Por Ricardo Pineda (@Raika83) | Fotos cortesía: OCESA
¿Cuántas veces necesita venir una banda a México para considerarse “de casa”? No sé, una chava a mi lado dice que a The Kills se les quiere cada vez más, de forma más genuina que Placebo, quienes ya llegaron. Algunos ríen, y yo le creo un poco.
No importa que haya sido miércoles, que el cansancio del trabajo y el tráfico del DF aprieten, el público fiel casi llenó el Vive Cuervo Salón este 4 de junio (ahora pasado) para ver al duo anglo-americano comandado por el roto Jamie Hince y la poderosa y guapa Alison Mosshart. El calor subía con los ánimos de quien no tuvo suficiente en el Corona Capital de hace dos años (2012).
Pese a que no había aún disco nuevo bajo el brazo y la dosis sería casi repetida en calca (un escenario con un fondo sencillo de “animal print” y los dos bateristas de apoyo), la expectativa no era menor: The Kills sigue manteniendo aún el buen momento de su carrera, derivado de más de diez años de trabajo y crecimiento artístico. Su más reciente álbum, el contundente Blood Pressures de 2011, es prueba de ello.
Una banda más bien variopinta de Ensenada llamada Kosmonauta, fue la encargada de caldear los ánimos previo a The Kills, el plato fuerte de la noche. Sin pena ni gloria, sinceramente, aunque quizás en otro contexto puedan brillar mejor.
Fue una noche evidentemente más amarrada, íntima y entregada que la del pasado #CC12, pese a que el set estuvo igual de contundente. Esta noche sería de puro macanazo limpio, desde la abridora “U.R.A. Fever” del Midnight Boom (2008) se percibía que así sería. Las 22:00 horas casi estaban por llegar, cuando se apagaron las luces, por fin. Pese a sentirse un ápice menor de mugre y descontrol en escena que en el pasado, The Kills sigue sonando a rock guitarrero, de ese que sólo los duetos garage pueden mamar y perfeccionar. Incluso lo han refinado bastante, entregando uno de los sets más equilibrados de su carrera.
Fue una hora de puro golpe a la quijada, con esos gruñidos guitarreros que Hince sabe ejecutar con cada vez mayor soltura, y la Mosshart, poderosa y desatada de la greña como es costumbre. Sus fans, ataviadas efectivamente con mascadas de “animal print”, leggins negros ajustados y pelos largos con mechas pintadas, no dejaron de gritar como quinceañeras alborotadas de los sesenta. Los tíos, muchos de ellos enchamarrados, coreaban en silencio mientras asentían con la cabeza, como si de un concierto de rap se tratara.
Siguió la abridora del gran Blood Pressures, “Futures Starts Slow”, para no dar tregua con “Heart is a Beating Drum”, “Kissy kissy” de su debut de 2003, “Satellite” y “DNA”. Llegó en el momento adecuado de la noche: “Baby Says”, con la que todos se desgañitaron entregados. A cuatro discos de distancia, la dupla Mosshart-Hince no sólo ha mejorado sonora y performáticamente. Se les percibe un dominio total del escenario, muy ensayados, con ese colmillo que da tocar mucho y bien en vivo, conectando con una audiencia, a la cual responden calurosamente, con una cara de felicidad a momentos incontenibles. El público tenía lo mejor de The Kills y visceversa.
Siguieron “matando” con “Black Balloon”, “Hum for Your Buzz” y “Tape Song”, las cuales precedieron al gran cierre de una primera parte memorable con la jocosa “Pots and Pans” y “Monkey 23”. El encore había llegado y la premonición de The Kills cuestionaba a algunos: ¿Qué sigue? Ya, The Kills son muy buenos en estudio y en vivo, tienen un séquito que se entrega desaforada, sí, pero que guarda la justa proporción como para encumbrar a The Kills como una banda que no está inflada y que parece haber llegado al pináculo de su carrera. ¿O no?
El encore guarda guiños para los fans más clavados: “No Wow”, “Fried” y “Sour Cherry” fueron bajando marcadamente los motores de los tamborazos, los gruñidos eléctricos y la marabunta de Mosshart, para poner el cerrojo definitivo con la obvia pero no menos adecuada y preciosa: “Last Goodbye”.
Lo de la noche del miércoles pasado fue una especie de reunión con los amigos que siempre quieres y siguen manteniendo la onda. Y también una suerte de coronación con el público defeño, quien sabe que a partir de ahora, su banda favorita de culto ha alcanzado otras canchas. Hay una premonición que marca la expectativa sobre The Kills: ¿Ahora qué sigue, si ya son muy buenos?