Fotos por Toni Francois (tono.tv) . Cortesía de Bestia Festival

A veces lo adecuado parece perderse entre la costumbre de la baja calidad. Pagar un boleto caro y con mal audio ha sido el sino de los asistentes a conciertos en el DF. Desde su aparición el año pasado, Bestia Festival dejó en claro que tras su minimalismo escénico, visual y conceptual, había una apuesta, preocupación y énfasis especial en la calidad del audio, tarea comandada por Daniel Goldaracena, productor e ingeniero de audio que algunos conocen también por su labor como guitarrista.

El cierre de su segunda emisión presumía lo que a todas luces (y oscuridades) sería uno de los mejores eventos del año. Tras un programa de lujo y alto calibre en el Teatro de la Ciudad con Marc Ribot, Ray Anderson, Bob Stewart, Terrie Ex y Hank Bennink; los documentales extremos curados por Phono-cinema y la presentación especial en el interior de la Biblioteca Vasconcelos, el cerrojo de poder de Bestia había llegado, en un sábado 22 de noviembre apenas frío, agusto y ante un séquito nutrido de fans, que parecían rigurosa cofradía.

La estación Indianilla de a poco comenzó a arrancar su noche final con el talento nacional. (SIC) cada vez suenan mejor, aunque pese al excelente audio que permeó toda la noche, al dueto abridor integrado por Julián Bonequi y Rodrigo Ambriz les tocó la rebanada más pequeña de en calidad de sonido durante la noche. Marasmos violentos de batería, voces derivadas del ragga, ruido e improvisación dieron pie al segundo talento, que repetía en el Bestia jalando cada vez más adeptos. Monogatari suenan cada vez mejor, y su desempeño va en aumento. Aunque en apreciación a quien esto escribe, a los teloneros en mención les vendría muy bien desmarcarse un poco de ese estilo vocal influenciadísimo por el color sonoro de Mike Patton (Fantomas, Faith no More, Tomahawk), en pos de una voz más auténtica que en ocasiones luce levemente opacada por la referencia obvia a Melt Banana, Fantomas y anexas.

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La sorpresa de la noche corrió a cargo de The Ex, que si bien sabíamos que eran leyendas del punk en sus estertores, pensábamos que resultaban un tanto desgarbados para el resto del cartel. Aunque sí fue así, The Ex no desentonó en lo más mínimo: son rítmicos, asincrónicos, sincopados, ruidosos, ligeramente desafinados, guitarreros y energéticos. Tantas bandas de hoy buscan sonar así y no pueden. Sin un despliegue macizo de técnica, Terry Ex y compañía funcionan como una amalgama contundente que escapa cuando le quieres llamar una banda de rock o de punk o de avant garde. Son increíbles y dejaron calientitos a los asistentes emplayerados de negro para el plato fuerte de la noche: Neurosis.

Los más fans cubrían la primera parte del escenario en Estación Indianilla, sin embargo se podía estar cómodo desde cualquier parte del recinto: sin pisotones, sin cámaras en exceso, sin celulares grabando, aunque eso sí, mucho ganador de boleto o indiferente del festival que aún cree conveniente ir a platicar a un concierto de rock. Todos estábamos prestos a que la leyenda metalera de California despedazara el escenario.

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Cuando los primeros acordes de “A Sun That Never Sets” sonaron, la expectativa y humor del Indianilla cambió radicalmente: la vibración fue en todo el cuerpo, sonaba muy fuerte pero claro, Neurosis fue inclemente de principio a fin, con un brutal despliegue de técnica, alma y fuerza bruta que algunos respondieron al más puro estilo de un cliché masculino bañado en testosterona y anabólicos, pero que los no tan fans también acudieron con un mutismo hipnótico de asombro.

Todos los conciertos de metal y de bandas de cepa pesada deberían sonar como sonó el sábado por la noche, una marabunta sónica que no deja de ser impecable. Un par de miles de asistentes gozaron a lo bonzo durante dos horas que se fueron como agua, a través de 10 cortes con sus interludios dramáticos, sus pasajes post apocalípticos y atmosféricos. Neurosis por fin sació el hambre de leyendas verdaderas, y Bestia se anotó otra calavera en la frente, produciendo un festival que va pujante y a la cabeza como los mejores del país.