Quince años después de su debut, Hollie Cook regresa al sello Mr Bongo con Shy Girl, un álbum donde la artista británica consolida su madurez sin perder la frescura que la caracteriza. Este nuevo trabajo suena como un punto de equilibrio entre la dulzura del lovers rock y la profundidad espiritual del roots reggae: guitarras y pianos que respiran con calma, un órgano que evoca el góspel, coros elaborados que responden a su voz principal y una sección de alientos presente pero nunca invasiva. Todo convive en armonía, sin competir por protagonismo.
Esa cohesión es, de hecho, uno de los mayores aciertos del disco. Cada elemento parece saber exactamente cuál es su espacio dentro de la mezcla: los coros y las guitarras hacen figuras distintas, pero se complementan como si compartieran una misma intención. El resultado es un equilibrio sonoro que da la sensación de una banda tocando al unísono, viva, en una misma habitación.

Shy Girl: Entre el roots reggae, Hollie Cook encuentra en la vulnerabilidad una nueva forma de fortaleza
El disco abre con la canción homónima, “Shy Girl”, una introducción luminosa y confesional que deja clara la intención del disco: radiante pero introspectivo, optimista pero realista. A partir de ahí, el recorrido se desliza hacia piezas como “Ooh Baby” y “Rockaway”, donde el ritmo gana vitalidad sin perder la elegancia. En ellas, Cook juega con un tempo más vivaz y contagioso, un guiño a la ligereza que también forma parte del amor y de la vida cotidiana
Shy Girl no depende de la sorpresa ni de los giros abruptos. Su fuerza radica en la naturalidad con la que fluye. A lo largo de doce temas, Cook maneja una gran variedad de tempos: empieza con piezas más vivaces, que evocan la energía luminosa del lovers rock, y hacia la mitad del disco desciende a ritmos más lentos y pronunciados, sin perder cohesión ni continuidad. No hay quiebres de ánimo; el álbum parece guiarte de la mano, como si cada canción fuera una transición hacia una emoción más profunda. Es un recorrido suave, sofisticado, casi meditativo.
La colaboración con el legendario MC Horseman en “Night Night” un reggae con alma de dub de la vieja escuela, su presencia introduce una energía distinta, más terrenal, donde la voz de Cook se eleva con soltura entre ecos y reverberaciones. Luego llegan momentos como “Holding On” e “In The Pictures”, donde la voz de Hollie flota sobre bajos cálidos y guitarras que responden con frases delicadas; canciones que parecen escritas desde el recuerdo y la reconciliación más que desde la pérdida.
Por momentos, la calidez de las armonías y el refinamiento de los arreglos hacen que Shy Girl recuerde a la elegancia de artistas como Sade, especialmente en la forma en que Cook entrelaza soul, y R&B dentro de su estética reggae. Esa mezcla dota al disco de un aire moderno sin sacrificar su raíz: un reggae de pulso clásico, pero con alma contemporánea.
El corazón emocional del disco, sin embargo, late con fuerza en “Frontline”. Es quizá el tema más agridulce del conjunto: una canción que habita la resiliencia, que habla del desgaste pero también de la determinación para mantenerse de pie. Aquí el roots reggae se encuentra con una profundidad casi soul, y Cook canta con una calma que transmite tanto fuerza como fragilidad.
Grabado entre cuatro ciudades y múltiples estados del alma, Shy Girl es una carta de amor al roots reggae y a la mujer que Hollie Cook ha aprendido a ser
La historia detrás del álbum también aporta una capa emocional significativa. Cook ha comentado que durante su creación tuvo que lidiar con procesos personales profundos para recuperar su confianza. Esa lucha interna se percibe en cada compás. No hay titubeos en este material, no hay exceso: hay una claridad emocional que solo puede provenir de alguien que ha aprendido a habitar su vulnerabilidad.
Grabado entre Londres, Nueva York, Los Ángeles y Vejer de la Frontera, el disco destila lo que esos viajes representaron para ella: exposición a nuevos sonidos, olores y sensaciones que reconfiguraron su mirada creativa.
A partir de ese punto, Shy Girl baja su pulso, invitando a un cierre contemplativo. Canciones como “Take Me In Your Arms”, “Crying Wolf” y “River Runs Deep” revelan la otra cara del álbum: la del reposo y la introspección. Hay un tránsito emocional muy cuidado, sin saltos abruptos de ánimo ni contrastes forzados. Es un disco que guía, que acompaña, que lleva al oyente de la mano hacia su punto más íntimo.
Finalmente, “Hello Operator” sirve como antesala al cierre con “We Share Love”, una versión soulful del clásico de Skip Mahoney & The Casuals que se siente como un abrazo final. Después de once canciones que recorren la duda, la distancia y la aceptación, Cook deja la última palabra en una invitación: compartir el amor, incluso cuando hacerlo duela.
Cada canción marca una fase distinta del viaje emocional que propone el disco, y todas comparten una cualidad hipnótica, envolvente.
Más allá de su impecable factura musical, Shy Girl es un disco atravesado por la experiencia, casi como una guía personal sobre cómo volver a encontrarse a través de la música. Hay honestidad, hay fragilidad, pero también hay poder. El poder de saberse humana, de escribir sin máscaras y de cantar desde un lugar donde la vulnerabilidad no necesariamente debilita, más bien libera.
Con este álbum, Hollie Cook no solo regresa a sus raíces: las hace florecer con una madurez que confirma por qué su voz sigue siendo una de las más necesarias dentro del reggae moderno.








