Texto: Ricardo Pineda. Fotos: Fabián Zugaide
Sucede muy a menudo, que uno quiere retener la mayor información posible, capturar esos momentos importantes y archivarlos en la memoria por mucho tiempo, desear que no se vayan nunca más. Con el Festival NRMAL 2014 de Monterrey sucede eso, es tan especial, tan diferente, tan el NRMAL, que uno desearía que no pasara demasiado tiempo entre una emisión y otra para volver a vivir aquello, que más que un festival convencional es toda una suerte de experiencia.
Cinco años han pasado ya desde la primera emisión y parece tan corto, tan nuevo que uno no deja de sorprenderse. En esta ocasión, el NRMAL repitió sede (parque ferrocarrilero) y afianzó esa fidelidad que ya es palpable, aunque la cantidad de público sigue sin ser multitudinaria, cosa que en buena medida se agradece y que en parte a uno le gustaría que fuera aún mayor.
La primera parte del festival pareció haber sido curada con precisión, con bandas joviales y divertidas, es increíble ver cómo bandas como Los Blenders, Hawaiian Gremlins, Clubz, El Triple Filtro o Little Jesus van afianzando camino y ponen a sonreír a más de uno. Cuatro fueron los escenarios que departieron lo mejor de la escena subterránea (y no tanto) del país y el extranjero.
Repitiendo la lógica que lleva el NRMAL, los escenarios principales, Rojo y Azul, uno al lado del otro, albergaron lo mejor del pop y electrodance que a todos ponen felices, con un tino más amarrado en la calidad del sonido y su logística, con errores mínimos y tiempos entre bandas bien amarrados (Dënver, Blue Hawaii, Pional y Ave Negra tuvieron una gran acogida). El escenario negro esta vez estuvo menos concurrido, pero permitió apreciar la contundencia y potencia de los grandiosos Vinnum Sabbathi, que derritieron los cincuenta afortunados cerebros que los vimos, Cabezas Podridas sorprendieron al más clasemediero, Nazareno El Violento se devoró el escenario y Death demostró por qué son leyendas y precedentes del punk.
Sin embargo, la mención especial se la lleva (¿un vez más?) la carpa Red Bull Music Academy, que tuvo las propuestas más hop y callejeras, al igual que la electrónica más oscura y abigarrada. Lo mejor del festival se presentó en este escenario: La Banda Bastón, Tino el Pingüino, Füete Billete, MiniTK Del Miedo, Kelela, Matías Aguayo, Siete Catorce y Dj Rashad no dieron tregua al interés, baile y entrega del público.
El día parecía perfecto con escasas marcas en el paisaje, comida y escenarios más que cómodos, sonido casi impecable y música en todo momento. La sinergia del NRMAL es palpable, bandas y público se conocen, los medios entablan relaciones y todos hablan de lo importante del festival, de lo particularmente necesario que es para la vida de Monterrey, que ha sido golpeada con el desinterés y la violencia por tanto tiempo; observadores atentos, público crítico y mucha gente aparentemente ajena a la escena comienza a interesarse, a ver los festivales como un todo más importante, más cercano y con elementos que trascienden la fiesta y diversión.
Sin embargo, un festival parece que no es tal sin complicaciones ni negritos en el arroz. El clima, que prometía un día templado y agradable, hizo de las suyas y comenzó a fastidiar un poco. Cerca de las 18:30 horas, una leve lluvia comenzó a amenazar, se quitó milagrosamente, pero sólo para regresar con mayor fuerza y hacer mella en las presentaciones de Kayo Dot, quienes tuvieron que suspender, y que retrasaron los horarios, ocasionando molestias, por ejemplo, en Siete Catorce, a quien le querían cortar el set que de por sí había comenzado retrasado, pero que no impidió que todos bailáramos su electrónica psicótica e hipnotizante. Kelela y DJ Rashad dieron el gran cierre de una noche atropellada, que ya para entonces era un lodazal que había impedido tocar a Los Macuanos. Pero no importa, habrá que afinar esos pequeños detalles para seguir siendo referencia refrescante, no sólo a nivel musical sino cultural. Los showcazes, el festival, atraer públicos cada vez más fieles y hacer todo el ruido es una tarea que ya va encaminada, el NRMAL de este año tuvo aún más aciertos y cuidados que en sus ediciones pasadas, mejora y atiende a la gente que va desde lejos a disfrutarlo, aún es muy perfectible, pero en tanto queda el recordar, disfrutar y procurar lo bien que hace el NRMAL en Monterrey. Ojalá el año pase rápido para volver a vivirlo de nueva cuenta.