Como si de una banda local entrañable de años se tratara, con poco tiempo de antelación Ocesa anunció que Spoon vendría a nuestra ciudad, en una residencia de tres días en el Imperial y el Indie Rocks el 18, 19 y 20 de abril. Una belleza para consentir a los fans, el sueño que todo seguidor espera ver un día con su banda favorita: espacio acogedor, shows íntimos y sets exclusivos.
Y es que para la segunda noche, el Indie Rocks dio cabida ya con más soltura a los fans duros, los adeptos a la última etapa más popular de los texanos (esa que comprende los últimos ocho o nueve años), y a los ocasionales entusiastas atentos de siempre. La primera fecha se agotó pronto, confirmando una noche aún más cercana debido a las dimensiones del Imperial. Esto sería igual de especial, aunque con una mística distinta.
Spoon es de esas bandas que saben mucho de equilibrio y dirección entre el pop, la contundencia de ejecución y el rock duro. Cuando se les ve tocar en vivo, ante un público que le rinde un culto ya de años como el mexicano, cuando se ve esa conexión, uno piensa también quizás en bandas como Belle and Sebastian, Franz Ferdinand o Phoenix, en donde la pulcritud y contundencia empatan muy preciso con el feelling fresco, generando un ritmo de embrujo especial cada vez que sucede.
Aunque Spoon es un tanto distinto, una de esas bandas que nunca fueron muy grandes a razón de una fortuna de culto. Y es que la noche del miércoles, ya más encanchados, la banda demostró ese fervor de calidad y no de cantidad, tupiéndole impecable durante casi hora y media, en uno de sus mejores momentos como banda. Macizo es la palabra, rock pop macizo, melancólico a ratos sin caer nunca en la nostalgia baratona o la melcocha excesiva, duro, de hombres con experiencia. Sus 17 rolas de anoche fueron sucediendo casi una a una sin parar hasta la hora del encore.
A sus 46 años, su líder cabeza, el gran Britt Daniel, sigue desgañitándose como adolescente británico pero con el estilo de un hombre estadounidense maduro y focalizado, rockea a la Bowie o la Jagger de repente pero rescata su esencia propia, y los ejemplos de ello se dieron como en una montaña rusa, en un set que sacó de la chistera fina lo que había que escuchar de Spoon esa noche, es decir, puro trallazo: “Don’t you evah”, “Rent I Pay” o “Rainy Taxi”. ¿Momento clave? Ese ‘uno, dos’ que amarraron casi al final con “I Turn My Camera On” y “The Underdog”. Belleza.
Spoon mostró anoche que tienen un colmillo trabajado de años, al que no le pierden filo y que además se puede envejecer con mucho decoro sin bajar el estándar de calidad ni dejar de creer en el rock de guitarras. Qué lujo que siga habiendo aún bandas como Spoon y poderlas ver así de bien de vez en vez, de forma especial. Macizo no implica siempre pegarle rudo ni fuerte. Macizo puede ser un rock prístino, con bajos y baterías atinadas, con un sentido de la melodía ágil y arreglos distintivo funcionando de forma simultánea, generando un imán invisible. Gran noche, y suerte a los del round 3. Macizo.