Todos mantenemos estereotipos de género, mantenemos algunas ideas sobre un grupo de personas, de nacionalidades, de razas, de hombres y de mujeres. Negarlo significaría vivir en una burbuja aislados.
Sin embargo, esto es algo natural y la mejor forma de no dejarnos influenciar por los estereotipos es saber qué son, cuál es su naturaleza y sus características.
#HablemosDe Estereotipos de género
¿Qué son los estereotipos?
Este término proviene del nombre que se le daba a una impresión tomada de un molde de plomo utilizado en las imprentas. Fue adaptado alrededor de 1922 por científicos sociales, pero a quién se le atribuye es al periodista Walter Lippman.
De acuerdo a Lippman, los estereotipos son “imágenes en nuestras cabezas” que reflejan nuestras tendencias a pensar que las personas o cosas que pertenecen a la misma categoría comparten características similares.
Posteriormente se agregaron más acepciones, coincidiendo en qué son esquemas cognitivos. Sea que el concepto a mayor explica es que: Los estereotipos son creencias compartidas sobre un grupo que sirven como ahorro de energía para explicar la realidad social.
Experimento
Con el siguiente ejemplo quedará más claro. En 1993, Macrae, Hewstone y Griffiths realizaron un experimento en el que presentaban un vídeo donde aparecía una mujer hablando de su estilo de vida.
A la mitad de los participantes se les dijo que era peluquera y a la otra mitad que era médico. Durante el vídeo (el mismo para ambos grupos) la mujer narró algunas creencias y comportamientos asociados tanto a peluqueras (le gusta arreglarse, llevan mandil de trabajo, cabello cuidado) como a médicos (inteligente, organizada, cuidadora).
Cuando los participantes se concentraban en el vídeo, recordaban mejor la información “inconsciente” a la supuesta profesión de la mujer. Es decir, a los que se les decía que era peluquera recordaban características como inteligente mientras que ocurría lo contrario.
Cuando los participantes tuvieron que realizar otra tarea que les distraía, recordaban mejor la información relacionada al estereotipo de peluquera. Esto significa que cuando estaban ocupados, ahorraban recursos cognitivos, por ello solo utilizaban información relacionada a los estereotipos.
Estereotipos de género
Tenemos que asumir que el constructo “género” se refiere a las características psicosociales que se asignan a hombres y mujeres tales como roles, motivaciones, conductas. Por otra parte, tenemos el “sexo” que refiere a características biológicas asociadas a cada una de las dos categorías sexuales. Por lo tanto son diferentes entre sí pero convergen en la constitución social de una persona.
Entendamos ahora que los estereotipos de género se tratan de un conjunto de creencias compartidas socialmente acerca de las características que poseen hombres y mujeres.
En la realidad social
El estereotipo femenino está compuesto por creencias como que las mujeres son emocionales, débiles, sumisas, dependientes, comprensivas, cariñosas, sensibles a las necesidades de los demás. Esto no quiere decir que lo sean, solo que tienden a ser percibidas así.
Del mismo modo, según el estereotipo masculino, los hombres son duros, atléticos, dominantes, atrevidos, egoístas, agresivos, competitivos, líderes natos. Pero esto tampoco corresponde necesariamente con la realidad, sino que se trata de una percepción generalizada.
Estos estereotipos se han agrupado en diferentes dimensiones y se mantienen aún cuando desde hace varias de décadas se han cuestionado.
¿Cómo surgen los estereotipos de género?
Hay muchas teorías e investigaciones que siguen intentando explicar este fenómeno social. Pero el mayor avance se lo debemos a Alice Eagly que en 1987 propuso su Teoria del rol social.
Según su formulación, la desigual distribución de hombre y mujeres en diferentes roles sociales, principalmente ocupacionales y familiares, confiere a sus ocupantes características acordes al rol y provoca la existencia de distintas expectativas hacia ellos. Actualmente este enfoque se ve rebasado pues no solo podemos pensar que los roles de género crean los estereotipos, solo es la punta del iceberg.
Actualidad
Hoy sabemos que la cultura tiene mucho que ver en nuestra constitución social. Esto se puede observar en el contexto de cada país, puesto que no se tienen estereotipos completamente iguales.
Cerremos este apartado diciendo que los estereotipos pueden surgir de la observación de hombres y mujeres en diferentes roles sociales que les confiere distintas conductas y rasgos de personalidad, o, alternativamente, de un intento de racionalizar, justificar o explicar la división sexual del trabajo, como el Madonna-Whore complex que merece su propia nota.
Las consecuencias negativas que pueden traer van desde el acceso diferencial de las mujeres a puestos directivos hasta discriminación por los propios hombres.
Existen ámbitos donde el principio de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres aún no constituye un hecho. Uno de los ejemplos más patentes de la persistencia de la desigualdad lo constituye el diferente grado de ocupación de puestos de decisión y cargos de responsabilidad por parte de hombres y mujeres en distintos ámbitos y organizaciones, hecho que, con mayor o menor incidencia, ocurre en casi todos los países.
Desde hace varios años, y en diferentes lugares, se viene constatando la existencia del denominado techo de cristal: un término acuñado a finales de los años ochenta para designar una barrera invisible que impide a las mujeres cualificadas, como grupo, alcanzar puestos de responsabilidad en las organizaciones en las que trabajan.
Consecuencias
Los estereotipos de género legitiman y justifican la discriminación de las mujeres. En la actualidad la discriminación abierta ya no es aceptable como en el siglo pasado y, además, no es deseable socialmente mantener actitudes sexistas. Sin embargo, esto no significa que el sexismo hacia las mujeres haya desaparecido. Al igual que ocurre con el racismo, simplemente ha adquirido nuevas formas de expresión.
También los hombres sufren discriminación por motivos relacionados con el género. Por ejemplo, hace apenas un par de años, cuando los padres se separan, la ley asumía que es la madre quién debía cuidar y proteger al hijo. No debemos pasar por alto cómo las características estereotípicas atribuidas tradicionalmente a hombres y mujeres convierten en “más aptas” a éstas últimas para el cuidado de los hijos.
Otro caso lo constituye la masculinidad, puesto que está afianzada a los estereotipos de un hombre fuerte, capaz, activo sin dar pie a otro tipo de masculinidad. Hoy debemos seguir cuestionando los roles de género que se nos inculcan socialmente, aspirar a un deber ser sin etiquetas pues es algo que nos incumbe a todos.