Han pasado dos décadas desde que Dorian irrumpió en la escena barcelonesa con una mezcla de guitarras y sintetizadores que sonaba tanto a desvelo como a esperanza. En ese tiempo, el grupo encabezado por Marc Gili, Belly Hernández, Bart Sanz y Lisandro Montes ha pasado de ser una banda de culto local a un referente del pop electrónico ibérico, capaz de llenar recintos en México, Latinoamérica y España con canciones que siguen hablando del paso del tiempo, la nostalgia y la resistencia emocional.

Dorian nació en un momento en que el indie español buscaba identidad. Mientras muchos grupos miraban hacia el rock anglosajón, ellos tomaron el camino de los sintetizadores y la melancolía urbana. Con su álbum 10.000 metrópolis (2004) empezaron a definir una estética que combinaba el desencanto postmoderno con una energía que invitaba a bailar con los ojos cerrados. Pero fue con El futuro no es de nadie (2006) y La ciudad subterránea (2009) cuando su nombre comenzó a expandirse más allá de las fronteras.

Entonces llegó Cualquier otra parte, una canción que se volvió himno. No sólo por su letra —que hablaba de escapar, de buscar otra vida posible— sino por el modo en que capturaba el espíritu de una generación que se sentía entre el desencanto y la esperanza. Esa dualidad, esa mezcla de ansiedad y deseo, se convirtió en la marca de Dorian. Su música no es solo para la pista, sino para quienes bailan mientras piensan en lo que perdieron.

Durante los años siguientes, la banda consolidó su sonido con discos como La velocidad del vacío (2013) y Justicia universal (2018), donde ampliaron su paleta sonora y comenzaron a jugar con texturas más cálidas, guitarras más atmosféricas y colaboraciones que conectaron su obra con una nueva generación de artistas hispanohablantes. Mientras otras bandas del indie español desaparecían o se disolvían, Dorian encontró la manera de evolucionar sin traicionar su lenguaje.

En 2024 lanzaron Futuros imposibles, un álbum que celebra su madurez y reafirma su habilidad para equilibrar melancolía con energía eléctrica. En este disco se siente un grupo que no busca nostalgia, sino permanencia. Canciones como “Materia oscura” y “Universal” muestran una mirada hacia adelante: reflexiva, pero luminosa. Las colaboraciones con Rafa Val (Viva Suecia), Santi Motorizado (Él Mató a un Policía Motorizado) y Daniela Spalla aportan matices frescos sin romper la coherencia que siempre los ha caracterizado.

Lo más interesante es que, a pesar del tiempo, Dorian no ha perdido su conexión con el público. Sus letras siguen resonando porque hablan de emociones simples, pero con un lenguaje visual y poético que evita el artificio. Marc Gili canta con una serenidad que recuerda que la tristeza también puede tener ritmo. La combinación de sintetizadores brillantes, bajos elegantes y guitarras melódicas continúa siendo su firma inconfundible.

Hoy, veinte años después, Dorian se mantiene vigente no por nostalgia, sino por convicción. Han aprendido a mirar hacia atrás sin quedarse ahí, a reinventarse sin borrar su historia. Su legado no está en la estética del indie ni en la moda de lo electrónico, sino en haber encontrado un punto intermedio entre lo emocional y lo luminoso, entre la pista de baile y la introspección.

El próximo 13 de noviembre de 2025, el grupo celebrará este recorrido con un concierto especial en el Teatro Metropólitan de la Ciudad de México. Será una noche donde las canciones que marcaron una época —“La tormenta de arena”, “Cualquier otra parte”— convivirán con los nuevos himnos de Futuros imposibles. Un repaso por veinte años de música que, a pesar de los cambios, sigue recordándonos que incluso en la oscuridad más densa puede haber una luz que suene a sintetizador.

Veinte años de luz y ruido: cómo Dorian transformó la melancolía en energía eléctrica

Los boletos estan disponibles en Ticketmaster y en las taquillas del recinto.