Por @Raika83

Hay que reconocerlo: éramos muy jóvenes para el amor cuando Plastilina Mosh salió, siempre pensé que no es que la dupla fuera mala, sino que sencillamente se había planteado de forma torpe. Alguien se creyó aquello de la avanzada regia y como Geffen en pleno boom del grunge, las disqueras mexas se dieron a contratar cuanto grupo de la sultana del norte se les parara enfrente, en aras de chupar las mieles de las que gozaba Control Machete. Craso error.

Era 1997 y eso que llamaban rap-core ya andaba con sus chistosadas. En ese mismo saco metieron a Zurdok Movimento, Molotov, Control Machete, La Flor de Lingo, Resorte e infamias del calibre de Nudo o Los Quehaceres de Mamá. ¿Pues dónde un dueto electrónico con reminiscencias al jazz y al lounge iba entrar ahí? Ah, pues forzaron el amor y metieron a Jonás y a Rosso en un huacal que lo mismo le decían roquero, que lo mismo tocaba con Santa Sabina en la Gira Callejera que en un bar del entonces DF en plan coctelazo.

Recuerdo la primera vez que supe de ellos, EMI les metió buena promoción y antes de sacar su primer disco ya rolaba un maxi single de “Niño Bomba” muy chulo, con un cráneo de buey en la portada y varias versiones de la rola. Muchos luego luego se les fueron a la yugular y los llamaron farsantes émulos de los Beastie Boys, pero la verdad de las cosas es que con el Aquamosh (1998) hasta los que se decían entusiastas de “Niño bomba” se abrieron.

Plastilina Mosh – Aquamosh (1998)

Aquamosh fue para algunos pocos un raquetazo con más referencias a las acostumbradas, sí había hip hop pero muy diluido con cosas sabrosas, olía a Caleta setentera, a galán rancio, sofisticado al tiempo que acidito, rugoso y espacial. Sin embargo, en vivo las cosas no se veían bien. Plastilina Mosh siempre abría los toquines que eran de madrearse y saltar, su presentación descuadraba de un despliegue escénico como tal. A los adolescentes hormonales les bajoneaba la sensualidad y sofistificación de los regios, quienes a todas luces probaban suerte en un descontexto generacional. Ah, la última mitad de los noventa, MTV LA en su último estirón por hacer televisión netamente musical y la pre-institucionalización de los conciertos masivos.

Modas se fueron, las patinetas se rompieron, Discos Manicomio tronó, el internet llegó a cambiar la jugada y al final el verdadero amor triunfó; a la distancia Aquamosh no sólo es el mejor recuerdo de Plastilina Mosh, sino que es una de las cosas mejor atesoradas de la música en México. Algunos siguen aferrándose a verlos como un combo mediano, pero soslayan el hecho de que Aquamosh es un gran disco debut de gran beat, downtempo, de acid jazz de buen calado y con temazos del calibre de “Bungalow Punta Cometa”, “Pornoshop” o “Savage Sucker Boy”. Inolvidable.

Luego vino la prueba del segundo disco y a los dos años de medio encumbrarse comercialmente, Plastilina Mosh saca Juan Manuel para recibir el milenio en el año 2000. Una producción que tenía menos hits radiables y era aún más hermético que su debut en cuanto a concepto. Producido al igual que su predecesor por el artista plástico Aldo Chaparro, Juan Manuel pareció llevar a la banda a diluirse del gusto de los reflectores masivos del inicio, pero aún así había temas muy cabrones como “Baretta 1989”, “Goodbye Happy Farm”, que si bien no eran potentes para la pista como “Human Disco Ball” o “Bassass” aún conservaban la frescura y refinamiento sabroso del arranque.

A la deriva, insensibilidad de todos los frentes y un humor de pacheco inteligente ponía a Plastilina Mosh a jugar en todas las canchas con el afán de no bajarse del barco mediático. Lo mismo uno que otro fanboy serio de la electrónica les reconocía sus méritos, pero también por el otro iban a embarrarse con Adal Ramones u otro presentador igual de culto para participar en dinámicas taradas. Además, la sobriedad de Rosso y el carisma de Jonás parecían no cuajar con la gente.

Plastilina Mosh siempre entendió el pop de forma transversal, ácida y con múltiples lecturas. En 2003 se aventuran a sacar otra placa en un plan más accesible, pero el talento y la búsqueda siguieron siendo una deliciosa piedra en el zapato. Para entonces, muchos fans ya habían abandonado el barco Mosh, pero otros pudieron poner atención a cosas tan buenas como “Pekin Jazz”, “Magic Fever” o esa pieza cuasiporno que es “Pinche Stereo Band”. De este disco salieron cuatro hits que ya comenzaron a ser como la fórmula de casa:  “Oxidados”, “Enzo”, “Peligroso Pop” y “Te lo Juro Por Madonna”.

Un levantón de mercadeo volvió a posicionar al dueto en 2006 con Tasty, un acoplado doble recopilatorio, con reversiones y lados B agregados. Ahí muchos se dieron cuenta que en casi diez años de carrera, Plastilina Mosh había hecho temas muy poderosos que no se habían valorado lo suficiente. Algunos necios aún los tienen como dos tipos ocurrentes y cagaditos, pero el gusto y tino para hacer buenas piezas nunca se fue.

En un aparente forzoso aferre, la dupla Mosh se avienta otro sablazo en 2008, la cual sería una suerte de despedida. All U Need is Mosh (2008) traía algunas cosas interesantes pero en general es un disco que se siente desgarbado. Quizás ellos mismos lo sabían y decidieron ser autoindulgentes pero tampoco sin arriesgar demasiado. El único tema que pegó con forma en los medios es irónicamente el último track del disco, “Pervert Pop Song”. El disco se escucha guango en varios puntos, y tras la revisión de hacía dos años también dimos cuenta que difícilmente Plastilina Mosh tendría un disco contundente a la altura incluso de cosas sueltas que llegaron a hacer.

Las presentaciones en las que Plastilina no eran el plato fuerte y sí un accesorio o relleno siguieron sucediéndose, y para 2012 ya no supimos gran cosa de ellos. Esos pocos años sabáticos se les ha extrañado, esperando que un día concreten ese sueño de que El General cante en un disco suyo.

Plastilina Mosh: ese viejo gran amor que nunca fue

Este año, Plastilina regresa a los escenarios. Al final falta voltear a ver una carrera poco valorada, un amor incomprendido para entender que Plastilina Mosh eran otra cosa, sí no la más grande pero sí una que merece mejor suerte que la que ha registrado en la segunda mitad de su carrera y el próximo 21 de septiembre, lo averiguaremos en el Teatro Metrópolitan, y corear, recordando viejos tiempos, para este corazón que vive de nostalgia.
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