su familia, ella prefería la vida sin compromisos, vagaba ya entrada la noche en quien sabe dónde, a pesar de la preocupación de sus padres.
Una de tantas noches, se encontró en su camino con un hombre alto, de aspecto elegante, de impecable traje negro compuesto por una chaqueta corta, una camisa, un pantalón ajustado y un sombrero de ala ancha. Circulaba a lomo de un caballo enorme y de color azabache. Que impresionó a la joven al instante por su gran porte, mirada elocuente y palabras cálidas.
Tras una amable conversación Adela aceptó aligerar el viaje y consintió a montar el caballo. En el justo instante que ella estuvo en el lomo del animal, este creció el doble de su tamaño, ardiendo en llamas, le impidió el escape, al escuchar los gritos de espanto de la joven, algunos salieron en su auxilio, solo para darse cuenta de que ella era ya propiedad del Diablo, que en forma de charro negro cabalgaba todas las noches por los alrededores de la Ciudad de México en busca de un alma incauta que llevar a sus dominios.
Por ella no pudo hacerse nada, solo la vieron arder en llamas sobre el caballo, ahogándose en sus propios gritos de dolor y desesperación, una de las leyendas de terror mexicanas más angustiantes, sin duda.
Seguramente no conocías algunas de estas leyendas de terror mexicanas
La mujer de negro del panteón
En la espesura de un cementerio local ocultándose en la oscuridad acecha una mujer de mediana estatura, figura esbelta y vestida de negro; su nombre María Eugenia. Según lo que dicen los relatos esta mujer vestida de negro es una especie de ente, alma en pena o demonio que toma la forma casi como la de un humano, pero con la diferencia de sus grandes extremidades. Se dice que jamás puede ser visto su rostro.
En un principio se creyó que esta mujer era el producto de la imaginación de las personas que visitaban el panteón de Los San Juanes en 1894 y por lo tanto esa visión se ignoró por completo. Pero este cobró relevancia cuando en el año de 1974, María Eugenia, había dejado de ser un producto de la imaginación para convertirse en un verdadero terror, cuando muchas personas dijeron sentirse perseguidas por ella cuando visitaban el panteón. Además, decían que en la cripta donde ella estaba sepultada, se escuchaban gritos y llantos que cubrían todo el campo santo.
Se dice que cuando María Eugenia hace su presencia tiene la firme intención de llevárselos al más allá, siendo un mal presagio para cualquiera que la vea. No es casualidad que los relatos de sus apariciones sean muy cercanos a la noticia de la muerte de algunas personas; así lo corroboran algunos documentos y periódicos de la época.
El Callejón del Diablo
Esta leyenda surge de una callejuela que empezaba en San Martín y desembocaba en la Zanja, consistía en un pasadizo sombrío bordeado de árboles donde vivía un hombre con malformaciones. Este hombre aprovechándose que la gente tenía miedo de pasar por ahí de noche, asustaba a los que se atrevían a cruzar haciéndose pasar por el diablo encendiendo cartuchos de azufre.
La gente muy creyente para evitar que el “Diablo” entrara a la ciudad le empezó a poner monedas de oro y joyas, hasta que dos pescadores lo descubrieron una noche y lo espantaron cuando le quemaron las posaderas con un carbón al rojo vivo.
Lo que después hizo que el hombre enfermara y para mitigar sus culpas tuvo que donar una buena cantidad de las joyas a una institución para pobres.
El callejón del muerto
Esta leyenda cuenta que en la ciudad de Oaxaca, al sur de México, un hombre cuya tarea era encender las lámparas de aceite de la ciudad, fue asesinado ahí mismo. Había concluido su labor, pero enseguida se percató de que faltaba encender una, por lo que volvió justo antes de volver a casa. Murió misteriosamente y, desde entonces, dice la leyenda que su alma se aparece después de las 9 de la noche, para recorrer el callejón de las lámparas de aceite.
Esta es una de las leyendas de México con unos orígenes más recientes, pero no por eso deja de formar parte de la cultura popular de la región.
Con estas leyendas de terror mexicanas podrás pasar un rato de susto con tus amigos
La isla de las muñecas
En Xochimilco, una de las delegaciones de la Ciudad de México donde se encuentra un gran lago con numerosas trajineras, se cuenta que un hombre llamado Julián Santana recolectaba muñecas abandonadas.
El hombre vivía en una de estas trajineras, y la razón por la que juntaba las figuras era para ahuyentar a los espíritus de lago. Específicamente, Don Julián ofrecía estas muñecas en símbolo de paz para ahuyentar el espíritu de una niña que murió ahogada ahí mismo.
Actualmente existe una pequeña isla con las muñecas recolectadas por Don Julián en los canales de Xochimilco, y dicen que el alma de este hombre vuelve constantemente para cuidarlas. De sta manera, esta leyenda mexicana ha dado paso a una leyenda urbana cuya realidad transcurre en el tiempo presente.
El árbol del vampiro de Guadalajara
Hace muchos años, un extranjero proveniente de Europa llegó a un poblado de la zona de Guadalajara, México. Era una persona extraña y reservada, pero su falta de interés en socializar con la gente de la región no era lo más inquietante.
De hecho, desde la llegada de este hombre misterioso, empezaron a aparecer primero cadáveres de animales, y luego cuerpos sin vida de niños, todos ellos desangrados.
Una noche, las gentes del poblado decidieron buscar al extranjero para enfrentarlo, asumiendo que él era el autor de los hechos. Esa noche lo encontraron intentando morder a un lugareño, así que le clavaron una estaca de madera y luego sepultaron su cuerpo bajo una pila de ladrillos.
Años después un árbol creció de entre los ladrillos a partir de la estaca de madera, y se dice que al cortar sus ramas aparecen dentro del corte regueros de sangre, de las víctimas del vampiro de Guadalajara.
Aquí te compartimos también un video con algunas otras leyendas mexicanas cortas de terror
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