Por: Karina Almaraz.

Jamás podía ir a un concierto porque no me dejaban salir de noche. Entonces los festivales eran mi gran oportunidad para ver bandas. Además, era más barato que verlas por separado. Aprovechaba para ver a esos grupos que hay que ver pero que jamás iría a un concierto suyo (El Tri, Cerati, Mago de Oz…). También servían para descubrir una nueva buena banda (Trópico me dejó a Dark Side). Hace unos años no había muchos festivales, así que se esperaban con ansías.

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Vive Latino 2014. Foto: Fabián Zugaide

Digo, están esos conciertos masivos de CU, el Zócalo e Iztapalapa, pero es igual que el Vive Latino: siempre iban Santa Sabina (sí, estoy ruca), Los de Abajo, Panteón Rococó y ya, (aunque una vez vi a Madredeus en el Zócalo).

Al primer Corona no fui por pobre -en el Estadio Azteca, tocó Iggy Pop– pero se convirtió en mi meca de la música en vivo, nunca me fallaba el cartel, todas las bandas me gustaban, y gracias a sus line ups el Vive le metió candela y ahora son igualitos. Cumplían muy bien su función de darnos nuestra muy necesaria dosis de música-reven-mejordíademivida.

En el último lustro los conciertos y festivales se han multiplicado. Se fue el mes de marzo  y desde Bahidorá, hemos tenido un festival cada 8-15 días, conciertos diario de todos tamaños, una enorme oferta musical… Y todo me ha dado hueva.

Ya no sé qué pasa. He visto esto en otros y temía que me pasara, pero la verdad siempre estoy buscando nueva música y seguido algo nuevo me gusta, me encanta, me sorprende.

 

Carnaval de Bahidorá 2014. Foto: Emmanuel López / tacondeoro.com
Carnaval de Bahidorá 2014. Foto: Emmanuel López / tacondeoro.com

Tampoco me quejo de los festivales per se: los amo, los necesito, pero ya no son iguales (tampoco las pedas, ya hacen cruda). Quiero festivales, pero veo que estamos saturados y que en ellos no me gusta lo que escucho.

Bahidorá tuvo una programación desastrosa. De no haber sido porque estaba bien padre el lugar y el alcohol era barato, nos hubiéramos vuelto locos. Toda la tarde y hasta la una de la mañana, era como si se repitiera la misma insulsa canción. Cuando se puso bueno el line up -con la gente puesta peda, cruda y vuelta a poner peda- ya nadie podía disfrutarlo.

A Nrmal nadie fue, además llegar era terriblemente difícil, 15 días después de un festival en Morelos y a 15 de otro (cancelado) en Texcoco. Anika en Cine Tonalá: dos horas formados para verla mal sonorizada cantar por una hora. A Kraftwerk no fui porque ya los vi.

Festival NRMAL 2014. Foto: Fabián Zugaide
Festival NRMAL 2014. Foto: Fabián Zugaide

Tool estuvo bien técnicamente, cero quejas, pero no me prendió. Me salí aburrida en el intermedio y no me arrepentí, a pesar de haber esperado ese concierto 14 años.

No sé de qué me perdí en Tajín, programado una semana después del fallido Hell and Heaven y rodeado de harta fiesta rave y under. Agotador. Neto. Salgan cada fin de semana del DF para ir a un festival que además está de hueva y vean uno o dos conciertos cada ocho o 15 días.

Esto me tiene muy mal. No sé qué es pero no soy yo. Amo la música, quiero música, pero pinches empresarios chacales, dennos buena música y no armen festivales a lo bruto por convivir y de paso sacarnos un varo. Por favor.

(A lo mejor nomás pasa lo que dice mi amigo el Gallo: “Sin drogas ya no soy feliz”).

P.D.: Fui al Vive Latino con mi hermana, me dijo: “Esto ya no es como antes, era un desmadre, había arte, grafiti, cultura, ahora hay un chingo de carpas pero todas son para vender. Y la banda es re fresa”.