Tras una larga espera, por fin pudimos disfrutar del regreso de uno de los festivales más queridos e importantes en territorio mexicano. Celebrando su décima edición, el Carnaval de Bahidorá demostró por que su nombre pesa y pesa mucho.
Sol, música, chapuzones y mucha diversión, protegiendo la diversidad y con la sustentabilidad que los caracteriza.
Es bien sabido que los festivales son vehículos de difusión cultural, que bien pueden transmitir los valores más importantes que los caracteriza y en el proceso invitar a los asistentes a ser parte de los mismos. El carnaval de Bahidorá ha sabido resaltar durante diez ediciones, gracias a su sentido de responsabilidad, compromiso y respeto con la naturaleza, ambiente, y sociedad, invirtiendo una gran cantidad de recursos para reducir el impacto ambiental que un evento de esta índole implica, al mismo tiempo que exalta la cultura, los rituales, el folclor propio de nuestro país, como un estandarte que porta orgulloso.
La décima celebración nos trajo artistas de alto calibre y proyectos emergentes que vale la pena tener en cuenta y no perder de vista.
Comenzamos con los pesos pesados que esperábamos ver en el festival, entre los que rescatamos fueron: la cumbia y ambiente festivo que nos proporcionó La Agrupación Cariño, otro de los proyectos más esperados fueron el indie pop del dúo Kings Of Convenience, quienes cautivaron a los asistentes con un show entrañable que no requirió más que su talento para abarrotar el escenario.
Asi también el latín folk experimental de Helado Negro, la voz y presencial musical balsámica y curadora de Greentea Peng quien por cierto, hizo enfasis en el amor e impacto que tuvo México en su persona, dejando claro el cariño que le profesa al público mexa. James Blake quien con su R&B y electrónica experimental nos regaló un show tan impactante que osciló entre la calma y la intensidad propias de sus piezas.
Ya entrada la noche, Black Box nos inundó y puso a bailar con su Ítalo dance, siendo Martha Wash quien hizo gala de su increíble y potente voz la cual se mantiene intacta aún con el paso del tiempo.
Petite Amie, fue una de las sorpresas que más nos atrajeron en el festival con su música aterciopelada llena de elementos franco/ latinos, llenos de Groove y ensoñación sonora.
Y otro proyecto imperdible se trató de Francisca Straube, mejor conocida como RUBIO, que nos sumergió en un océano misterioso lleno de texturas profundas, oscuras, brillantes e intensas.
Los proyectos en cuya propuesta se exalta el respeto y amor al prójimo y a la madre tierra no podían faltar.
Desde Pahua, con su proyecto de electrónica y folclor, destiló poder y energía femenina que unió a todos los asistentes en uno sólo.
Briela Ojeda quien desde Colombia nos lanzo un conjuro sanador con su magia musical festejando a la Pachamama. La Perla nos entrego cumbia y conjuros llenos de Funk y visceralidad compositiva. Los Champetos Del Jujú nos trajo los sonidos primigenios de la lejana África, desde el Afrobeat, Calypso y jazz latino.
La cultura es una parte importante que distingue y representa a las sociedades alrededor del mundo, cuyas estructuras fundamentales van mutando y extendiéndose en las diversas disciplinas existentes que ayudan a fortalecerlo.
Sin duda el Bahidorá, en su décima edición, siguió demostrando por qué se mantiene como uno de los eventos con mayor compromiso social en estos tiempos que tanta falta hace.