Reina Alacrán no es solo una artista; es un espejo distorsionado donde se reflejan las fantasías más caóticas y sublimes del oyente. Desde México, su universo sonoro desafía las categorías: un lugar donde lo poético se funde con lo absurdo, lo místico con lo cotidiano, y lo espiritual con lo carnal. Su música es una alquimia de emociones —un experimento que arde y florece al mismo tiempo—.
Con temas como “Océanos de Tiempo”, “Por qué te vas (Alacrán Version)”, “Solve Et Coagula (Metáfora de una Rosa en Llamas)” y “Concierto de Varsovia”, Reina Alacrán juega con la ironía y la trascendencia. Cada canción es una cápsula que atrapa lo efímero, una suerte de hechizo que se lanza al vacío esperando eco. No hay moldes: su voz se disuelve en metáforas y sonidos que van del susurro a la combustión.
Escucharla es como abrir un portal a lo desconocido —donde los recuerdos se confunden con los sueños y las emociones se derriten entre sintetizadores, cuerdas y silencios inquietantes—. Reina Alacrán no se define: se invoca. Es arte en mutación, un personaje que se inventa y se destruye con cada verso.








