Resulta increíble pensar que dentro de un par de años, Gorillaz cumplirá ya dos décadas. Veinte años de ser ese proyecto tras el primer final de Blur, la banda que había reinventado el pop británico en los noventa y que navegaría aguas más diversas, profundas y vibrantes. ¿El protagonista de pegar dos veces en la cultura popular? Damon Albarn, el capitán de ese maravilloso barco, que estará pisando tierras mexicanas el próximo domingo 18 de marzo en el Vive Latino 2018.
Tras el lanzamiento de la obra cumbre de Blur, 13 (1999), la banda británica entraría en un impasse indefinido al que le sucedería la salida de Graham Coxon y demás vaivenes no siempre afortunados. Albarn, con la mirada fija en el futuro, tenía otros planes. Fue un nublado 20 de noviembre del año cero de la nueva década, el 2000, cuando el cantante lanzó el EP de Tomorrow Comes Today, primer trabajo de Gorillaz que contenía cuatro cortes y un video (en formato CD, para la computadora).
Gorillaz llegó con un dismatch fundamental en su propuesta que sacó de onda a más de uno: por un lado anularon desarrollaron una banda “virtual” que se apoyaba en todo un imaginario bien armado, personajes cool y una colaboración que borraba de un plumazo el endiosamiento del músico en primer plano arriba del escenario. Pero por otro lado su primer sencillo, justo “Tomorrow Comes Today” era una suerte de bajón preapocalipsis. Y en general todo ese primer disco fue entéramente desconcertante en muchos aspectos: referencias niponas, colaboraciones varias, ¿era metaironía o pop para niños con referencias medio malandrinas?
Y así había nacido uno de los nuevos mitos del pop de calidad; Damon Albarn no sólo demostró que había vida después de Blur, sino que de paso se podía reconfigurar una banda exitosa sacada de la pura ficción, que al final de eso se trató todo Gorillaz durante los tres primeros años: tratar de adivinar qué y quién en un incipiente cosmos de Internet a cuentagotas.
De alguna manera, Gorillaz venía a unir esos puntos que muchas veces fueron duros bloques impenetrables en la época del britpop. Con Gorillaz vimos la pasión de Albarn y compañía con el hip hop, el dub y hasta el son cubano. Los conciertos con animaciones atrajeron hordas de infantes que sólo iban por los dibujitos, pero 2D, Murdoc, Russel y Noodles habían apostado al futuro como pocos lo hicieron.
Como suele pasar, el ruido mediático comenzó a bajar, Blur se animó a regresar sin Graham Coxon y Gorillaz parecía que iba a pasar al futuro como una puntada maravillosa. Quizás nadie la vio venir, pero en 2005, el grupo hizo lo que pocos imaginaban y lanzó un segundo opus brutal, mejorando lo hecho en 2001 pero recargado, atendiendo una buena suerte de zeitgeist no sólo musical con lo más representativo de las dos décadas pasadas (Neneh Cherry, De la Soul, MF Doom y Shaun Ryder de los Happy Mondays, entre otros incluyendo el actor Denis Hopper).
Demon Days (2005) no sólo fue un éxito comercial y cultural a todas luces, sino que también reconfiguró las reglas del juego que Gorillaz mismo se propuso. Incluso en el en vivo, Damon Albarn comenzó a aparecer más, dejando las animaciones en un papel menos protagónico, pero lejos de quitarle su esencia a la banda, la enriqueció con una pléyade de músicos y uno de los mejores conciertos de la mitad de la primer década de los dosmiles.
Dicen que en la música puede haber fórmulas pero que éstas suelen entrañar las intenciones comerciales de forma definitiva. En Gorillaz esa máxima aplica tan poco, que la paciencia supo recompensar de nueva cuenta. Damon Albarn demostró ser un músico completo y un ícono total de sus tiempos, haciendo proyectos por todos lados, con cual músico que se le pusiera enfrente, fuera éste de Oriente, África o los linderos más disímiles del ya para entonces (2010) característico estilo de Gorillaz, una ambivalencia en donde se podía esperar toda suerte de estilos sonoros, sin perder ese matiz melancólico y dulce de Albarn.
Plastic Beach fue un salto cuántico de producción, letras, música y sustancia, a todos niveles y muy probablemente el mejor disco de Gorillaz a la fecha, el que mejor aceptación ha tenido entre las huestes más exigentes, así como el que más poderoso ha sonado en vivo. A casi ocho años de distancia, ese disco se hace cada vez más bueno y su lugar entre lo mejor de la última década es completamente innegable. Un bello canto del alma para un mundo en decadencia.
Rompiendo con la regla de los cuatro o cinco años de distancia, tardó siete años en lanzar su cuarto larga duración, uno enteramente coyuntural porque es el primero que ha dividido completamente opiniones entre propios y extraños. Por una parte se dice que Humanz no es el trabajo más sólido de Gorillaz, pero por otro se afirma que su falta de compromisos con hits en extremo radiables le da una madurez y naturaleza sin precedentes. Otros más lo tildan de oportunista por ser un álbum kilométrico, con giros estilísticos y artistas del momento entre sus filas. Lo cierto es que Humanz suena a un verdadero trabajo de estudio, de alto gramaje sonoro y de calidad innegable que sólo el tiempo le dará la razón.
Sin embargo, los que han tenido la oportunidad de ver a Gorillaz en vivo en la gira de Humanz dan cuenta de uno de los shows musicales más potentes del 2017 y 2018, con músicos de una calidad impecable arriba de la tarima y un set equilibrado con lo mejor del repertorio de Gorillaz. Es por ello que su presentación en nuestro país el próximo domingo 18 de marzo en el Vive Latino será histórica: de alguna forma representa un cierre de un círculo con el público mexicano desde aquella histórica visita en 2002 (la de 2004 fue un soundsystem que preferimos no contar). Se acerca ese gran día. ¿Están list@s?