El bar está casi vacío. Quedan los últimos tragos, una lámpara encendida en la esquina y una rocola que insiste en volver a poner “I Don’t Want to Talk About It”. La voz de Rod Stewart llena el espacio como una bruma: rasposa, quebrada, pero cargada de una ternura que no pide perdón. Es la voz de alguien que amó sin mesura y que aprendió —a golpes— que el amor también se gasta. Esa mezcla de vulnerabilidad y elegancia lo ha acompañado durante más de cinco décadas, haciendo de su carrera un largo brindis entre la pasión y el arrepentimiento.

Rod Stewart: La vulnerabilidad disfrazada de galantería

A primera vista, Stewart siempre pareció un hombre inmune al desamor. Los trajes llamativos, la sonrisa insolente, la melena rubia, todo sugería confianza. Pero cuando abría la boca para cantar, esa fachada se resquebrajaba. Su voz no era solo una herramienta musical; era un retrato de su propio desgaste. En “You’re in My Heart”, por ejemplo, suena como un hombre que intenta convencer tanto a su pareja como a sí mismo de que el amor aún vale la pena. En “Have I Told You Lately”, la devoción se convierte en súplica; y en “I Don’t Want to Talk About It”, el orgullo se disuelve por completo.

Rod Stewart nunca buscó esconder sus grietas: las convirtió en su firma. En una época donde la masculinidad del rock aún se sostenía sobre la dureza, él se atrevió a cantar desde la fragilidad. Su romanticismo no necesitaba gestos heroicos: bastaba un verso tembloroso para dejar claro que amar también es perder.

El amor como escenario

Durante los setenta, mientras muchos de sus contemporáneos se hundían en el ego del estrellato, Stewart convirtió sus excesos en material emocional. Cada ruptura, cada noche de hotel, cada soledad posterior a un concierto se transformaba en canción. En “Sailing”, esa distancia entre el hombre y lo que ama se vuelve tangible; en “Reason to Believe”, el autoengaño se canta con una dulzura devastadora.

Incluso en sus momentos más ostentosos —cuando la fama lo llevaba a estadios llenos y portadas brillantes—, había algo profundamente melancólico en su mirada. Rod Stewart nunca cantó para impresionar, sino para mantenerse a flote. Sus canciones de amor no celebran la conquista: lamentan lo que se rompe en el intento.

Entre la ternura y la culpa

Pocas figuras del rock han hecho del arrepentimiento un territorio tan fértil. En sus baladas, el tiempo es siempre un personaje más: un enemigo invisible que arrastra la inocencia y deja solo la nostalgia. En “The First Cut Is the Deepest”, se siente la herida del primer desengaño; en “Tonight’s the Night”, la pasión se mezcla con la culpa de quien sabe que el placer nunca llega sin consecuencias.

Su romanticismo, sin embargo, no es triste: es humano. Habla de segundas oportunidades, de la ternura que persiste aun cuando todo parece perdido. Escucharlo es recordar que el amor no desaparece: se transforma, envejece con nosotros, y a veces solo necesita una melodía para seguir respirando.

El hombre detrás de la leyenda

Más allá de las giras, los matrimonios y las portadas, Rod Stewart ha sabido mantener algo que pocos artistas conservan: una sinceridad intacta. A los 70, su voz sigue sonando como si aún cantara desde un pequeño club londinense. Esa voz —rasgada por el whisky, el cigarro y la vida— sigue encontrando belleza en el dolor.

En los últimos años, con sus discos de estándares americanos (The Great American Songbook), ha demostrado que su romanticismo no depende del género. Puede cantar Gershwin o Van Morrison con la misma convicción, como si cada tema fuera una carta que nunca se atrevió a enviar. Lo suyo no es nostalgia: es gratitud.

El último caballero del desconsuelo

Quizá lo que mantiene vigente a Rod Stewart no sea la perfección de su técnica, sino la honestidad con que se enfrenta a sí mismo. Su figura encarna algo que el pop moderno a veces olvida: que el amor no se trata de ganar, sino de sobrevivir a lo que deja. Su elegancia no radica en el traje, sino en su capacidad de cantar con las manos temblando y seguir sonriendo.

Escucharlo hoy es como mirar una película en 35 mm: cálida, imperfecta, luminosa en sus defectos. Rod Stewart es el último caballero de una era donde el romanticismo era tan peligroso como necesario.

Y cuando suena su voz —entre humo, risas y luces bajas—, parece levantar la copa una vez más. No para brindar por el pasado, sino por ese pequeño milagro que sigue repitiéndose: que alguien, en algún rincón del mundo, aún crea que vale la pena enamorarse.

Rod Stewart llegará a CDMX con su One Last Time Tour

El próximo 7 de octubre, el Palacio de los Deportes se vestirá de gala para recibir a uno de los nombres más grandes de la historia del rock y el pop: Rod Stewart. El legendario músico británico, compositor y productor, traerá a México su One Last Time Tour, una gira que marcará el cierre de sus grandes recorridos internacionales.

Rod Stewart: el romance entre la copa de vino y el arrepentimiento

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