Primero fue un murmullo.
Luego, un coro que empezó a recorrer las calles, los muros y las plazas.
En medio de pancartas, tambores y pasos cansados, una voz emergió con claridad: “Que caiga con fuerza el feminicida.
No era un eslogan. Era Vivir Quintana cantando, y con ella miles de mujeres que por fin se reconocían unas a otras a través del sonido.
Desde entonces, el silencio dejó de ser opción.

Un himno nacido del hartazgo

En marzo de 2020, “Canción sin miedo” no solo se estrenó: se liberó. Lo que comenzó como una colaboración con El Palomar, un colectivo de músicas mexicanas, se transformó en un himno transfronterizo. La letra, escrita desde la rabia y la ternura, se propagó sin publicidad ni disqueras: fue compartida por mujeres de todas las edades, replicada en megáfonos y coreada en cientos de marchas por América Latina.

Lo poderoso no fue solo la canción, sino su eco. En un país donde la violencia hacia las mujeres se normaliza, escuchar esas voces unidas fue una forma de reapropiarse del espacio público. Cantar juntas se volvió un acto político.

La tradición que vuelve a tomar aire

Vivir Quintana no aparece de la nada. Su raíz está en las cantoras que convirtieron el dolor en legado: Violeta Parra, Mercedes Sosa, Chavela Vargas, Lila Downs. Pero Vivir no imita —actualiza. En sus acordes conviven el folclor norteño, la trova y una sensibilidad moderna que se resiste a lo complaciente.

Su música no busca la radio ni el algoritmo: busca la escucha. Desde el escenario, su guitarra es testimonio y su voz es abrazo. En ella, lo rural y lo urbano se encuentran; lo íntimo y lo político se confunden hasta volverse la misma cosa.

Cantar para resistir

Vivir ha dicho que cantar es sanar. Y en su obra, esa afirmación se vuelve verdad tangible. En sus conciertos, las lágrimas y las sonrisas se mezclan; el público no aplaude, acompaña. Canción sin miedo, Te mereces un amor bonito, Rosa Pastel: todas apuntan al mismo lugar —la idea de que el arte también puede ser refugio.

Cada interpretación suya parece un acto de reconstrucción. No canta para entretener: canta para recordar que estamos vivas, que no estamos solas, que la voz —cuando se comparte— tiene poder.

Más allá del himno

Convertirse en símbolo no es fácil. Después del impacto de “Canción sin miedo”, Vivir Quintana pudo haberse repetido. No lo hizo. Siguió componiendo, colaborando con otras artistas y generando espacios de creación colectiva. Su trabajo reciente demuestra que su lucha no está anclada en un solo tema, sino en una forma de vida: cantar desde la conciencia y con el corazón abierto.

El eco que no se apaga

Vivir Quintana representa algo que trasciende la música. En un país herido, su voz es una grieta por donde entra la luz. Canta para las que ya no están, para las que siguen buscando, para las que no quieren acostumbrarse al miedo.

Y cada vez que su voz vuelve a escucharse en una marcha o en un concierto, el mensaje se renueva:
que el canto también puede ser justicia,
que una canción puede cambiar el aire,
y que mientras Vivir Quintana siga cantando, el silencio no volverá a ganar.

“Fuimos Todas”: Vivir Quintana en Teatro Esperanza Iris

El próximo 9 de octubre, el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris será el escenario de un encuentro cargado de fuerza, sensibilidad y comunidad. La cantautora mexicana Vivir Quintana presentará su Fuimos Todas Tour 2025, una gira que reafirma su lugar como una de las voces más poderosas y representativas de la nueva canción latinoamericana.

Vivir Quintana: la voz que no calla

Los boletos estan disponibles a través de Ticketmaster y en las taquillas del Teatro de la Ciudad.