¿Qué tiene que probar creativamente The National después de la noche de ayer? La banda de Cincinnati logró el que seguro es el primer gran concierto de 2018. Insuperable.
Por María Fernanda Sánchez-Armáss/ Fotos cortesía: Cesar Vicuña /OCESA
Una de las bondades del arte, es que dentro de sus múltiples formas y posibilidades se puede transgredir y congelar el tiempo sin la necesidad de mayores artificios que los que demandan sus linderos creativos. La pasada noche del martes 23 de enero, The National logró sublimar sus propios estatutos para regalarle al público mexicano, lo que seguramente ha sido el mejor concierto en nuestro país y uno de los más sólidos en su carrera.
Y es que The National ha sido uno de los pocos grupos del Siglo XXI que han logrado acuñar, paso a paso, un corpus creativo que se ha ido depurando con el tiempo, equilibrando belleza y elegancia con una precisión y efectividad que pocas bandas de su tipo poseen. Desde su aparición en 2001, hasta su más reciente disco con el que nos visitó anoche en el Pepsi Center (Sleep Well Beast, 4AD, 2017), el grupo de Cincinnati ha crecido de forma exponencial sin perder un ápice de calidad y calidez. Esta vez, lograron consagrarse de forma completa, ante un público mexicano entregado y atento.
Sin temor a equivocarnos, el de anoche fue el primer gran concierto del año y una de las noches sí o sí tendrán que aparecer entre los mejores de 2018. Un momento redondo; acercándose peligrosamente a sus 20 años de trayectoria artística, The National ha dado al punto con una narrativa de concierto que lo mismo abreva himnos, canciones épicas, tristes y emotivas, en un repertorio completo, que va llevando la noche hacia las casi dos horas de duración por un tour de force potente.
Desde la abridora “Nobody Else Will Be There”, hasta el enorme cierre en primer plano casi acústico con “Vanderlyle”, Matt Berninger y compañía dieron lo mejor de sí mismos, ante un Pepsi Center casi lleno, inusualmente mejorado en su acústica (aunque durante las dos rolas iniciales los ingenieros tuvieron suficiente trabajo para domar la calidad del sonido), y con una disposición espacial que resultó en una noche memorable dado el alcance de conexión lograda entre la gente y la banda.
Berninger se mostraba especialmente efusivo, entregado, sin perder su consecuente sobriedad, esa que lo hace soltar frases como “Hey, are you awake. Yeah I’m right here. Well can I ask you. About today. How close am I. To losing you….”, sin decir agua va y que no suene a un discurso impostado de banda encumbrada, en su punto más álgido de la golosina conciertil.
La nostalgia, melancolía y dulzura aún se perciben como algo duro, orgánico, como ese hielo de banda consistente de nuestros días y no como un hype mediatizado. Un concierto amplio y complejo para un público igual de diverso: señores con sus hijos, muchas parejas en punto de lágrima y demasiada juventud que gusta repasar los momentos más intensos de sus fracasos amorosos con los mejores temas de Boxer (2007), High Violet (2010) y el pasado Trouble Will Find Me de 2013.
Una suerte de cierre de época, de premonición tal vez, reinó durante el transcurso del martes, a lo largo de los 21 temas que The National nos fue recetando de a poco. ¿A dónde más iremos cuando crezcamos y superemos este dolor?, ¿qué pasará a partir de ahora que The National ya es una certeza mundial y ha probado sus linderos sonoros, con todo y la trompeta que envuelve nuestros corazones en un coro unísono?, ¿qué pasará a partir de aquí que la 4AD parece quedarles corta y que su vuelo es alto como nuestros suspiros? No lo sabemos, pero por lo pronto basta quedarse con lo bello y lo triste de anoche, cuando The National capturó y logro que el martes 23 de enero de 2018 quede inmaculado para siempre.