Desde la gloriosa década de los 60’s, James Newell Osterberg Jr. mejor conocido como Iggy Pop ha influenciado a diversos personajes, movimientos y expresiones artísticas; entre ellas existe una atribución que bifurca en el escritor mexicano Xavier Velasco y Violetta Schmidt, la descarriada protagonista de la novela Diablo Guardián.
Hablar inglés, tener el pelo negro y no vivir con su familia: esas eran las tres cosas más importantes cuando Iggy Pop llegó a la vida de Rosa del Alba, una adolescente que después de re-bautizarse como Violetta (nombre-máscara que paradójicamente revela lo que ella realmente es), decide robar más de cien mil dólares a sus padres y cruzar la frontera norte de México con el único objetivo de llegar a Nueva York y vivir rápido y fácil.
En su nueva vida se dedica a gastar desmedidamente cada kilogramo de dinero, a enganchar hombres en lobbys de hoteles para exprimirles hasta el último centavo, a encontrarse con la cocaína, pero sobre todo ser y tener lo que siempre soñó sin medir las consecuencias. En el inevitable regreso a México se encuentra con Pig, quien juega un papel sumamente importante: el tiempo del Diablo Guardián.
El soundtrack personal de Violetta se reduce a “The Passenger”, canción que al escuchar por primera vez le evocó inmediatamente el placer de la libertad, fue un golpe que la despertó y a partir de entonces ambientó de pasillo a pasillo el tiempo que le resultaba tan ajeno, hasta que ella misma decidió conspirar en contra del mundo para hacerlo suyo.
Diablo Guardián Soundtrack
Detrás de “El Pasajero” existe una historia increíble: fue gestada en Berlín con la colaboración de David Bowie (en el famoso coro la la la la lara lala) y la guitarra de Ricky Gardiner (en su época pasó desapercibida). Años después, Xavier Velasco decidió darle un giro y con ella contextualizó la vida de una adolescente acelerada, ansiosa por estrellarse: la canción se convirtió en la mayor excusa para el ritmo que la llevaría a explotar.
En las palabras de la misma Violetta, “The Passenger” es “la clase de canción que te pega las prisas. Porque ni modo de no sentir cuando menos comezón cuando escuchas que las estrellas son tuyas y puedes comprobarlo en la tienda más cara del mall”.
El entramado de notas, acordes y voces se convirtió en un himno para ella: la determina, la escucha cuando necesita recordar que debe salir a mirar las estrellas y las calles del Nueva York que le pertenece. Por el contrario, la omite completamente cuando se abandona a sí misma, cuando se olvida del presente y permite que la hundan, como sucedió después de la aparición de Nefastófeles, el supuesto rico heredero que la deslumbra y destruye. Más allá de la letra, el ritmo acelerado que posee la canción le da a Violetta el impulso que tanto necesitaba en su vida: el golpe que la aterrizara a su nuevo presente.
Con Diablo Guardián, Xavier Velasco ganó el premio Alfaguara 2003. La novela es, por una parte, un retrato de la clase media mexicana, la prostitución, el desprecio por uno mismo, las miserias y la conciencia de la mediocridad que puede incluir la existencia. Por otra parte, es un excelente reflejo de las diversas expresiones artísticas que han encontrado el medio para vincularse (en este caso música y literatura) con resultados sumamente afortunados.
Velasco encontró la forma de unir anacrónicamente a dos personajes, uno ficticio y el otro real: Violetta e Iggy Pop coinciden en la profunda necesidad de autodestrucción, en la omisión de sus propios límites, en las drogas, en el espíritu nómada y marginal.