La música tiene un poder extraño: puede despertar recuerdos que nunca vivimos, imágenes que no forman parte de nuestra memoria personal, pero que sentimos como propios. Esa es la magia de Paté de Fuá, la agrupación que, desde 2006, ha tejido un universo sonoro capaz de transportar a sus oyentes a cafés parisinos de entreguerras, salones de baile en Buenos Aires o cabarets ocultos de principios del siglo XX, aunque nunca hayamos estado ahí.
Una nostalgia que se inventa en el presente
Fundada por Yayo González y Ariel Dávila, Paté de Fuá nació con un propósito tan sencillo como ambicioso: hacer música con alma de época, pero con mirada contemporánea. Su propuesta fusiona géneros como el jazz manouche, el tango, la tarantela, el vals y el swing, construyendo un repertorio que parece sacado de otro tiempo, aunque en realidad se inventa en el presente.
Es esa mezcla lo que produce un efecto singular: escuchar a Paté de Fuá es como abrir un álbum de fotografías antiguas que, de repente, cobran vida. La nostalgia que evocan no depende de la experiencia personal de los oyentes, sino de la imaginación colectiva que todos compartimos acerca de lo bohemio, lo romántico y lo melancólico.
El eclecticismo como identidad
A lo largo de su discografía —con títulos como El Tren de la Alegría, Boquita Pintada y Película Muda – Primera Parte— la banda ha consolidado un estilo en el que cada canción funciona como una pequeña escena teatral. Sus letras transitan entre el humor, la tristeza y la ironía, mientras que su instrumentación —bandoneón, saxofón, contrabajo, corneta— dota de color y personalidad a cada pieza.
Más que un grupo musical, Paté de Fuá se ha convertido en un ensamble de personajes, donde cada músico aporta un matiz a la narrativa. La experiencia de escucharlos es cercana al teatro cabaret: hay drama, risa, nostalgia y complicidad.
Una nostalgia que conecta con nuevas generaciones
Aunque su estética es retro, Paté de Fuá no se limita al nicho de la música vintage. Por el contrario, su propuesta ha conquistado a públicos jóvenes dentro de la escena alternativa mexicana, demostrando que, en medio de una industria saturada de tendencias digitales, aún hay espacio para lo atemporal.
La clave está en que su nostalgia no es rígida ni académica: no busca reconstruir fielmente el pasado, sino reinventarlo con frescura, invitando al oyente a participar en el juego. Por eso, canciones como Amores Ajenos o El Fantasma Enamorado siguen encontrando eco en públicos de distintas edades.
El soundtrack de una vida imaginada
Paté de Fuá ofrece algo más que conciertos o discos: propone una experiencia estética en la que cada acorde es una ventana a un mundo paralelo. Sus presentaciones en vivo, cargadas de humor y teatralidad, refuerzan la sensación de estar viajando en el tiempo sin salir del presente.
En un contexto donde la música suele ser inmediata y desechable, la nostalgia puede ir más allá, sin depender de lo que vivimos, sino de lo que soñamos: amores imposibles, ciudades lejanas, cafés en penumbra, fiestas decadentes y fantasmas entrañables.
Esa es, quizás, la razón de su permanencia: Paté de Fuá no solo nos canta canciones, nos cuenta historias que sentimos como recuerdos propios, aunque nunca nos hayan sucedido. Y ese es un regalo que pocas bandas pueden ofrecer.
Paté de Fuá en Teatro Metropólitan
celebrará su trayectoria con un espectáculo único titulado “La vuelta al mundo de Paté de Fuá”, el próximo 29 de agosto en el Teatro Metropólitan.

Las entradas ya están a la venta a través de Ticketmaster, y todo apunta a un lleno total. Más que un concierto, será un reencuentro íntimo con la memoria y la emoción que Paté de Fuá ha sembrado en cada acorde.








